Chelista, guitarrista, cantante, compositora, contadora de historias, activista… Todo eso es
Leyla McCalla, quien, por si fuera poco, desde hace dos años es además madre soltera, al menos en la práctica. Divorciada del también músico Daniel Tremblay, ella se ocupa de las tres hijas que engendraron.
“Tenemos una custodia compartida… en teoría”, dice, poniendo los ojos en blanco. Explica que cuidar de las niñas es
“una aventura salvaje”, sobre todo ahora que la industria de la música obliga a los artistas a estar continuamente de gira para ganarse el pan.
“Estar lejos de ellas es duro, pero al mismo tiempo siento que debo hacer lo que necesito hacer para ser quien soy. Es lo que nuestros hijos merecen de nosotros como ejemplo”. Las crías ya muestran inquietudes musicales. Delilah, de 9 años, toca la batería; las mellizas Zade y Zaya, de 6, trastean con la guitarra.
“El otro día una de ellas se puso a tocarla y me dijo: ‘Mamá, esto se llama ola de playa’, y rasgueaba las cuerdas abiertas. Están creando su propio mundo, pero también saben qué es mi música. Nadie ha escuchado mis canciones tanto como mis hijas”, cuenta, entre risas.
Así y todo, en medio de esa realidad que describe como
“muy complicada”, la artista de 38 años nacida en Nueva York, de ascendencia haitiana y residente en Nueva Orleans –desde donde nos atiende–, ha sacado tiempo para grabar y lanzar
“Sun Without The Heat” (Anti-[PIAS] Ibero América, 2024), el disco probablemente más accesible y luminoso de su carrera, el quinto ya. Incluso a pesar de su atrevida mezcla de sonidos y ritmos caribeños, folk, blues y rock, cóctel que define como
“tropicália de Luisiana”. Sirva de muestra el tema que lo abre,
“Open The Road”, que podría ser una perfecta canción del verano si en época estival se estilasen las canciones elaboradas y con letras reivindicativas.
“I am trying to be free” (
“Estoy intentando ser libre”) es el primer verso y, por tanto, lo primero con que se topa el oyente cuando pulsa
play.