Nueva voz en el flamenco. Foto: Alfredo Arias
Nueva voz en el flamenco. Foto: Alfredo Arias

En portada

María José Llergo

De chakras y escardillos

Fotos: Alfredo Arias / Óscar García

Rockdelux 392 (Marzo 2020)

Apareció de pronto, trazando un camino bendecido con creciente eco que, llegados a 2020, ha desembocado en su primer trabajo discográfico. Hablamos de María José Llergo, cantaora de 25 años que se desmarca de aquellas voces que han querido ver en ella a una renovadora del flamenco, ya que no reconoce en su obra más pretensión que la de convertir el dolor en belleza. Lo que no es poco. Entrevista de portada del Rockdelux 392 (marzo 2020).

Podríamos pensar que todo comenzó en las redes, donde María José Llergo empezó a labrarse un nombre hace algo más de dos años. Que fue en territorio digital donde se inició una senda con parada y fonda en acontecimientos como su actuación en el Auditori Rockdelux del festival Primavera Sound en 2019, comparecencia que la de Pozoblanco recuerda como muy determinante, aunque, según indica, al principio no las tenía todas consigo: “Cuando me lo propusieron pensé que todavía no estaba preparada, que mejor que me llamaran cuando estuviera mejor. Me sentía muy insegura”. La oferta, recuerda, llegó cuando estaba en la barcelonesa sala Apolo cantando con el rapero Juancho Marqués, quien la animó a que aceptara el reto, saldado con feliz resultado. Y sí, siendo cierto que internet y el Primavera han tenido un papel importante en el proceso que llega hasta aquí, conversando con esta joven cantante, letrista y compositora queda claro que el disparadero se sitúa más atrás en el tiempo. “Sanación” (Sony, 2020), un vinilo de siete temas que se nutre mayoritariamente de canciones divulgadas previamente, apunta como uno de los discos del año en la escena flamenca.

Destilando sentimientos. Foto: Óscar García
Destilando sentimientos. Foto: Óscar García

Considerando el título del disco, ¿debemos entender que para ti la música es, precisamente, una forma de sanación? Sí, siempre lo ha sido. Ha sido una manera de canalizar mis emociones, tanto las buenas como las malas... Y, en este caso, más bien han sido las malas. Se trataba de encontrar la paz a través de este proceso. De hacerle un poco de honor a los demonios, a ver qué me han enseñado, y a ver qué me puedo llevar de ellos. Y, a partir de ahí, encontrar la belleza. Encontrar la belleza a partir del dolor, más que nada para que el dolor no nos haga peores personas.

Estos demonios a los que aludes, ¿de qué tipo son? Mira, este disco está condicionado por el hecho de que yo, hace dos años, descubrí la meditación, que me ha ayudado muchísimo a superar los obstáculos que me ha puesto la vida. Me ha ayudado a aprender a relativizar, a aprender a aprender, a transitar. En el cuerpo humano hay siete chakras, así que he grabado siete temas, uno por chakra. En el disco encontrarás una atmósfera que lo envuelve todo, y que, de alguna manera, recrea ese estado mental o espiritual en el que me encuentro cuando estoy cantando en el portal de mi casa. Para mí, de una forma intuitiva, cantar siempre ha sido como meditar, porque es una manera de trascender o, simplemente, de entregarme a aquello que está por encima de nosotros: de dejar que pase a través de mí y llegue a los demás.

Esa atmósfera de tintes espirituales a la que se refiere Llergo se explicita con los arreglos electrónicos y la producción de Carlos R. Pinto (Lost Twin), quien forma parte del núcleo de instrumentistas que la acompañan en este proyecto y en los conciertos en directo, junto con Marc López (guitarra española) y David Soler (pedal steel, efectos). Nuestra artista no escatima elogios cuando valora el trabajo de Pinto en el álbum: “Carlos es un genio, un tesoro para Andalucía y España. Ha sabido entenderme superbién: desde el primer momento se ha establecido una conexión muy valiosa para mí y que quiero cuidar durante mucho tiempo”. Compenetración en la que no supuso ningún hándicap el hecho de que Pinto proceda de otra orilla musical. “Él tiene una intuición muy buena para captar el flamenco, se imbrica perfectamente en la sensibilidad del flamenco. Es de Alcalá de Guadaira... ¡Cómo no se va a imbricar! Forma parte de su bagaje y de su vida”.

