En esa vuelta a los sonidos de los sintes ochenteros, del synth-punk y del post-punk, Grande Amore es un auténtico puntal, un revulsivo que con dos discos ha conseguido llamar la atención lanzando ritmos punzantes, bajos retumbantes y atmósferas opresivas con una actitud descaradamente punk. En una onda que congenia con Sigue Sigue Sputnik o Suicide, el propio Nuno Pico –comandante de todo esto– manifiesta su devoción por D.A.F. o Sleaford Mods. Con su primer disco, “Grande Amore” (Ernie, 2021), aportó un soplo de aire fresco con la producción de Hevi (Malandrómeda). En “II” (Ernie, 2023), consolida su sonido gracias a la ayuda y a la mirada maestra de Carlangas y a la precisión técnica de Raúl Pérez en su estudio La Mina de Sevilla. Sobre sus proyectos musicales, Nuno nos regala una básica declaración de principios: “Una canción buena la puede hacer casi cualquier persona del mundo. Un disco bueno también se puede hacer. Pero para aguantar un proyecto tienes que tener una conexión más allá de lo musical”.
La inquietud musical de Pico es inagotable. Está preparando nuevo disco con su otra banda, el quinteto Oh! Ayatollah, “una banda más de ‘riff’ y guitarras, a lo The Strokes”, precisa. Y cuando pueda volverá a juntarse con Ortiga para publicar otro volumen de Los Rastreadores. Ha publicado un EP, “Nunomania” (2021), con la banda Mundo Prestigio. Realizó remixes para Joe Crepúsculo y VVV [Trippin’you]. Junto a Carlangas colaboró y disparó breaks en “O dia que volvín nacer”, una de las nueve canciones del disco en solitario del ex Novedades Carminha: “A los dos nos gusta mucho el rollo Beastie Boys, esa parte más jovial del rap y tal. Y estoy muy contento porque es una canción que no habría hecho yo solo. Sin embargo, haciendo canciones con colegas con los que te entiendes tan guay, como con Carlangas, todo suma. O sea, todo es jovial, todo es ‘venga, va, alegría’. La letra nos salió en una tarde y la base es muy fresca: así da gusto”.
En directo Grande Amore son Nuno, Clara Redondo (guitarras) y mariagrep (DJ) y sus conciertos son un arrebato de sudor, agitación y pogos. Este mes tocarán en el Il Son Urbán de Barreiros (13), en el Our Fest de Ourense (21), en el BIME de Bilbao (entre el 25 y 28) y en el O Castañazo de Chantada (27). En noviembre estarán en el Ke Kaña de Guadalajara (18). En diciembre pasarán por León (22) y Oviedo (23). Y en enero recalarán en el Inverfest de Madrid (20).
¿Qué ha aportado Carlangas a este segundo disco?
Carlangas es un tío que sabe encajar todas las piezas, que tiene las cosas muy claras: dialoga, pero defiende sus ideas. Y flipo porque tiene una mezcla de cualidades que no he encontrado en nadie. Por un lado, el trabajo de una música muy espontánea, muy popera, muy fresca. Pero, al mismo tiempo, le da un mimo a esas producciones y le da unas vueltas, unos toques… Y eso es increíble. Detrás de eso hay muchísimo curro, más de lo que te esperarías de un artista tan popero, hay muchos detalles. Aprendo mucho currando con él porque yo estoy justo en la otra parte, en un lugar mucho más visceral. En general, el proceso fue más importante que la parte técnica, porque nosotros tenemos unos conocimientos técnicos realmente limitados. Y no lo digo en plan apología de la ignorancia, pero es verdad. La parte para mí más importante de la producción fue la previa, las conversaciones que tuvimos: de grupos que nos flipan y de la energía que tienen bandas como Sleaford Mods o los Ramones, rollos así tan simples pero tan fascinantes.
La portada de tu primer disco y este segundo tienen elementos comunes. ¿Qué tienes tú con los caballeros medievales?
