“Omega” en el corazón. Foto: Alfredo Arias
“Omega” en el corazón. Foto: Alfredo Arias

Entrevista

Kiki Morente: su cante y un poema

Lleva más de un decenio subiéndose a los escenarios y toda la vida estudiando a los maestros flamencos. Se reconoce en esa tradición y asume su coprotagonismo como custodio del imponente legado familiar. Pero no quiere dejarse arrinconar por la ortodoxia ni desoír su instinto. En “El cante” documenta estas voluntades con un novedoso planteamiento sonoro y conceptual.

Kiki Morente (Granada, 1989) publicó su primer álbum a finales de 2017. “Albayzín” remitía al barrio de su familia y era un trabajo de trazo clásico en el que exploraba un amplio arco de cantes con ayuda de los Habichuela y de su hermana Estrella, desarrollando así las pautas formales que su padre –Enrique Morente, fallecido en 2010– había señalado. Esa primera grabación tuvo las dificultades propias de cualquier estreno, pero también se tradujo en experiencia y nos permitió conocer mejor a un cantaor dúctil, sensible y con fundamentos. El caso es que a Kiki el cuerpo le pedía salirse de ciertos moldes, difuminar algunos márgenes, ensanchar su propio scope. Y quería, ante todo, divertirse. “El flamenco es muy divertido y los flamencos nos divertimos más que nunca cantando aquí, en una mesa, o en la casa”, afirma, con un discurso suave y ajeno a cualquier prisa. “No nos hace falta inventar porque está todo inventado. Es una de las cosas ‘bonicas’ que tiene el flamenco: lo pone en funcionamiento tal cantidad de información, tantos cantes que aprender, tanta guitarra, que es muy divertido. Pero sí existe la manera diferente de desarrollarlo por las necesidades de cada uno. Y, en mi momento, yo lo sentía así”

“El cante” (Universal, 2021), como su propio nombre indica, es un disco de cimientos flamencos –de la bulería a la seguiriya, pasando por las alegrías o la malagueña– sobre los que construye una estructura de carácter pop en la que combina materiales orgánicos y sintéticos. Guitarras, percusiones y palmas, pero también teclados, programaciones y samples. Madera y cable conviviendo en composiciones cortas y sustanciales, accesibles y apetecibles, ante las que cualquiera puede darse por aludido. “Esa es la idea, respetar la esencia del cante, tomar el flamenco como raíz para desarrollar una nueva forma de verlo. Seguramente de aquí a un año estaré aburrido, andaré loco por estar con una guitarra solo, me habré hartado de electrónica y de bombos y de tal… pero esto es lo que toca y ahora mismo intento que se refleje parte de lo que es el respeto y la pureza del cante a la hora de la estructura, de respetar las melodías de los cantes, más los acompañamientos y cierto desarrollo que tiene cada canción, porque se terminan convirtiendo los cantes en canción, son ‘cantes acancionados’. Creo que no se puede decir que deja de ser cante, pero sí es una manera diferente de hacerlo”.

“El cante es una seguiriya, un palo que es como la selectividad en el flamenco. La canción se llama así porque es como un grito de guerra, de impotencia, de protesta… ¿A qué voces canto? Pues, en este caso, a las voces que ya no tenemos, a las que dejaron todo a través de la fatiga, del currelo, de lo que estamos hablando, como son Manolo Caracol, Chocolate… Adopto ese punto rockero que tenía mi padre. El sonido desgarrador de ‘Omega’ yo lo llevo en la carne”

El álbum empezó a germinar cuando Kiki tiró de una malagueña que su padre había dejado grabada. Trasteando con ella en el estudio casero, se dio cuenta de que ahí había un camino que merecía la pena seguir. Con la pandemia y el confinamiento, el disco también entró en cuarentena. Cuando terminó el bloqueo doméstico, Kiki viajó a Madrid y visitó el Museo del Prado. Goya era uno de los pintores predilectos de Enrique Morente y aquel paseo pictórico activó un mecanismo conceptual que ha terminado permeando en la obra. “Relacioné el proceso de creación que estábamos pasando en el disco con cada cuadro. Me decía: ‘Pues este cuadro representa este cante que estamos haciendo’, y pensé que podía ser bonito hacerle un homenaje al genio a través de este disco, que se sale un poco de la redundancia”. La mayoría de las canciones de “El cante” apelan a los pinceles del artista aragonés. Algunas de sus pinturas también impregnan el contenido de las canciones, como “Voces del 3 de mayo”. “Es un caos con reflejos de seguiriya. En ‘El ciego de la guitarra’, la letra también apunta a Goya. En mitad de la creación del disco dijimos que si íbamos a tener una conexión con estos cuadros, valía la pena meterle pintura a esto”.

Cante pictórico. Foto: Alfredo Arias
Cante pictórico. Foto: Alfredo Arias

“Voces del 3 de mayo” es el pasaje más sombrío del disco. Una composición que, inevitablemente, nos hace pensar en algunas canciones de “Omega” (1996), el imprescindible trabajo de Enrique Morente y Lagartija Nick sobre textos del Lorca surrealista y Leonard Cohen. Kiki asume sin reparos la conexión con esa obra capital –ha venido a la entrevista con una camiseta que reproduce la carismática portada tricolor del disco– antes de explicar cómo fue dándole forma. “El cante es una seguiriya, un palo que es como la selectividad en el flamenco. La canción se llama así porque es como un grito de guerra, de impotencia, de protesta… ¿A qué voces canto? Pues, en este caso, a las voces que ya no tenemos, a las que dejaron todo a través de la fatiga, del currelo, de lo que estamos hablando, como son Manolo Caracol, Chocolate… Adopto ese punto rockero que tenía mi padre. El sonido desgarrador de ‘Omega’ yo lo llevo en la carne”. Mientras trabajaba en el tema, dio con el poema “En castellano”, de Blas de Otero (1916-1979), que aquí utiliza como introducción a “Voces del 3 de mayo” bajo el título “Mi voz”, en un recitado muy significativo. También conviene destacar el carácter cardinal de “El vito”, bisagra que articula el álbum desde su propio centro de gravedad conceptual. Acompañado por sus hermanas Soleá y Estrella, hace explícita esa voluntad de seguir conectado a la tradición pero sin sentirse prisionero de la misma, en un momento “de revoluciones, de ‘a ver qué pasa’, porque están pasando cosas con los artistas en España, con la música, con los flamencos”.

“El cante” ha sido producido y coescrito por Enrique Heredia “Negri”, cincuenta por ciento de los inolvidables La Barbería del Sur, de quien Kiki admira “la agilidad a la hora de entender, de quitarle lo indeciso, de tirar p’alante. La agilidad para hacer las cosas fácil; tardar dos o tres minutos en montar una estructura, una guitarra. Es un tío muy rápido, muy listo”. Reconoce que a él le cuesta más tomar decisiones, aunque tiene base académica para manejar el pentagrama, lucirse con una guitarra entre manos o emocionar cuando se sienta frente al micro. “La carrera me gustó. Poder compartirla con niños que no eran flamencos me enseñó lo que podía disfrutar de la música fuera del ambiente de mi familia, tan flamenca. Por la casa pasaban todo tipo de músicos, pero no es lo mismo trabajarlo de niño, cuando lo tienes ‘inculcao’. Me ayudó mucho conocer la música en general, poder leer partituras, realizarme un poco. Yo sabía que mi padre, aunque me diese mucho la tabarra y me pelease con él, cuando lo decía era por algo: ‘¿Ya has hecho una partitura?, venga, pues ya te puedes ir a jugar’”. ∎

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