¿Hay músicos que sientas cercanos en el panorama actual?
Me inspiran muchos músicos, aunque diría que mis tres grandes referentes son Kenny Wheeler, Rabih Abou-Khalil y Jon Hassell. Con ellos siento una conexión musical profunda, porque me hacen sentir algo muy dentro. Más que sentirme “parecida” a colegas actuales, lo que hago es dejarme inspirar por ellos y al mismo tiempo intentar ser yo misma, no copiar.
Has colaborado con músicos de distintos géneros, incluso con Radiohead o Lee “Scratch” Perry. ¿Cómo han influido estas experiencias en tu trabajo?
Mucho. Grabé con Radiohead en “The King Of Limbs” (2011) y eso me abrió a experimentar con la electrónica en directo, usando kaoss pads –el controlador MIDI–. También trabajé con These New Puritans, que exploraban sonidos encontrados y la manipulación de grabaciones. Y con mi amigo Jason Singh, que es un nature beatboxer y me influyó mucho en el diseño sonoro. Ellos me enseñaron a manipular sonidos y a combinar lo acústico con lo electrónico. Trabajar con artistas de otros géneros amplió mi horizonte: me llevó más allá del jazz y de la música árabe, hacia un territorio donde conviven electrónica y acústica.
¿Cómo describirías tu relación con la trompeta y la electrónica, no solo como herramientas que moldean tu voz y tu improvisación, sino también en la manera en que difuminan la frontera entre improvisación y composición?
Para mí, la trompeta es una extensión de mi cuerpo, un amplificador de mis pensamientos. Cuando improviso, todo lo que no sé expresar con palabras se transforma en sonido. Es casi como cantar: el aire, la forma de la boca, la lengua, todo genera una voz muy personal. Es también una herramienta terapéutica. Por ejemplo, cuando me siento triste entro en el estudio y toco. Eso me ayuda a liberar emociones y a cuidar mi salud mental. La electrónica amplía ese lenguaje: borra la frontera entre improvisación y composición, y me permite crear nuevas texturas.
Tus discos a menudo rinden homenaje a figuras femeninas, ancestros y mitos, y sin embargo el jazz sigue siendo un campo estructuralmente dominado por hombres. Incluso te han llegado a decir que “tocas como un hombre”. ¿Ves tus discos como documentos que desafían esas expectativas, o como ficciones especulativas que reimaginan lo que podrían ser las voces femeninas en el jazz?
Hay un estereotipo que dice que la música compuesta por mujeres debe ser delicada, calmada, “femenina”. Eso es absurdo. Históricamente, si una compositora escribía música con acordes disonantes o ritmos fuertes, era ridiculizada. A mí me gusta tocar fuerte, disonante, imprevisible. Yo espero que cuando la gente escuche mi música no piense en géneros, sino en historias. Afortunadamente, hoy hay más mujeres componiendo y tocando en todos los géneros, aunque todavía falta mucho para alcanzar la igualdad. Que se perciba nuestra música sin estereotipos.
“Para mí, la trompeta es una extensión de mi cuerpo, un amplificador de mis pensamientos. Cuando improviso, todo lo que no sé expresar con palabras se transforma en sonido. Es casi como cantar”
¿Cómo influye tu herencia mixta en tu música? Al escucharla, no percibo una sola tradición, sino más bien me genera una sensación que es de todos lados.
Sí, mi herencia está presente, en particular la música bareiní. En mi último álbum, “Paradise In The Hold”, incluí grabaciones de campo de buceadores de perlas de Baréin. Tienen ritmos e instrumentos muy singulares que quise incorporar. Mi reto es expresar todo esto de manera contemporánea, no tradicional. Por eso integro electrónica y también un enfoque distinto hacia el jazz, escapando de sus reglas más rígidas.
Leí que trabajaste durante mucho tiempo en este disco. ¿Por qué se alargó tanto el proceso?
Empezamos a grabar en enero de 2020, pero llegó la pandemia. Perdí la inspiración y dejé el proyecto meses. Más tarde recuperé la motivación y volví a trabajar en las grabaciones, añadiendo nuevas partes de trompeta e invitando a cantantes como Natacha Atlas o Randolph Matthews. Ese tiempo me permitió repensar el álbum y cambiar bastantes cosas respecto a las primeras sesiones. Aunque se alargó, estoy contenta: necesitaba ese proceso para llegar al resultado final.
