Aprendizaje universal. Foto: Yuichiro Noda
Aprendizaje universal. Foto: Yuichiro Noda

Entrevista

Ichiko Aoba, lágrimas de agua salada

“Luminescent Creatures” es el octavo álbum de estudio de la japonesa Ichiko Aoba, una nueva entrega de un universo ficticio que comenzó con “Windswept Adan”. Inspirada por sus viajes al archipiélago de Ryukyu, Aoba parte del folclore tradicional de dichas islas para sumergirse en un aprendizaje universal, transformando su anterior narrativa cinemática en una reflexión sobre el océano, la luz y el origen de la vida. Este mes lo presenta en directo en Barcelona (10) y Valencia (11) y el 4 de julio actuará en el festival Vida de Vilanova i La Geltrú.

“Luminescent Creatures” (hermine-[PIAS] Ibero América, 2025) es la segunda parte de “Windswept Adan” (hermine, 2020). El penúltimo disco de Ichiko Aoba era una novela musicada e imaginada por la propia artista, en la que una niña es separada de sus padres y ha de vivir en una isla llamada Adan. La joven, que posee poderes dentro del campo de la adivinación, ha de exiliarse de su tierra natal con el fin de preservar sus habilidades mágicas. Adan, por supuesto, solo existe dentro del universo creativo de Aoba, si bien está inspirada cultural y geográficamente en el archipiélago Ryukyu, un reguero de islas que forman un camino desde el sur de Japón hasta Taiwán. La más grande y popular es Okinawa, una suerte de caribe nipón.

Aoba comenzó a visitar rutinariamente el archipiélago en el año 2020, y sigue siendo una costumbre que mantiene a día de hoy. Los viajes iniciales no solo le sirvieron de inspiración para su séptimo trabajo de estudio, sino que, simultáneamente, a la japonesa se le vino a la mente el concepto de su nuevo álbum. Así, aunque uno haya sido publicado a la cola del otro, ambos comparten el mismo momento creativo: No es exagerado decir que la creación de ‘Luminescent Creatures’ ya había comenzado en la época de ‘Windswept Adan’. Muchos elementos de canciones que se compusieron entonces están entretejidos en esta obra. Si en ‘... Adan’ narraba la historia de una niña solitaria que se asomaba al diminuto agujero de una concha marina, ‘Luminescent Creatures’ tiene un alcance más amplio, pues habla de sumergirse en el océano y contemplar su inmensidad. Quería crear una obra en la que cualquiera pudiera ser el protagonista. En lugar de una historia limitada y predefinida, quería crear algo que pudiera solaparse con la vida de cada persona, donde diferentes formas de vida pudieran coexistir en un mismo planeta.

Ichiko Aoba: “SONAR”, vídeo dirigido por Kodai Kobayashi.

Álbumes hermanos

Mientras que el álbum anterior era una historia cerrada, “Luminescent Creatures” es la versión universal de su predecesor: dos caras de una misma moneda, pero una con nombres propios y otra sin ellos. Para ligar ambos trabajos todavía más, Aoba titula su nuevo disco con el último track del anterior. Sin embargo, para esta ocasión, la nipona quería hablar de la vida en su plano más genérico: quiénes somos, pero sobre todo de dónde venimos. Okinawa puede recorrerse en veinte minutos en coche (a lo ancho) o dos horas (a lo largo). La comparación con la inmensidad del océano a su alrededor puede llegar a ser tan aterradora como misteriosa, y este es el punto que Aoba toma como referencia para narrar su “Origen de las especies” particular: “Una vez, fuimos formas de vida microscópicas nacidas en este planeta”. Así, el nombre del LP hace referencia a la bioluminiscencia, esa cualidad de determinados seres vivos (en su mayoría marinos) para producir luz: “En algún momento, esos organismos se dieron cuenta de que estaban solos. En ese momento, decidieron emitir luz, no solo para brillar, sino como mensaje: estoy aquí, por favor, fíjate en mí. La luz no es solo luz, es algo que solo pueden emitir quienes comprenden la oscuridad y la soledad. Como seres humanos, aún debemos llevar rastros de esa antigua forma de comunicación. Cuando sentimos amor, cuando sentimos soledad... quiero escuchar atentamente el tenue resplandor que se desprende del interior de la vida misma”. En este sentido, la artista entiende la luz como una forma de comunicación primitiva que ha trascendido hasta nuestros días. Su disco es una alusión constante a dicha teoría: por ejemplo, las coordenadas que titulan “24° 3’ 27.0” N,123° 47’ 7.5” E” hacen referencia al faro de la isla de Hateruma, la más meridional de todo Japón: “Un faro marca la existencia de una isla, un mensaje que dice: estoy aquí. El hecho de que parpadee lo asemeja mucho a la bioluminiscencia. Ese pulso rítmico, una llamada silenciosa en la oscuridad, me recuerda cómo los seres vivos emiten luz para hacerse notar”. Así, el octavo álbum de Ichiko Aoba es una reflexión universal sobre la vida humana, que encuentra una alegoría en la vida oceánica y su bioluminiscencia: “El agua almacenada en nuestro cuerpo está sincronizada con el océano. Cuando te paras a pensar por qué las lágrimas son saladas, es realmente misterioso y conmovedor. Siempre que me sumerjo en el mar, me abraza la sensación de estar en casa. El agua siempre está presente en su ciclo, estemos donde estemos, pero cuando estoy en una pequeña isla, puedo sentirla más íntima y directamente que nunca”.