Cuando de adolescente iba con mis padres a El Corte Inglés de Coruña y compraba discos, lo flipaba con las portadas de Judas Priest, de Motörhead y todo ese rollo. A mis 13 o 14 años me gustaba más el rock rollo AC/DC y Led Zeppelin. Motörhead y otras bandas las descubrí más tarde. Pero sí que me flipaban las portadas, no sé por qué. Siempre me apeló mucho esa estética.
Este disco suena musculoso, implacable. ¿Era tu intención que fuese como una especie de terremoto, que tuviese esa energía, ese ritmo?
En el primer disco –al margen de la voz, que es la que es, un caso perdido– la música tiene más capas, más texturas, muchos más instrumentos. Había algunas canciones que eran tocadas y luego sampleadas. O sampleadas directamente de algunas cosas. O algunos sintes que tenía Hevi. Era mucho más, salvando las distancias, en plan Phil Spector. Pero este disco queríamos que fuese más directo. Por probar, básicamente. Me compré una Roland TR-8, una caja de ritmos; una Roland B3, que es el sinte de bajo de esa caja de ritmos, digamos. Y teníamos un teclado MicroKorg que tiene en su estudio Raúl. Y con eso hicimos todo el disco. Quería probar a hacer eso, porque tengo mucha tendencia a meter capas al ser más fácil que nunca con Ableton y todo este tipo de software el duplicar pistas. Eso a veces está guay, pero a veces acabas perdiendo la energía.
En tus letras hay un cierto desencanto de sentirte un poco fuera, de no encajar en tu entorno social. Mencionas la precariedad y el trabajo en alguna canción y brota la realidad de la gente joven, el paro juvenil y una serie de realidades jodidas.
Esa temática, que a mí es algo que me toca, igual que a toda mi generación, creo que aparece en una o en dos canciones, no es el eje vertebral del disco. En mi día a día me río bastante, disfruto bastante, entre comillas. Pero sí que es cierto que a la hora de mostrar mi voz en las letras siempre acaban saliendo cosas agónicas, porque realmente soy una persona también muy agónica. Siempre sale esa parte más desencantada, tampoco es adrede. Realmente es una parte de mi vida o de mi forma de sentir el mundo. Como no lo hablo en mi día a día con nadie es más fácil que use las letras como válvulas de escape.
“Do meu corpo venen outros corpos” es una canción muy “Cuarto Milenio”. ¿Acaso es que te gusta ese mundo de lo paranormal, de los espíritus o de la reencarnación?
Esa frase me vino literalmente una vez a la cabeza, sería quizás en 2018, y la apunté en las notas del móvil. Tampoco significa nada en concreto más que “de mi cuerpo vienen ciertos cuerpos”, pero me gustaba. Puede tener ese punto del espíritu o pensar en la reencarnación. A lo mejor más por ahí. Pero no soy muy fan de lo paranormal. Hay una frase que dice “ábreme la ventana el día que me muera”, y eso es porque cuando yo era muy pequeño un día mis abuelos fueron a ver a una vecina amiga de la familia de nuestro pueblo, porque ya estaba muy mayor. La señora estaba en una silla, en una mecedora. Le dijo a mi abuela: “Mira, ábreme la ventana un segundo, por favor”. Abrió la ventana, se recostó y se murió. Literalmente. Yo no estaba presente, por suerte, si no estaría traumatizado seguro. Y me quedé volado. Luego me enteré que es parte de la mitología islandesa, que pasa recurrentemente, que dicen que hay algo en el cuerpo que se va cuando se muere y que mucha gente pide que se abra la ventana justo por eso. Esto lo tenía que meter en la canción. Ahora perdimos la relación más natural con la muerte. La Santa Compaña estaba ahí e imponía mucho, porque había un punto de respeto. Pero es una mezcla muy curiosa. Mi generación ante ese tipo de situaciones tendría reacciones más locas y traumáticas que la de mis abuelos, que lo tenían más interiorizado, de alguna forma.
