Una de las cosas en que quería diferenciarme del disco anterior era en que allí hice un uso más de capas, de relleno, todo era como más esplendoroso. Aquí buscaba el “menos es más”, centrarme en cosas mucho más concisas, con menos elementos, pero donde todo estuviese muy trabajado, y creo que los textos son los más importantes que he escrito nunca. Para mí ha sido una experiencia catártica, mística incluso, de cavar en lo más profundo de mi ser, absolutamente. El texto para mí lo era todo, era la base más importante sobre la que cabalgaban el resto de los elementos. No es que escribiera las letras primero, sino que todo iba a la vez en la composición, y creo que eso también se ha notado mucho respecto a los trabajos anteriores, que la musicalidad va también dentro del texto. Entonces, sí, los silencios son muy importantes y forman parte de la propia musicalidad.
En estos años he entrevistado a infinidad de músicos que comenzaron componiendo en inglés y luego se pasaron al castellano. Muchos de ellos sugerían que dieron el paso cuando encontraron la confianza para poder hacerlo, como si antes buscaran un modo de enmascarar sus inseguridades. Pocos aseguran que lo hicieran por la intencionalidad de llegar a más gente, aunque creo que esa es una idea subyacente que no siempre se confiesa. ¿Cuál ha sido tu motivación?
En mi caso diría más bien que ha sido un proceso de autoconocimiento. La primera canción que escribí fue “Al sur” y tuve claro que quería que fuera un acercamiento a mi tierra, pero desde un lugar diferente. Hay un poso existencial y un poco contemplativo, una relación casi mística con todos esos elementos de mi tierra. Entonces vi que no había diferencia entre el idioma que hablaba, lo que estaba sintiendo y lo que estaba transmitiendo. Me encontré con que estaba escribiendo en español de un modo muy natural. Antes no se daba esa conexión con mi lengua materna, todas las referencias de música que escuchaba eran en inglés, no había una reflexión tan interna en ese sentido.
Eres licenciada en Filosofía y creo que te tira bastante su rama oriental. Percibo eso en la idea de comunión con la naturaleza, esa actitud contemplativa de la que hablabas, y también una cualidad sinestésica en música y textos.
Muchas veces desde el ego intentamos manipular las cosas para que salgan de una determinada forma conceptual, pero en mi caso diría que ha sido una revelación y estoy muy agradecida por ello. Ha habido una transformación y, obviamente, ahí está el título de “Cómo pasa el tiempo”. Yo me sentía una persona perpleja ante el cambio constante del mundo material y de nuestros propios roles. En la filosofía oriental hay ese cuestionamiento de qué somos nosotros. Al hilo de lo que comentas, yo casi era testigo, me mimetizaba con cosas de la naturaleza, con las olas o el sol, casi como si fueran personas. Es un proceso bastante complicado de explicar, pero sí es cierto que yo no soy la misma que cuando comencé a componerlo; el disco a mí me ha cambiado absolutamente y me ha dado una apertura hacia un plano más espiritual. Sentía que había dejado tras de mí una ristra de cadáveres de yoes míos. Luego hay muchos elementos que comentar, como la luna que figura en la imagen de la portada. La luna nos enseña un montón de cosas. La idea de las fases lunares es un engaño, porque la luz que se proyecta en ella es el reflejo de la luz del sol. Hay una ilusión en todo eso. Es verdad que nos afecta a nivel subjetivo desde nuestro lado, pero desde el lado de la luna nada cambia. Yo me sentía un poco en esa paradoja.
No sé si te reconoces en los referentes que se utilizan al hablar de tu música. En la hoja promocional del disco, por ejemplo, Luis Lles cita a Laurie Anderson y Rafael Alberti.
Yo admiro muchísimo a Alberti. Su poesía no la he tenido en mente, aunque él habla mucho de la arboleda perdida y esa parte existencial está ahí; él también lo eleva a algo más eterno, a un centro invariable. Él estuvo exiliado y todo se convierte en una raíz con la que situar tu núcleo, tu mundo. Puede haber paralelismos en eso o en la referencia al mar. En cuanto a Laurie Anderson, sí hay una influencia de “O Superman” (1981) en los samples de voz de “El silencio”. Estuve escuchando mucho a Camarón, que es muy de la tierra, pero apenas he estado influida por música externa. Ha sido un proceso muy de cueva, muy de estar totalmente viviendo en mis propias canciones. Hay alguna referencia más a nivel de producción con “Madrugada”, con cosas de sonido industrial de los ochenta.