Sueles dejar pasar bastante tiempo entre disco y disco. ¿Es porque buscas un trabajo muy preciso?
Sí, porque la música permanece para siempre y quiero que sea especial. No me gusta correr y luego arrepentirme de haber grabado algo de manera precipitada. Soy perfeccionista, pero también sé cuándo dejar ir una obra. Para mí lo importante es que tanto yo como el oyente sintamos que la música está completa.
“Yo espero que cuando la gente escuche mi música no piense en géneros, sino en historias. Afortunadamente, hoy hay más mujeres componiendo y tocando en todos los géneros, aunque todavía falta mucho para alcanzar la igualdad”
Tu música combina belleza con un trasfondo político muy fuerte. ¿No temes que la belleza neutralice la urgencia del mensaje, sobre todo en tiempos tan convulsos?
Mucha gente me escribe para decirme que mi música los calma en medio de un mundo terrible, y eso me alegra. Pero también compongo desde la rabia y la indignación. Ahora mismo trabajo en piezas inspiradas por el genocidio en Gaza y la guerra en Sudán. Antes ya había compuesto “A Shoal Of Souls”, incluida en “Polyhymnia”, dedicada a quienes perdieron la vida cruzando el Mediterráneo en busca de un futuro mejor. Este nuevo material es más visceral. Algunas piezas están inspiradas por Rage Against The Machine, mezcladas con jazz y sonidos de Oriente Medio. Creo que se notará más mi enfado y mi urgencia en lo que viene.
¿Qué podemos esperar de tus próximos conciertos en España?
Serán tres conciertos en dúo con Ralph Wyld, que toca vibráfono, marimba y electrónica. Yo estaré con la trompeta, otros instrumentos, bajo sintetizado y electrónica. Presentaremos versiones reimaginadas de piezas de mi catálogo y de mi último álbum, en un formato más íntimo pero lleno de energía. ∎

Desde su debut,“Finding My Way Home” (Suntara, 2011), Yazz Ahmed ha explorado su herencia a través de la improvisación, combinando escalas árabes de cuartos de tono con guitarras, metales y percusiones tradicionales como la darbuka. Si “Polyhymnia” (Ropeadope, 2019) celebraba el poder de las mujeres, “A Paradise In The Hold” se adentra en las tradiciones del Golfo Pérsico con diez piezas donde lo personal y lo político se entrelazan con más fuerza que nunca.
No es la bravura urbana de la trompeta de Freddie Hubbard ni el lirismo melancólico de Kenny Wheeler, aunque hay ecos, sino algo más cercano a “Bitches Brew” (1970) de Miles Davis o a las exploraciones espirituales de Don Cherry. Los cantos familiares de Baréin dialogan con grooves eléctricos y polirritmias modernas, mientras la trompeta de Ahmed se convierte en una voz capaz de atravesar tanto la intimidad como la celebración colectiva.
El disco incorpora por primera vez voces protagonistas –Natacha Atlas, Randolph Matthews y Brigitte Beraha– que funcionan como un instrumento más, borrando fronteras entre canción y composición abierta. No todas las piezas alcanzan el mismo nivel: el bajo monótono de “Though My Eyes Go To Sleep, My Heart Does Not Forget You” choca con la melodía aguda de Alba Nacinovich, y las vocalizaciones grupales de “Al Naddaha” se diluyen entre las trompetas dobladas. Pero Ahmed brilla cuando sus composiciones se sueltan: “She Stands On The Shore” evoca el vaivén de las olas y “Her Light” convierte una canción nupcial en danza extática.
El tema homónimo, de diez minutos, es otro punto culminante: a partir de una grabación de buceadores de perlas, Ahmed construye un groove hipnótico donde destacan George Crowley (clarinete bajo), Corrina Silvester (percusión), Dudley Phillips (bajo), Josh Blackmore (batería), Ralph Wyld (vibráfono), Naadia Sheriff (teclados) y las voces de Matthews y Beraha. Lo fascinante es cómo Ahmed evita el folclorismo: convierte la estética en denuncia y afirma su identidad como un puente entre herencia y experimentación. ∎