Karen y Richard, hermanos de sangre.
Karen y Richard, hermanos de sangre.

Revisón

Carpenters: un lugar donde desaparecer

Triunfaron durante la primera mitad de los años setenta, pero la aventura moderna de Carpenters acabó en drama clásico con la prematura muerte de su cantante, Karen Carpenter, víctima de la anorexia nerviosa. Recordamos la historia del dúo norteamericano.

Se llevan casi todas las ovaciones, pero los vocalistas suelen ser solo una parte de la ecuación. Fue un fino ebanista de la corchea llamado Richard Carpenter (1946) quien logró cristalizar una nueva forma de clasicismo en torno a lo que Herb Alpert, copropietario del sello A&M, identificó sin calentarse mucho la cabeza como “pop americano”. Una tradición que abarcaría todo el siglo XX con especial querencia en el caso de Carpenters –sin artículo determinado– por los años cincuenta y sesenta.

Alpert descubrió al dúo que completaba Karen Carpenter (1950-1983) en 1969, gracias a una maqueta procedente del estudio de Joe Osborn, bajista del colectivo de músicos de sesión The Wrecking Crew que acabó participando en todas las grabaciones de la banda. Definir el “sonido Carpenters”, donde comercialidad y complejidad se estrechan la mano, sigue siendo un reto casi musicológico lastrado por las connotaciones que encierra la etiqueta soft rock. Lester Bangs para ‘Rolling Stone’ en 1971: “¿Cómo pueden estar en lo más alto sin una imagen particular, concepto, material y nada definido excepto una chica de voz agradable y un arreglista facilón? ¿Hay algún ingrediente catalítico sutil escondido bajo esa diáfana superficie? ¿O todo su fenómeno es simplemente una coincidencia ciega?”.

Acabando de empezar

La irrupción de Carpenters en el panorama nacional norteamericano se produjo con el álbum “Offering” (A&M, 1969), poco después renombrado “Ticket To Ride” por el tema de los Beatles que incorporaba y que Richard había adaptado en una balada de moderado éxito. Fue una canción casi olvidada de Burt Bacharach y Hal David, “(They Long To Be) Close To You”, la que catapultó en mayo de 1970 al número 1 en todas las listas del país –‘Billboard’, ‘Cash Box’ y ‘Record World’– a aquel par de bizcochines sonrientes, más expertos de lo que se desprendía de las fotos promocionales: Richard venía practicando con el piano desde la infancia antes de perfeccionarse en la universidad de Yale, mientras que una rara vocación por la batería de la tomboy Karen se despertó ya en el instituto. También se habían movido unos años como Richard Carpenter Trio, formados en 1965 con Karen y el tubista Wes Jacobs, y dos más tarde con el sexteto Spectrum, ambos proyectos sin disco en cartera. Karen sí había logrado publicar en 1966 un primer single “en solitario” para Magic Lamp, el sello de Osborn, interpretando dos composiciones de su hermano.

Una torpe estrategia de imagen –se les llegó a percibir como pareja sentimental– no tardó en ser origen de malestar interno, pero el daño estaba hecho y perduró toda su carrera. Las primeras portadas y aquellos especiales televisivos entre lo alimenticio, la fatuidad circense y la cursilería que tan poco agradaban a Richard, pero en los que participó activamente, se adhieren a la retina. Los calificativos de la prensa eran implacables: música decorativa –wallpaper music–, chicle –bubblegum–, de medianía –middle-of-the-road–, anodina –easy listening– o convencional –mainstream: aceptado por ellos–, muzak, farfolla para americanos de clase media, los Mickey y Minnie Mouse del pop, blandengues, los “sonrisa Colgate” o los “come vitaminas” de la América profunda.

Supervitaminados, mineralizados y juramentados, Carpenters batían todos los récords de la industria discográfica sin hacer una sola mueca ni perder un gramo de profesionalidad.

Foto promocional para el programa televisivo de la NBC ‘Make Your Own Kind Of Music’, 1971.
Foto promocional para el programa televisivo de la NBC ‘Make Your Own Kind Of Music’, 1971.