El disco fue grabado en Madrid entre los pasados meses de agosto y septiembre, durante un proceso que Llergo califica como “precioso”. “Aunque se hable a veces de cosas duras, esa sensación de liberación cuando sacas belleza de algo malo me ha enseñado mucho y me ha hecho muy feliz. No ha sido de llanto; al revés: el llanto ha sido sanador, y de emoción”. Todo ello no significa que surgieran dudas ante el lienzo en blanco, aunque, en su opinión, “la duda es lícita y siempre está bien, porque así aseguras tus pasos. Yo no interpreto la duda como algo malo, como un problema o una limitación. Es algo que siempre debemos tener. Incluso puede ayudarte a avanzar. Es un poco como la ciencia: ensayo y error. En ciencia, muchas veces los grandes descubrimientos parten de un error, o de una casualidad, incluso”.


“Aunque se hable a veces de cosas duras, esa sensación de liberación cuando sacas belleza de algo malo me ha enseñado mucho y me ha hecho muy feliz. No ha sido de llanto; al revés: el llanto ha sido sanador, y de emoción”



Uno de los avances del disco que más me llamó la atención es “El péndulo”. ¿Cómo se fraguó el tema? Esta canción empezó cuando Carlos me envió una base inspirada por unos fandangos de La Niña de la Puebla que yo le había mandado. Es su inspiración, porque esos fandangos le recordaban un montón a su abuela. Y la base era tan bonita que al principio yo no me atrevía a cantar encima. Decidí quedarme toda una tarde en mitad del campo buscando inspiración, y estando a solas con la naturaleza me vino esta letra. Empecé a pensar en el vaivén que hacían con el viento las cosas, el vaivén del péndulo y el vaivén del tema. Para mí simboliza también el vaivén de los sentimientos, que te llevan todo el rato de un extremo a otro. El vídeo de la canción viene a representar que si paras, que si el péndulo para, es que estás muerto. El día que dejes de sentir este vaivén es porque estarás muerto, o muerto por dentro, o que habrá muerto una parte de ti.

Es, dicho a grandes rasgos, el corte más pop de “Sanación”. Sí, en comparación con todo lo que hay, sí... Es verdad que es el tema más digerible, aunque está hecho en ritmo ternario; no es como la música pop, que está hecha en cuatro por cuatro. Además, hay unos arreglos de cuerda que hicimos con Carlos... ¡De algo me tenían que servir mis diez años de violín!

Llergo se refiere a la década que pasó en el Conservatorio, en el que entró con 8 años. “Yo quería cantar, pero a la hora de escoger instrumento no podía elegir voz, porque en mi pueblo no había y sigue sin existir esa posibilidad. Para compensarlo de alguna manera, los profes les dijeron a mis padres que escogiera un instrumento de oído, como era el violín, y así lo hice: fue mi compañerito durante diez años, aunque mientras aprendía a tocarlo iba cantando por mi cuenta”. También en esa época infantil, la música fue para ella un salvavidas personal ante cierta situación de bullying vivida en el colegio. “Me ayudó a sentirme a gusto con mi apariencia física. Me hizo encontrar mi voz en los demás, por ejemplo en el caso del blues y del flamenco. Me permitió desahogarme y hallar mi zona segura dentro de mis cuatro paredes cantando. Estoy convencida de que sin la música no estaría viva. Me hubiera muerto de pena, yo creo”. De nuevo, el arte como sanación.

La canción más antigua es “Niña de las dunas”, que empezaste a divulgar por YouTube hace ya algún tiempo... Sí, la saqué el 25 de septiembre de 2017, y en realidad llevaba ya dos años compuesta. De hecho, yo me gradué en el Aula de Música Moderna y Jazz del Liceu de Barcelona, y ya se la sabían todos mis compañeros, porque yo era muy pesada y la cantaba todo el rato. Pero no la grabé por voluntad propia. Estaba en mi pueblo ese verano, y dos amigos que tienen una productora, Cortijo Films, me dijeron que les gustaría grabar algo conmigo. Les mandé varias opciones: peteneras, soleares y “Niña de las dunas”, que fue la que les gustó más. Fue todo muy precipitado. Lo decidimos un miércoles, y daba la casualidad de que Marc (López) estaba en Pozoblanco ese mismo día, porque venía a hacer un concierto conmigo. Le enseñé el tema, y a la mañana siguiente, jueves, la grabamos en el teatro de mi pueblo. El sábado cogí ropa mía y de mi abuela, me vestí, me maquillé y rodamos ya el vídeo. El tema se quedó en la marmita de internet algunos meses sin que casi nadie lo viera, pero a partir de los ocho meses o así las cosas se fueron moviendo un poco más. Llamaba mucho la atención que yo misma la hubiera compuesto y escrito.