Aunque también noto que el flamenco penetra sutilmente en las canciones de un modo que antes no estaba presente.
A mí siempre me ha atraído mucho la música árabe y, en general, la de fuera de Occidente; siento como que me expande la conciencia. Viajando a Estambul y la India descubrí cosas muy interesantes. Luego están Lole y Manuel. Si no me equivoco, Antonia La Negra, la madre de Lole Montoya, creció en Argelia y Marruecos. Ellos tienen también una relación con esa parte árabe y me atrae muchísimo esa conexión, esa idea de Al-Ándalus. Creo que eso está presente en discos míos anteriores, pero ahora es más evidente porque canto en español y hay un deje que se transmite de otro modo con la voz. Yo he escuchado muchísimo a Lole y Manuel, a Enrique Morente –que antes no lo entendía y ahora me encanta– y me he abierto mucho más a eso. Antes de irme a Madrid, viví en Sevilla durante diez años y, en ese tiempo, los ojos con los que miraba a la ciudad eran desde la poesía de Juan Manuel Flores (se refiere al letrista de los tres primeros álbumes de Lole y Manuel). Él la veía de una forma muy eterna, y eso me ha inspirado mucho a la hora de componer este disco. De repente, al escribir sobre el Guadalquivir me acababa acordando de lo que Lole cantaba en “El río de mi Sevilla” (1975). Son cosas que llevaba escuchando desde hace mucho tiempo y que acaban saliendo, como la referencia a los patios de naranjos que huelen a azahar.
Has ido evolucionando desde el folk-rock de guitarras a un sonido casi puramente electrónico. ¿Ha sido una depuración estética, un proceso de aprendizaje, la consecuencia de un cambio en tus gustos musicales u otra cosa?
Ha sido más bien una cuestión de composición. Cuando uno compone con la guitarra está más sujeto a un género y unas estructuras muy concretas y encorsetadas, pero la programación electrónica te da mucha más libertad, es más flexible e infinita, con todo lo que eso conlleva. Ahora compongo más a la voz, acompañándome del piano de una forma muy básica para vestir la voz y el texto. A nivel de gustos me gusta explorar con los sintetizadores, me da esa posibilidad de crear sonidos que no existen dentro de cosas que nos parece que son naturales. A mí eso me gusta, el trabajar con arpegiadores, con Ableton y con samples propios, y me siento muy cómoda así.
¿Cómo vas a llevar todo esto al directo?
Seremos tres personas, las mismas que hemos tocado en el disco: Pepe Benítez, Carlos Moreno y yo. Llevaremos dos sintetizadores, bases con Ableton, trabajando también mucho mi voz en directo, con samples, y quizá incorporemos alguna guitarra.
Regresas tras siete años de silencio, y es asumible que muchas personas se hayan olvidado de ti porque, además, las convenciones de la industria musical y el público han cambiado por completo. ¿Es algo que te preocupe?
No me he hecho expectativas en ese sentido. Es verdad que ahora se exige mucha exposición y que eso consume muchísimo tiempo. Hay muchos filósofos que hablan de eso, como Byung-Chul Han, que critica esa forma de hipervisibilización del capitalismo. Parece que si no te muestras no existes, y eso es aplicable a todas las esferas de nuestra vida. Yo entiendo que eso lo tengo que hacer, y lo tengo que hacer de forma honesta, pero creo que es excesiva esa deriva del artista, del que se espera que ya tenga que ser un community manager de sí mismo. Entiendo que es la industria la que demanda eso porque el ritmo de los tiempos actuales va al ritmo del like, pero yo creo que la vida real es todo lo contrario: necesita una narración, necesita un sentido. No considero que lo que yo hago sea para una vanidad, nunca ha sido así, necesita un poso más calmado. Tampoco quiero sonar pesimista con respecto a la industria, pero yo creo sobre todo en el amor a la música, en la música como arte. En los últimos cuatro años me he dejado mi vida entera en este disco y he habitado en cada canción más que en mi piel. Y estoy deseando poder compartir todo esto en directo. ∎