Un tiovivo siniestro

Sometidos al zarandeo mediático pero adorados por la masa, las peripecias del dúo son arquetípicas como una tragedia de Sófocles. Adicción a las drogas de Richard: abonado a los Quaaludes, los rockeros Mandrax, para aguantar el tirón; tuvo que rehabilitarse en 1979. Conspiranoias de mesa camilla: Agnes Reuwer, la madre dominante, parecía decantarse por su primogénito en detrimento de la rellenita Karen; la mudanza familiar de 1963 a California no fue para ahorrar calefacción sino que pretendía favorecer la carrera de Richard en un contexto musical más propicio que el de Connecticut. Matrimonios fallidos: Karen con un fino cazafortunas de apellido Burris. Estigmatización en la era de Led Zeppelin: la intelligentsia rock se debatía entre la admiración y el disimulo, un sentimiento que la película “Tommy Boy” (Peter Segal, 1995) reflejó brillantemente en una famosa escena donde Chris Farley y David Spade acaban gimoteando a moco tendido con “Superstar” después de competir por sintonizar en la radio del coche sus canciones más molonas e indudablemente peores. Incómodos encuentros con el poder: llegaron a actuar dos veces en la Casa Blanca de Richard Nixon. Enfermedad mental: los desórdenes alimenticios de Karen. La desdichada orfandad artística de Richard, único superviviente de un proyecto que no era nada sin la voz y el carisma de la hermana.

Buscando la perfección, Carpenters quemaron su mecha quizá demasiado pronto. Nunca publicaron un disco malo. “A Kind Of Hush” (A&M, 1976) es un álbum tan mediocre como el coche actual de Fernando Alonso, pero su mejor época se encuentra sin duda entre 1970 y 1975. En realidad se trata de un buen tirón si consideramos otras carreras ilustres: The Doors (1967-1971), The Velvet Underground (1967-1970) o The Smiths (1983-1987), proyectos sin fuelle tras la esfumación de sus cantantes. Seis buenos discos, computando “The Singles 1969-1973” (A&M, 1973), es un logro enorme teniendo en cuenta que hasta 1978 el carrusel de Carpenters no dejó de girar con temporadas superando las 150 actuaciones, semanas enteras sin descanso y largas residencias en hoteles como el Riviera de Las vegas –Elvis campaba por el Hilton y también había aceptado una invitación de Nixon–.

En 1975, la presión por mantener el ritmo de conciertos y las maratonianas sesiones de grabación les pasó factura. Mientras Richard quemaba el pastillero, Karen ingresó por agotamiento en una clínica teniendo que ser cancelada la gira europea y japonesa.

Karen recibiendo manicura en plena siesta, 1975.
Karen recibiendo manicura en plena siesta, 1975.

El amanecer de los zombis

Richard conocía la notación musical pero era un pianista intuitivo que no se molestaba en escribir las partituras, para eso tenía a Ron Gorow. Su gusto era ecléctico y abarcaba la clásica –según Karen, junto al ganchillo, era lo único que no compartían–, Frank Zappa, Bee Gees, The Byrds o The Beach Boys. Buen compositor, su talento como arreglista, un oficio discreto y que se daba por hecho, era admirado por especialistas como Henry Mancini. Esta circunstancia supuso una fuente de tensión y quizá de amargura para él al sentirse siempre menos reconocido que Karen. Una de sus principales bazas fue el olfato para encontrar canciones de triple encaje: la estética Carpenters, la voz de ella y los charts. Lo último queda certificado con tres Grammys y discos de oro y platino para forrar entero el Carnegie Hall. También popularizaron la canción “For All We Know” (1970), que acabó ganando un Óscar con la película “Amantes y otros extraños” (Cy Howard, 1970), aunque fue Petula Clark y no ellos o el intérprete del film, Larry Meredith, quien cantó el tema en la gala de entrega de premios. Siempre atento como un águila, Richard supo rescatar canciones moribundas –“(They Long To Be) Close to You”–, bocetos –“We’ve Only Just Begun”–, lascivas –“Superstar”– o párvulas –“Sing”– para remodelarlas en algo atemporal. Tras el pulido carpenter, jingles para patatas fritas podían sonar a lieder de Schubert.