De hecho, todas las letras del disco son tuyas, excepto “Soy como el oro”, que es una toná popular. Regresando a “Niña de las dunas” hay imágenes de eco lorquiano. ¿Es un referente para ti? La calle de mi pueblo donde vivía se llamaba Federico García Lorca, así que tal vez me venga de aquí, ja, ja... Claro que es un referente; también por lo que significa, aunque yo fui una lectora tardía de Lorca. Recuerdo que cuando me hablaron de él por primera vez en el colegio obviaron su homosexualidad, que es parte indispensable de su poesía. No puedes conocer a Lorca sin conocer su condición. No puedes entender por qué escribía como escribía sin saber cómo estaba considerado por la sociedad de su momento. Sin comprender su lucha, su dolor.

En otro extremo temporal, la pieza más reciente de “Sanación”, que también abre el álbum, es “¿De qué me sirve llorar?”. En los primeros compases de esta canción escuchamos un diálogo de Llergo con su abuelo, una figura crucial para ella en lo musical. “Él nunca me enseñó deliberadamente a cantar, pero aprendí escuchándolo a él. Cuando era niña, en el campo, a la hora de la siesta no me quería dormir y me iba con mi abuelo. Me ponía a la sombra de los olivos, él iba regando, y yo jugando con el agua y las piedras: escuchaba como su escardillo iba marcando el ritmo de cada canción mientras hacía los surcos. En estos momentos era cuando más me divertía: jugaba y le escuchaba cantar fandangos, boleros, tango... y las letras que sacaba al vecino porque igual se habían peleado por el agua o lo que fuera. Tenía y tiene sus propias letras. Siempre ha cantado. De joven se presentó a un concurso en la plaza de toros de mi pueblo y lo ganó. Querían llevárselo por ahí a dar conciertos, pero decidió quedarse con mi abuela. En los años cincuenta se vinieron a trabajar a Barcelona con su primogénito, y cuando tenían un día libre mi abuelo cogía a mi tiíto y lo paseaba por la avenida del Paralelo, donde estaban los teatros y la farándula: veía los carteles y, de algún modo, soñaba con poder cantar en uno de esos teatros”.

Rockdelux 392 (Marzo 2020). Foto: Alfredo Arias. Diseño: Gemma Alberich
Rockdelux 392 (Marzo 2020). Foto: Alfredo Arias. Diseño: Gemma Alberich

¿Tu abuelo ha sido también en el plano vital una persona importante para ti? Muy importante, sí. Me ha hecho ser consciente de lo sumamente rica que he sido siempre, aunque no hubiera de sobra en mi familia. Me ha enseñado a no sentirme nunca pobre, a saber que mi libertad no tiene precio, y que mi voz tampoco tiene precio: que tiene muchísimo valor, pero no tiene precio. A cuidar mi integridad y mi dignidad por encima de cualquier cosa. De hecho, he puesto el código de barras visible en la parte delantera del disco para significar este aspecto. De alguna manera, me apropio de un signo del capitalismo para remarcar el consejo de mi abuelo, para decirle: “Toma, abuelo, mira. He cantado, estoy cobrando, pero no me he vendido”. Porque yo he hecho este álbum con total libertad creativa, con total libertad en las letras, con total libertad al elegir con quién he trabajado y marcando mis tiempos.

