Un nuevo comienzo. Foto: Alfredo Arias
Un nuevo comienzo. Foto: Alfredo Arias

Entrevista

Gorka Urbizu desacelera y contempla el paisaje

Gorka Urbizu formó parte de Berri Txarrak durante 25 años, componiendo y firmando grandes canciones, girando por todo el mundo, hasta en nuestras antípodas. En 2024 ha publicado su primer disco en solitario, “Hasiera bat”, un excelente “comienzo” que ha producido Jordi Matas en el Teatre Cal Eril junto a Ferran Palau, Joan Pons –El Petit de Cal Eril– e Ildu, aportando desnudez, frescura y mucha verdad.

Hay discos que son como pequeños oasis o lugares donde la vida se detiene y toma el pulso necesario. Eso es lo que ha conseguido Gorka Urbizu con “Hasiera bat” (Only In Dreams, 2024), su primer disco en solitario, que significa un comienzo y supone su abandono del riff y un acercamiento al songwriting más genuino, con letras con sustancia.

Cuando dejó Berri Txarrak se tomó un descanso y pasado un tiempo produjo a los burgaleses La M.O.D.A. y al grupo vasco de hardcore Leihotikan. Entre los últimos discos con los que ha disfrutado menciona los de Mk.gee y Adrianne Lenker, y de aquí el de Queralt Lahoz. También destaca las ricas y florecientes escenas de Pamplona y Bilbao con bandas como Tatxers, Ibil Bedi, Ez Ez Ez, TOC o Lukiek. Urbizu habla largo y tendido, transmitiendo esa cercanía y naturalidad que también desprenden sus canciones. Podremos comprobarlo en directo en julio en Pamplona (9), Barakaldo (13), Gernika (17) y Mahón (26). Y en septiembre, en el festival Bogaboga de San Sebastián (7).

“Teoria bat”, vídeo realizado por Alexander Cabeza Trigg.

¿De dónde surge la idea de grabar con Jordi Matas y Joan Pons? ¿Los conocías de antes?

No. Surge porque yo era fan de El Petit de Cal Eril y ya los tenía fichados. Pensaba que molaría grabar con ellos porque hacen un sonido muy sexi y podría salir algo chulo. Y también quería evitar el cliché. Que no fuera el típico disco de cantante de grupo de rock que abandona su banda madre y hace su disco folk.

Le pasa a mucha gente que decide dejar el ruido o el rock e ir más a las raíces ¿Es un proceso de madurez?

Es bastante natural. Lo contrario suele ser más raro.

¿El uso y manejo del lenguaje es algo muy importante para ti?

Para mí se ha vuelto un poco obsesión, es mi mayor reto y algo vital a la hora de escribir. Musicalmente me siento más seguro. Sé que me va a venir una melodía. Es un terreno en el que confío más. Sin embargo, en las letras ya he dicho un montón de cosas. Quería avanzar diciendo las cosas más concisamente. Quería que no hubiera fuegos artificiales, ni palabros, ni cosas estridentes. Todo va en consonancia: el sonido, las letras, la misma portada. Todo va con sosiego, sin que haya sobresaltos; que sea emocionante y que sea bello, a poder ser. Que te haga sentir cosas o que te haga un clic ahí dentro. La teoría es muy fácil, pero es muy complicado conseguirlo. A mí me gusta muchísimo la literatura de Raymond Carver, ese estilo en el que no hay mucha acción, no hay nada rimbombante pero hay un trasfondo. Lo importante es casi lo que no dices. El río subterráneo va por ahí, que es lo que no se ve. Creo mucho en la elipsis. En este disco hay mucho silencio, reivindicación del silencio y de la pausa.

“Yo era fan de El Petit de Cal Eril y ya los tenía fichados. Pensaba que molaría grabar con ellos porque hacen un sonido muy sexi y podría salir algo chulo. Y también quería evitar el cliché. Que no fuera el típico disco de cantante de grupo de rock que abandona su banda madre y hace su disco folk”

Se nota ese pararte a pensar, a ver el mundo que te rodea, a ver las pequeñas cosas y detalles, que es lo que dices en “Etxe bat”, por ejemplo. Hay mucho de mirar lo que te rodea.

Sí, hay también un poco de reivindicación, como una llamada a la desaceleración a muchos niveles.

Y luego sueltas “cuidado con las pantallas”.

Es que estamos totalmente absorbidos. Yo el primero, pero el primer paso es darte cuenta. Esto es lo que vivimos ahora, estamos tan cerca y tan lejos a la vez. Y me parece alucinante. Ahora lo llaman individualismo de masas. Antes el individualismo era ser tú mismo dentro de la sociedad, pero tener tu criterio. Ahora todos nos creemos superespeciales, pero en el fondo estamos consumiendo lo mismo, vamos a los mismos sitios… Ser, estar y aparentar, sobre todo. Mucha gente me ha dicho que he hecho un disco que realmente necesitaban. Estoy alucinando con eso porque me doy cuenta de que en realidad todos estamos un poco perdidos, un poco estresados.