Para que aquellas intrincadas cancioncillas de tres minutos impactaran en el oyente, Richard empleaba los mejores equipos, como una puntera mezcladora de 24 pistas en 1977, aunque rechazaba todo lo que sonara demasiado electrónico. Una de sus obsesiones era que los directos sonaran exactamente como el disco. Más recetas: el contrapunto, la superposición de voces importada de Les Paul y Mary Ford, el uso de texturas para crear estados de ánimo, la “llamada-respuesta” entre instrumentos para favorecer la cohesión y asimetrías jazzísticas para inducir sorpresa, la elección de la clave más adecuada a la voz –los subtonos de Karen generan una gran profundidad emocional–. También le gustaba idear arreglos de batería y bajo pensando en los músicos que los ejecutarían, lo cual generaba algunos problemas de ego. Todos ellos eran multinstrumentistas premium: Bob Messenger, el mejor bajista-flautista más cejón de la historia; Tony Peluso, a quien el listo de Paul McCartney quiso llevarse a los Wings, oferta que Mr. Fuzz rechazó y, tras la debacle de Carpenters, acabó ejerciendo de productor para Motown Records; o los ya mencionados The Wrecking Crew. En Carpenters, los instrumentos suenan transparentes a pesar de la densidad armónica. Tienen también mucho de pop progresivo y cinematográfico, aunque nunca escribieron una banda sonora. Reinventaron los formatos convencionales con abundantes introducciones, intermedios y salidas instrumentales, ya que Richard odiaba los fade-outs, para crear un sonido propio partiendo de aquellos arreglos. Tras la muerte de Karen y a lo largo de los años, Richard Carpenter se dedicó a revisar con nuevas remezclas y otros detalles de producción, habitualmente con gran acierto, buena parte de las canciones que aún consideraba susceptibles de mejora. Muchas de ellas aparecen en el recopilatorio “The Essential Collection (1965-1997)”.

Oda de la carretera (de izquierda a derecha): Danny Woodhams, Tony Peluso, Bob Messenger, Cubby O’Brien, Karen, Doug Strawn y Richard, 1973.
Oda de la carretera (de izquierda a derecha): Danny Woodhams, Tony Peluso, Bob Messenger, Cubby O’Brien, Karen, Doug Strawn y Richard, 1973.

Cansados de sonreír

Karen tenía voz contralto con un rango natural de tres octavas que usaba en su parte baja, un arma poderosa que descubrió a los 16 años. Su voz es dicotómica: transmite crudeza y suavidad, plenitud y zozobra, alegría y tristeza, como si algo apelante sin identificar quisiera salir de su interior. Fraseaba con maestría, solía resolver las grabaciones de una sola toma y no fallaba en directo ni siquiera en los momentos de mayor debilidad física. La combinación de su voz con los armónicos y falsetes sabrosones de Richard podía alcanzar momentos verdaderamente extáticos. La acentuación irregular y el juego fonético para crear dramatismo eran técnicas habituales en las interpretaciones de esta prodigiosa cantante blanca. Un sumatorio que daba igual a autenticidad, aunque todo estaba milimetrado con interminables ensayos, sesiones y un repertorio de canciones que, en perspectiva, puede resultar hasta profético y morboso por sus temáticas. Alguna aflicción crecía dentro de aquella chica corriente obligada a ocupar el centro de la escena.

Sin más ayuda que el esfuerzo de los padres –llegaron a lavar coches para financiar los gastos familiares– y el suyo propio, Carpenters encarnan una versión rosa del sueño americano que la tragedia acabó tiñendo de negro. La transmutación de Richard y Karen, con sus rostros crispados y demacrados, se hacía cada vez más visible. Karen, icono pírrico del feminismo que maltrató su cuerpo como un objeto extraño y culturalmente determinado a base de dietas y laxantes, aprovechó el paréntesis médico de su hermano en 1979 para grabar por su cuenta un álbum bastante flojo. Quedó archivado hasta 1996 debido a las reticencias de A&M y de Richard, guardián de un sonido que consideraba plagiado por la hermana. Pero hacía tiempo que Carpenters se habían hecho reiterativos, los éxitos rotundos los esquivaban y acabaron entrando en barrena con proyectos seguramente más excéntricos que arriesgados, como “Passage” (A&M, 1977). Tras el fallecimiento de Karen, Richard quiso finalizar el recomendable “Voice Of The Heart” (1983). A lo largo de los años han venido apareciendo incontables recopilatorios de sus grandes éxitos y un buen número de discos huérfanos con inéditos entre los que destaca “Lovelines” (A&M, 1989).