Continuando con las canciones, en “Nana del Mediterráneo” abordas el drama de quienes mueren en nuestras costas. ¿Cómo surgió todo? Se trataba de reflejar una realidad de lo que está pasando con honestidad, siendo lo más sincera que he podido, pero sin hacer daño ni meter el dedo en la llaga. Con respeto, intentando dignificar a las personas a las que hemos quitado la dignidad entre todos. Y sabiendo que soy una mujer occidental que nunca me he visto en esta situación, teniendo en cuenta también mis propios privilegios. Musicalmente la planteé con mucha sensibilidad como una nana a la muerte. Hay muchas formas de descansar, y en este caso no es dormir, es morir.

El mimbre social es también evidente en “Me miras pero no me ves”, donde la autora aborda la invisibilidad a la que se ven sometidos ciertos colectivos. “Este tema –concreta– se lo dediqué a mi abuela y a mi bisabuela, como mujeres del campo que estuvieron trabajando toda su vida sin que ningún papel lo constate, y sin que ninguna pensión les devuelva la aportación que han hecho, cuando gracias a su trabajo estamos hoy como estamos. Mi abuelo cobra su pensión, mi abuela la comparte y no tiene la suya propia, pero es que, además, si mi abuelo se muere, ella cobrará una pensión de viudedad, nunca su propia pensión como trabajadora. A mí, que las instituciones den la espalda a las mujeres de esta manera me parece una brutalidad y una violencia institucional de órdago. Me parece una irresponsabilidad que no puede volver a pasar, algo muy insultante. Por eso, el tratamiento musical es de golpe en la mesa. De ‘hasta aquí hemos llegado, esto no puede seguir pasando’. Es un ritmo por seguiriyas con el que quería enfatizar mi enfado, mi cabreo, mi indignación”.

Considerando la temática de algunas de tus canciones, cabe preguntarse si eres una cantante ideológica o de denuncia... Soy una persona ideológica, pero te digo otra cosa: si mis ideas me hacen enfrentarme a los demás es que tengo que cambiar de ideas. Si las ideas nos hacen pelearnos o enfrentarnos, son malas. Todas las ideas que conllevan un conflicto no están bien formuladas ni son prácticas. Más que denuncias, las canciones son el reflejo de una realidad que está ahí y que yo plasmo. Me hago responsable de la parte que me toca, claro que sí, pero yo primero. Las cosas que te digo a ti me las he dicho antes a mí mil veces.

Nada que revolucionar

María José Llergo, que actualmente reside en Madrid, tiene a gala tener un control absoluto de su carrera: “Yo lo decido todo. Lo que me pongo, mis redes sociales... ¡Es que si no tienes tú el control lo van a tener otros! –considera–. Esta era mi prioridad. Nunca hubiera firmado con nadie si hubiera estado coartada de algún modo. Yo hubiera sacado mi disco igual, aunque fuera sola y aunque hubiera tardado cinco años”. Con la misma determinación, rechaza los argumentos de quienes han querido ver en su trabajo una voluntad de renovación, cuando no de revolución, en el hemisferio flamenco. “Eso son cosas de los demás. Yo nunca diría eso de mí, más que nada porque el flamenco es tan grande que no se puede revolucionar ni queriendo”, afirma.

Profundizando en la cuestión, nuestra protagonista muestra su convencimiento de que “el flamenco es una revolución en sí mismo, porque nace y se desarrolla de la necesidad de expresar sus sentimientos de la gente maltratada”. Partiendo de esta premisa, “que una persona alce su voz para quejarse diciendo ‘ay’, o para alabar diciendo ‘ole’, es una revolución. El flamenco tiene muchísimo poder porque encripta nuestra historia, la plasma. El momento presente que vive se queda ahí como retratado, y se hereda de generación en generación. Nosotros cantamos letras de la época de la Reconquista, por ejemplo: mira cuántos siglos han pasado, y esas letras siguen ahí”.

“Si algo es revolucionario, y pienso que no debería serlo –prosigue Llergo haciendo referencia a su trabajo–, es que me estoy expresando libremente, que creo que es lo más difícil a día de hoy. Y nada más. Yo no pretendo renovar el flamenco porque no lo necesita, porque el flamenco no ‘me’ necesita, y lo tengo clarísimo. Nosotros lo necesitamos a él, que es muy diferente. El flamenco está muy por encima. El arte es mucho más amplio, más fuerte y más libre que nosotros y nuestras cabezas; más que nuestras etiquetas y nuestros convencionalismos, y que nuestra manera de acercarnos a él”. ∎

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