La verdad es que ahora la escena gallega tiene un momento espectacular. ¿Siempre lo ha tenido?
Creo que siempre hubo proyectos muy interesantes. De un tiempo hasta aquí, por razones un poco inexplicables, se pone más el foco desde fuera. Cuando tenía 16 o 17 años me empecé a enterar de lo que era la música gallega, porque yo hasta ese momento escuchaba Deep Purple, Led Zeppelin, luego la Velvet Underground y ese rollo. Así que estaba muy desconectado.
¿Cuál fue la primera banda que te llamó la atención?
¿Gallega? Terbutalina, un grupo de garage de allí. A mí, literalmente, te juro que me cambiaron la vida. Si no llega a ser por ellos no estaría haciendo lo que hago. Y musicalmente no nos parecemos en nada. Me acuerdo de que los vi por primera vez en un concierto en Ribadeo, al lado de mi pueblo. Solo conocía grupos en gallego, de folk, rollo tradicional, que eran lo que nos enseñaban en clases de música de pequeños. Respeto mucho lo tradicional, pero nunca conecté con eso porque siempre me moló el rollo de rockero. De repente llegan Terbutalina, unos pavos rockeros con pintas de delincuentes, con tatuajes carcelarios. Los veías y decías “este tipo me la va liar, me roba la cartera o lo que sea”. Y tú, adolescente, ves llegar a esos tipos con su rollo cantando en gallego, en un estilo de música que a mí me gustaba porque se parecían a los Black Lips cuando eran más garageros. De repente unos pavos que suenan bien y que encima hablan en gallego y podrían ser prácticamente vecinos míos. Me dije “¿qué es esto?”. Y de ahí descubrí muchos más grupos: Familia Caamaño, Sés, Malandrómeda, Ataque Escampe, que son proyectos que ya estaban ahí hace diez u once años, cuando yo era adolescente, y que a mí me cambiaron la vida, me moldearon el cerebro. De alguna forma gente como Terbutalina tocando por toda la geografía han abierto camino para la gente de ahora. Y sí que es cierto que ahora Galicia tiene más foco mediático que nunca.
¿Crees que ahora hay menos prejuicio con escuchar música en otras lenguas, como el gallego?
Yo creo que menos que nunca, aunque supongo que igual seguirá habiendo. Tocamos en Santa Coloma de Gramenet en el festival Sintonitzza y la gente cantaba las canciones en gallego. Gente que me flipa lo que hace, por ejemplo Rosalía, que canta en castellano, no entiendo lo que dice. La escucho y digo “olé”. La generación de mis padres escuchaban a Pink Floyd y no sabían lo que decían. Lo decía Kiko Veneno en una entrevista y me pareció muy guay: “Más allá de que tú entiendas las palabras como tal, hay unos intangibles que a ti te llegan o no te llegan”. Y te llega mucho antes de que tú sepas lo que dice en concreto. Yo tardé años en saber qué decían las letras de los Sex Pistols y sin embargo escucho al pavo cantar con esa rabia y digo “tiene que estar diciendo algo que me mola, no sé por qué, pero seguro”. Y creo que eso sí que funciona, al margen de lo que tú entiendas. Sigur Rós se inventaron un idioma y funcionaron bastante. Hay cosas que trascienden lo idiomático y que si encima lo entiendes, suma. The Rapants es un grupo en gallego que está funcionando muchísimo en Galicia y que están empezando también a salir fuera. Y molan muchísimo, tienen un rollo superfresco, bailable, y encima las letras las entiendo y me molan. Es un plus. Pero, aunque no los entendiese, los escucharía igual.
La gente que va a tus conciertos acaba cantando tus canciones. ¿Por qué crees que surge esa conexión? ¿Es porque hablas de cosas muy directas, muy cercanas?
Bueno, no tengo ni idea. Me sorprende y me alegra muchísimo. Pero supongo que es porque el estribillo es más o menos coreable, si fuesen endecasílabos todo el rato sería un poco más complejo. ∎