Una historia interminable

El continuo revisionismo de Carpenters se ve reflejado asimismo en la publicación cíclica de documentales, películas y libros. Entre los primeros, además del estrenado en la última edición del festival baecelonés In-Edit, “Karen Carpenter: Starving For Perfection” (Randy Martin, 2023), recomendamos “Close To You: Remembering The Carpenters” (Ron Tosches, 1997), conducido por Richard, o “The Carpenters’ Story: Only Yesterday” (Samantha Peters, 2007), realizado para la BBC. Estos dos últimos están disponibles en la red. Joseph Sargent dirigió el biopic “The Karen Carpenter Story” (1988), donde la actriz Cynthia Gibb se vio obligada a ponerse la estrecha ropa de Karen y aseguraba notar su “presencia” en el plató. Todd Haynes filmó “Superstar: The Karen Carpenter Story” (1987) con muñecas Barbie –la protagonista tenía que ser Tracy, su versión morena– y la peli quedó fuera de circulación desde 1990 por servirse de temas originales sin permiso o por su visión ácida de la historia. Elijan.

Tim Hardin no escribió “If I Were A Carpenter” pensando en ellos porque aún no existía la banda cuando se publicó “Tim Hardin 2” (1967), y “Lady Came From Baltimore” tampoco pensaba en mamá Agnes, que había nacido en aquella ciudad. Sin embargo, Carpenters incluyeron “Reason To Believe” en su segundo LP. Amores imposibles, groupies desconsoladas, soledad sonora, extraterrestres telepáticos, lunes atroces y días lluviosos venían como anillo al dedo a una nueva generación de rockeros contritos como American Music Club, Shonen Knife o Grant Lee Buffalo, que les rindieron pleitesía en el recopilatorio “If I Were A Carpenter” (1994). Sonic Youth, entre ellos, ya contaban con una canción dedicada, “Tunic (Song For Karen)”, que incluyeron en su álbum “Goo” (1990). Momus publicó en 1996 “The Girl With No Body”, un vals espeluznante sobre la anorexia: “sin cuerpo” y “nadie” es un genial juego de palabras perdido en la traducción.

Carpenters lucieron detalles tan poco cool como el peinado dutch, persistente en Richard, una amplia sonrisa hasta en los peores tramos del tren de la bruja o el mérito de extender con excelencia el concepto de autoría al arte del arreglo, un aspecto más bien considerado lateral en el pop. Richard Carpenter afirma con razón que una canción sin buenos arreglos carece de identidad. Hay algo en su música que sobrevive al paso de las modas, una especie de pureza sin credo ni doctrina aunque la contracultura del amor libre, las drogas y el ahorro de jabón los tildase injustamente de epígonos ultraliberales netos –el Ferrari de Richard en la portada de “Now & Then” (A&M, 1973) es solo un desliz–. Como buenos protestantes metodistas, escrutaban las listas en su afán por no decaer, aplicando para ello el único sistema que conocían: un perfeccionismo estajanovista del que solo sobrevivió Richard. Después de la muerte de su hermana se casó, tuvo cinco hijos y 40 años por delante para afinar un legado cósmico que casi justo acababa de empezar. ∎

Sonrisas y lágrimas.
Sonrisas y lágrimas.

Pop cósmico para la clase media

10

Mr. Guder

de “Close To You” > A&M, 1970

Canción “protesta” –contra el jefe– que los jóvenes Richard y su letrista John Bettis escribieron durante su breve residencia en la Disneyland de 1967. Condensa la magia de los primeros Carpenters: buena melodía, ensoñación, dabadadadás, la flauta de Messenger y las baquetas de Karen, jazz, clásica, sorpresas, mensajes furtivos y mucho sentido del humor.