“Llevo visitando Ryukyu continuamente desde la época en que creaba ‘Windswept Adan’. Pero ya no es solo por mi trabajo: se ha convertido en una parte preciosa de mi vida. Uno de los mayores cambios después de la publicación del álbum fue mi participación en los rituales sagrados de la isla”

Agua, música y cine

Aoba es originaria de Urayasu, una pequeña ciudad de la prefectura de Chiba (muy cercana a Tokio, al noreste de la isla principal de Japón). Su ciudad está dividida por el río Edo, que separa la zona tradicional (un barrio de pescadores) del urbanismo moderno (donde se encuentra Tokio Disneyland). La cercanía con el agua ha vertebrado la historia de su ciudad, su industria y su planificación urbanística. Además, su madre trabajaba en el parque temático de Disney cuando Aoba todavía era una niña, por lo que a su educación primaria en un pueblo de la costa se añadía la visión cinematográfica de cualquier suceso cotidiano: “He visto películas de Disney desde mi infancia. En particular vi ‘Fantasía’ muchas veces, así que creo que me sumergí de forma natural en la música desde una edad temprana. No creo que la música exista por sí sola, sino que siempre está conectada con la vida, las historias, los paisajes y los recuerdos de las personas, como una gota en un flujo acuático mayor”.

Aunque ese triángulo entre agua, cine y música ha vertebrado el trabajo artístico de la compositora a lo largo de su vida, no fue hasta su viaje a Ryukyu cuando lo materializó con algo más de consistencia. El conjunto de islas pertenece al Estado de Japón, si bien gran parte de este es más cercano a Taiwán. Por tanto, Ryukyu se ha desarrollado culturalmente de forma independiente, contando con sus propias tradiciones, religiones, rituales e incluso dialectos no siempre comprensibles para los habitantes de Honshu (la isla principal del país). Siendo un oasis idílico para el turismo local, pero en un espacio menos poblado y mejor conservado, los autóctonos son más reticentes con el visitante que en las megalópolis de Honshu. Aoba, en cambio, ha estudiado la cultura hasta ser aceptada dentro de esta: “Llevo visitando Ryukyu continuamente desde la época en que creaba ‘Windswept Adan’. Pero ya no es solo por mi trabajo: se ha convertido en una parte preciosa de mi vida. Uno de los mayores cambios después de la publicación del álbum fue mi participación en los rituales sagrados de la isla. Tradicionalmente, solo los isleños participan en estas ceremonias. Sin embargo, debido a la disminución de la población, se me permitió participar después de pasar varias pruebas. Tuve que demostrar que podía tocar las canciones requeridas en el sanshin y ganarme el reconocimiento de la comunidad local. Este año es la tercera vez que participo. No importa lo grande que sea el festival de música para el que me pidan que toque, este ritual sagrado siempre tiene prioridad en mi vida. Ese es el profundo significado que ha adquirido para mí”.

Naturaleza inspiradora. Foto: Anastassia Tretiakova
Naturaleza inspiradora. Foto: Anastassia Tretiakova