Desnudez y concisión. Foto: Alfredo Arias
Desnudez y concisión. Foto: Alfredo Arias

¿Las canciones nos dan oxígeno, son un modo de supervivencia?

Para mí, sí. Ves que el mundo se va la mierda y piensas “¿qué hago cantando aquí ‘Janela’?”. He tenido también mis comeduras de olla con el papel de la cultura. Pero creo que necesitamos asideros en forma de canción y de arte. La belleza ahora mismo tiene poder y también creo que ofrecer un disco así es una reacción a todo lo que está pasando. Me da la sensación de que es necesario este tipo de canciones y esta llamada a la celebración o a reivindicar la belleza ante tanto brutalismo.

Me entristece que se arrinconen ciertas propuestas por utilizar una lengua. En tu caso el euskera. Porque hay bandas con las que conectas, te metes en su universo aunque no sea tu idioma.

Ese es el poder de la música. Que está por encima de la lengua.

A veces se crea un rechazo a ciertas lenguas por ciertos estigmas, pero hay gente que los traspasa.

El sistema está preparado para una base hegemónica. Habría que hacer una labor, desde educación a políticas lingüísticas, evidentemente. Cantar en una lengua minoritaria es como cuando entrabas en las tiendas de juguetes Imaginarium; se te ofrece solo la puerta pequeñita. Si trabajas el doble y el triple puede que te cueles en su fiesta, pero te van a dejar el canapé que nadie quiere. También hay cuotas. Y requiere el esfuerzo del oyente, saltar todos esos prejuicios que hay. Muchos grupos de la escena en euskera le damos muchísima importancia a las letras. Pero si vas a ver a Lisabö, aunque no entiendas nada, la apisonadora sónica de belleza y de ruido te va a agarrar igual. Pero es verdad que a veces, por la lengua, se menosprecia; es como si fuera algo menor. Y a mí eso me da muchísima rabia.

¿El fraseo anglosajón parece que encaja más en las estrofas rock y pop?

Sí, pero eso es porque nos hemos acostumbrado. A fuerza de haberlo metido hasta en la sopa. Y ya lo damos por hecho. ¿Es el idioma del rock? Culturalmente se nos ha machacado con las lenguas hegemónicas. Tendríamos que reflexionar sobre si estamos dispuestos a escuchar música en otras lenguas. Pero este es un debate sociolingüístico muy complicado, y además muy aburrido.

“Estamos en una involución, con todos estos negacionismos absurdos que nos rodean. El derecho al aborto, el derecho a la educación, eso es intocable, algo que ha costado años y siglos hasta llegar aquí. La privatización de la sanidad pública es un drama que nos toca vivir”

¿Cuál es la literatura que te gusta?

La literatura de economía de la palabra, que haya poca acción, sustrato y un poco de oscuridad todo el rato. En realidad a veces, cuando lo entiendo todo, me deja de interesar el arte. Tiene que haber algo de misterio también. Las letras de alguna manera las termina el oyente. A veces nos encerramos en esta mentira que es “yo escribo para mí, y ya está” o “yo hago las canciones para mí”, pero sin oyente no hay música. Esa es la paradoja del músico. De alguna manera tú escribes para ti, pero dependes también del oyente para que la canción se termine. Y es muy importante dejar ese margen. La magia, esa fascinación de la música, la he intentado proteger con este disco a todos los niveles, desde la falta de información y la pureza de “toma este disco” sin previo aviso hasta el sonido también, que es muy crudo. Yo, que he estado antes parapetado bajo las siglas de una banda, de la gente y de la distorsión. Yo he vivido el riff y creo que ahora estoy en otra etapa en la cual me he despojado de la distorsión y voy con mi nombre y apellido. Tuve también mis dudas sobre mi nombre artístico, me imponía mucho respeto. Pero a la vez este disco tenía todo el sentido del mundo que fuera con mi nombre por cómo está escrito, por cómo suena, porque el concepto es sencillez: la verdad y tres acordes.

El miedo aparece en algunas letras. No sé si es algo de nuestra generación que ve cómo envejece, los miedos que te inocula la sociedad en cuanto a la seguridad, o si es el síntoma de los tiempos.

Sí. Y luego la polarización que hay, la falta de debate. Todo. Está el mundo feo, hay un brutalismo muy jodido ahora mismo. Por eso creo que es importante ofrecer otras cosas.

La música deja el poso personal de cada uno. En “Toki bat”, por ejemplo, hablas de luchar por los derechos fundamentales. ¿Está ahí tu visión política?

Sí, aunque no hay muchos detalles tan explícitos. Creo que hoy en día, tal y como está la cosa, esta llamada a la desaceleración también es algo político: el silencio es revolucionario. Estamos en una involución, con todos estos negacionismos absurdos que nos rodean. El derecho al aborto, el derecho a la educación, eso es intocable, algo que ha costado años y siglos hasta llegar aquí. La privatización de la sanidad pública es un drama que nos toca vivir. Y esto de cuestionarlo todo me da mucho miedo. ∎

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