09

Tryin’ To Get The Feeling Again

de “Interpretations” > A&M, 1994

Su versión se acerca más al original de David Pomeranz que al tostón lacrimógeno de Barry Manilow. Procedente de las sesiones de “Horizon” (1975), quedó inédita durante 19 años. La voz de Karen es solo una work lead o toma de trabajo –se escucha cómo gira la hoja–, Tony Peluso encaja un solo brutal y las cuerdas-Gainsbourg son de 1991.

08

Sing

de “Now & Then” > A&M, 1973

Todo lo que los antagonistas de Carpenters necesitan: flauta dulce soprano, coro infantil, Karen empañando de morriña una canción alegre. Originalmente escrita para “Barrio Sésamo” por Joe Raposo, Richard la eligió frente a las reticencias del sello haciendo de ella su séptimo disco de oro. Ilusionante y conmovedora a más no poder.

07

Road Ode

de “A Song For You” > A&M, 1972

Escrita por dos viejos miembros de Spectrum fijos después en el directo de Carpenters, Gary Sims –guitarra, sustituido por Peluso– y Danny Woodhams al bajo, constatan la prolijidad creativa de su época. Habla de la vida itinerante de los músicos, las caras anónimas, los hoteles vacíos, el camino a ninguna parte. De todo ello llegaron a graduarse Carpenters cum laude.

06

Calling Occupants Of Interplanetary Craft (The Recognized Anthem Of World Contact Day)

de “Passage” > A&M, 1977

Richard se pirraba por la ciencia ficción y el éxito coyuntural de “La guerra de las galaxias” (George Lucas, 1977) propició esta versión de los canadienses Klaatu, cuyo nombre proveía del protagonista de “Ultimátum a la Tierra” (1951), sci-fi de Robert Wise. Peluso es la voz del DJ que contacta con los aliens, o sea, los Carpenters, que en lugar de ratones engullían yogur desnatado.

05

Superstar

de “Carpenters” > A&M, 1971

Leon Russell es coautor de este tema versionado por Joe Cocker, Chrissie Hynde, Sonic Youth, Paul Quinn o Bette Midler. Esta última atrapó a Richard, que suavizó su turbia trama sobre groupies despechadas cambiando “sleep with you” por “be with you”. Karen la clavó a la primera y Jerry Moss, el otro A&M, les persuadió de publicar el single.

04

Rainy Days And Mondays

de “Carpenters” > A&M, 1971

The Mamas & The Papas, The Boomtown Rats, New Order o The Bangles han honrado los lunes, pero solo los compositores Paul Williams y Roger Nichols fueron capaces de extender su empática desolación existencial al resto del año gracias a los apaños de Richard y la voz Karen, que fantaseaba con un rockero melenudo y acabó uniéndose a una antítesis de dientes blanqueados.

03

(They Long To Be) Close To You

de “Close To You” > A&M, 1970

Las versiones de Richard Chamberlain, Dionne Warwick o Dusty Springfield prueban que Richard Carpenter jugaba en otra liga como productor y arreglista. La diáfana sofisticación de esta torch song de banquillo solo es comparable a la emoción oceánica de suuaaaaa ahahahaaa” final. Karen, sublime. Y Burt Bacharach, a sus pies, sir.

02

We’ve Only Just Begun

de “Close To You” > A&M, 1970

Los empleados de A&M Paul Williams y Roger Nichols habían escrito este jingle para el Crocker Citizen Bank. Mark Lindsay lo versionó anteriormente en “Silver Bird” (1970), pero faltaba la precisión de The Wrecking Crew, los tropos polifónicos de Richard y el contralto armonioso de Karen para convertirse en la canción-bodorrio de una generación.