Retiros espirituales

A medida que la música de Ichiko Aoba se internacionalizaba, la artista se confinaba espiritualmente en los lugares más recónditos de su país. Tras “Windswept Adan”, la japonesa comenzó a ganar fama en Occidente, pudiendo colaborar con artistas como Japanese Breakfast, Mac DeMarco, Owen Pallett, Pomme, Weyes Blood y Black Country, New Road. Para ella, sin embargo, el interés hacia toda manifestación musical englobada bajo el término pop es algo secundario: lo que le apasiona es el folclore. Después de muchos años investigando la tradición de Honshu, Ryukyu le ofrece un sinfín de posibilidades: muy diferentes pero, a la vez, muy similares de las aprendidas Chiba. Digamos que cada uno de sus viajes es un estudio de campo en el que recoge la tradición oral de los lugares en los que para: “En este nuevo trabajo, la segunda pista incluye una canción que se ha transmitido en la isla durante generaciones. La letra está en un dialecto local, y puede resultar difícil de entender incluso para los hablantes nativos de japonés. Quise entrelazar esta canción con la pieza, honrando la belleza de la tradición oral y el modo en que estas melodías se han conservado a través de las voces de quienes nos precedieron”. Si bien en Ryukyu ha encontrado una extensión de su espíritu, Aoba practica la misma inquietud con la música tradicional de cualquier país al que visita: “Siento que la gente, independientemente de su idioma, raza, edad o fronteras, se siente envuelta por la música. Es un espectáculo que siempre me produce felicidad. Los japoneses tienen la naturaleza de saborear tranquilamente las emociones en sus corazones, lo que a menudo se traduce en un público silencioso. Sin embargo, lugares como México e Indonesia estaban especialmente animados, con vítores como si yo estuviera en una banda de rock, y fue muy interesante. Quiero apreciar y responder con gratitud a cualquier tipo de reacción. También absorbo la música local. Por ejemplo, en España asistí a una auténtica actuación de flamenco y compré una guitarra flamenca a un lutier muy tradicional. En Bali, vi una actuación de kecak y aprendí gamelán. Es una gozada experimentar la música que se ha ido gestando en los distintos países”.

“También absorbo la música local. Por ejemplo, en España asistí a una auténtica actuación de flamenco y compré una guitarra flamenca a un lutier muy tradicional. En Bali, vi una actuación de kecak y aprendí gamelán. Es una gozada experimentar la música que se ha ido gestando en los distintos países”

Música polisémica

El resultado es un álbum que entreteje folk con la música contemporánea y la composición propia de las bandas sonoras (en este caso, de una película imaginaria). Vuelve a contar con el compositor Taro Umebayashi, conocido por ser el encargado de musicar el anime “Yuri!! On Ice” (Saro Yamamoto y Mitsuro Kubo, 2016), que sigue las aventuras de un patinador artístico. Así, el gusto por el tiempo pasado de Aoba se conjuga con el enfoque más académico de Umebayashi, creando un paisaje técnicamente impresionista y, a nuestros oídos, muy asiático: “En lugar de ceñirnos a un marco específico, ambos volcamos nuestras raíces en esta obra sin vacilar. Al permitir que nuestros orígenes se entrelazaran, pudimos crear algo realmente original. Creo que ese impresionismo procede de la influencia de Umebayashi. Colaborar con él en la composición y los arreglos fue como una especie de asesoramiento. Hablamos innumerables veces, iluminando suavemente las sombras que persistían en nuestros corazones. Llegar a ese lugar era a menudo doloroso y difícil, pero cuando salíamos a la superficie con fragmentos de música en la mano, la alegría era indescriptible”. La manera en que Ichiko se expresa, a menudo poética y a veces enigmática, refleja su visión de la vida y su arte como una totalidad. Criada entre la vastedad del mar y la magia del cine, dos elementos en su personalidad inseparables, concibe cada elemento de su disco como algo polisémico: un todo con varios significados. Por ejemplo, Aoba parte de un titileo casi imperceptible en la profundidad del mar para reflexionar sobre la profundidad del carácter humano (en su obra, todo es dual): “Las imágenes de las profundidades marinas estaban presentes, pero, además, quería captar una sensación de profundidad emocional. Durante el proceso creativo, sentí como si estuviera sumergiéndome físicamente, metiendo el cuerpo y el alma en la obra”.

En “Luminescent Creatures” el océano se entiende como un abismo infinito, una extensión de sombra y oscuridad que encierra, en momentos muy puntuales, algo de luz: aterrador, intimidante y, a la vez, bellísimo. Ichiko lo entendió en cuanto sintió la presión del agua envolviendo su cuerpo, descendiendo sin más oxígeno que el que cabía en sus pulmones en sus inmersiones marítimas por Ryukyu. Esas dicotomías –el esplendor y el peligro, la delicadeza y la fuerza– impregnan los paisajes sonoros de “Luminescent Creatures”: “Para mí, se trata de definir las distintas cualidades de las personas. Esto puede ser difícil a veces. Aun así, quería seguir reflexionando sobre el significado de nuestros diferentes yoes coexistiendo en el mismo planeta”. El agua, como la vida misma, también está llena de contradicciones. ∎

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