01

Goodbye To Love

de “A Song For You” > A&M, 1972

Primera “balada power rock” de la historia. Escrita por el tándem Carpenter/Bettis, se inspiró en un “tema fantasma” mencionado durante la película de Bing Crosby “Rhythm Of The River” (Victor Schertzinger, 1940). Richard contrató al guitarrista Tony Peluso, quien se marcó dos solos de eléctrica con su pedal fuzz Big Muff granjeando un puesto fijo y el odio de los fans. Karen canta a la desolación cambiando de octava sin despeinarse un solo rulo. ∎

La fruta prohibida

“Close to You”
(A&M, 1970)

Pocas veces un paso al lado supuso un salto hacia adelante tan grande. Si en “Offering” (1969) Richard escribió casi todos los cortes y lideró vocalmente cinco de ellos, para el segundo álbum cede esta última tarea casi enteramente a Karen y las versiones ocupan un lugar dominante: David y Bacharach (tres), Nichols y Williams (dos), Lennon y McCartney, Tim Hardin y Ralph Carmichael. Carpenter y su letrista John Bettis escriben las soberbias “Maybe It’s You” y “Mr. Guder”. Es también el disco con una de las portadas más ridículas –se esforzaban por mantener el equilibrio–, confusas y cursis de la historia.

“A Song For You”
(A&M, 1972)

“Carpenters” (1971) muestra por vez primera el famoso logo de Craig Braun pero se ve lastrado por un medley y los temas cantados por Richard. Entre sus seis singles se encuentra el nº 1 propio “Top Of The World”, que incorporaba la steel de Red Rodhes, inseparable de Michael Nesmith en su etapa country. Richard el estratega declaró a ‘Melody Maker’ en 1976 que dos éxitos country te mantenían para siempre, mientras que desaparecías si dejabas de vender pop. Disparates como la evacuativa “Intermission” habitan con bellezas como el título homónimo y un concepto vago, más sonoro que extramusical, que se repetiría en otros trabajos.

“The Singles 1969-1973”
(A&M, 1973)

Uno de los mejores recopilatorios de la historia del pop. Sin rellenos, era lo habitual en su clase, revela el inconformismo de Richard Carpenter, que, tomándose un descanso después de cinco años sin parar, se molesta en revisar cuidadosamente buena parte de los primeros singles de la banda –“Ticket To Ride” florece como una sinfonía– con remezclas, nuevas tomas vocales, intros orquestales e interludios. El enfoque busca la cohesión sonora refrescando de paso la escucha de aquellos jóvenes viejos éxitos. Obra adelantada a su tiempo, retrata a un artista obsesivo y en permanente evolución. El regalo ideal para el día de lo que sea.

“Horizon”
(A&M, 1975)

Con “Now & Then” (1973) reaparecían de forma furtiva en la portada, pero en “Horizon” salen de frente y exhiben una actitud diferente. Temas de Carpenter/Bettis como “Only Yesterday” o “Aurora” recuerdan al Scott Walker introspectivo de “Scott 3” (1969) en contraste con un nuevo nº 1, la versión de The Marvelettes “Please Mr. Postman”. También contiene “Happy”, tema de Peluso/Bettis/Rubin con un futurista arreglo de ARP Odissey al final. Mágico, melancólico, con un sonido deslumbrante gracias a las nuevas técnicas de grabación, Richard se refiere a este trabajo como el disco “somnoliento” de Carpenters. Dream pop avant la lettre, vamos.

“The Essential Collection (1965-1997)”
(A&M, 2002)

Esta caja recopilatoria tiene un enorme valor. Recupera maquetas, temas perdidos, inéditos, entrevistas, sintonías radiofónicas, versiones mejoradas a lo largo de los años y la bellísima dedicatoria escrita por Richard, “Karen’s Theme”. Más completa que su heterocigótica “From The Top” (1991), el festín es también informativo y de primera mano, ya que Mr. Carpenter comenta ampliamente y con perspectiva todos sus lacerantes cortes. Que el dúo no era simplemente un grupo de singles lo demuestra esta colección de más de 70 composiciones ideales para iniciarse en el maravilloso mundo espectral de Carpenters. ∎

Como complemento de esta Revisión, José Manuel Caturla selecciona esta exclusiva playlist de Carpenters.

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