La mirada de un grande. Foto: Óscar García
La mirada de un grande. Foto: Óscar García

Entrevista

Morente: buscando la hecatombe

“Morente flamenco” (2009): regreso al flamenco puro y duro. Bueno, en realidad nunca lo ha dejado porque abre todos sus conciertos por derecho, por más Lagartija Nick o Voces Búlgaras que luego lo acompañen. Aunque sí es verdad que hacía veinte años que no publicaba un disco de las características de “Morente flamenco”; de hecho, desde que sentó cátedra junto con Sabicas en 1990. Con las guitarras de sus paisanos Juan y Pepe Habichuela, ahí han estado el felizmente recuperado Rafael Riqueni y David Cerreduela. Morente: transgresor, jondo, maestro.

En realidad, “Morente flamenco” (Universal, 2009), más que nuevo, es inédito, ya que, excepto la “Nana de oriente”, todo son temas grabados en directo en sus últimas giras. “Lo he publicado para ser un buen chico”, dice riendo Morente. “Y quedar bien con mi mujer, que me dice siempre: ‘Vaya discos más raros que haces, a ver cuándo grabas uno flamenco pa’ nosotros, para la familia’. Y como no quiero tener un disgusto familiar, que los divorcios están carísimos, ahí está”.

¿Sueles grabarte los conciertos?

No. Y aunque siempre haya quien los grabe y luego me dé copias, por lo general acaban en una caja.

“En el rock, lo más importante que ha significado ‘Omega’ es que muchísima gente joven, en festivales como el Primavera Sound o el de Benicàssim, se acerque al flamenco. Para mí eso es lo más grande, lo más bonito”

El título deja bien claro que es un disco cien por cien flamenco.

No están todos los palos ni mucho menos, pero todo lo que hay pertenece al cante clásico. Lo único que se sale un poco es la nana que lo abre.

Aunque sueles recuperar palos en desuso, en esta ocasión son todo cantes muy vivos, que se siguen cantando, salvo la serrana, claro.

Y es uno de mis cortes favoritos del disco. Por lo que yo sé, hacía años que nadie grababa una serrana y apenas se cantan ya. Es una pena, porque es un palo tan flamenco como el que más.

Desde el Morente-Sabicas de 1990 no hacías un disco tan por derecho.

En directo siempre lo hago, pero te vas embarcando en proyectos y... Bueno, un día u otro tenía que volver a ser un buen muchacho.

De aquel disco hace ya veinte años. ¿En este tiempo el cante ha evolucionado mucho, poco, nada?

Ha evolucionado, desde luego. El sonido ha cambiado y también la expresión del cante. Y la técnica rítmica ha crecido. De todos modos, yo creo que lo anterior todavía no lo hemos igualado. Y no digo superar, porque en ningún caso se trata de superar. A los buenos artistas no hay que intentar superarlos, lo que hay que hacer es aprender de ellos.

¿Es cierto que con el disco anterior dedicado a Picasso te arruinaste?

Me arruiné total... Pero, bueno, voy a ver si entro en un complot de estos urbanísticos que hay y trinco lo suficiente (risas).

¿Tan caro fue?

No es que fuera tan caro... Todo depende. Si es una productora multimillonaria, no viene de perder unos cuantos kilos, pero yo tengo un sello pequeño. Se llama Discos Probeticos, o Pobreticos, y mucha suerte no es que me haya dado el nombre, porque todos los discos que he sacado con él me han arruinado. Igual debería llamarlo Discos Millonarios; ya estoy harto de pobreza (risas). ¡Ahora lujo y poderío!

¿Cuantas veces te han propuesto hacer otro disco de las características de Omega” (El Europeo, 1996)?

Tengo todos los días propuestas de este tipo.

Morente flamenco, en directo.
Morente flamenco, en directo.
¿Y te apetecería?

Con Lagartija Nick tal vez volviera a hacer algo así. O con Los Planetas. Lo que pasa es que yo no soy de segundas partes. Si algo está hecho, ¿para qué insistir? ¿Para tener más éxito? Me aburro. Prefiero meterme en otro desastre. Yo busco siempre la hecatombe.

¿Omega” ha influido más en el flamenco o en el rock?

Creo que en los dos. En el rock, lo más importante que ha significado “Omega” es que muchísima gente joven, en festivales como el Primavera Sound o el de Benicàssim, se acerque al flamenco. Para mí eso es lo más grande, lo más bonito. Y a la inversa: en el mundo flamenco, ha supuesto reivindicar la libertad, romper con las mentes dogmáticas, esas que siempre están salvaguardando los cánones del cante. Por supuesto que los cantes hay que aprenderlos como son, igual que si vas al conservatorio aprenderás qué es una tercera o una quinta disminuida; pero todo eso no es más que una herramienta para luego hacer lo que uno sienta, libremente.

¿Como flamenco, qué opinión tienes de “La leyenda del espacio” de Los Planetas?

Me parece un disco muy bonito, y que el mundo del rock quiera acercase al flamenco clásico, al de los palos como la caña, la soleá o la seguiriya, siempre es interesante. Yo hice esta colaboración primero una octava más grave y a ellos les gustó, pero cuando me iba a ir me volví y la canté otra vez por arriba…

“Yo soy un cantaor artificial, casi sin identidad, autofabricado… A mí, cuando me preguntan dónde aprendí a cantar, tengo que decir: en México”

En tus discos el tema más radical y rompedor suele ser el primero; en cambio, en este nuevo es tal vez el más accesible.

La culpa la ha tenido mi mujer, porque yo iba a abrir con la serrana…

¿¡Con la serrana!?

Sí, y no veas cómo se puso mi mujer. Empezó a decirme: “¿Estás chalao? ¿Qué te pasa, te has vuelto loco? Estás ya muy pesado” (risas). “¡Con lo bonita que ha quedado la nana con nuestros niños cantando!”. Y me dejé convencer.

¿La nana es el debut a lo grande de tu hija Soleá?

Alguna vez ha cantado, pero aquí la puse para que destacara, sinceramente. Yo sé que ella en el fondo, y muy en el fondo, siempre ha querido y quiere cantar. Yo siempre le pido que me cante

¿Y ella quiere dedicarse también a la carrera artística?

Yo pensaba que iba a ser una profesora con gafas, dedicadísima al quehacer importantísimo de la docencia, pues tiene 25 años y ha terminado la carrera de Filología Hispánica, pero con lo bien que canta no sé qué será… Cuando grabamos la nana yo le dije que pensara que le cantaba a su sobrina Debla, la niña de Estrella, y luego la gente lo ha oído y no se pueden creer que sea Soleá. Quieren que grabe y todo eso, pero ella aún no lo tiene claro.

¿Qué Morente crees que perdurará más, el cantaor o el creador? Por decirlo de otro modo, ¿se recordará más tu modo de cantar o tu aportación al flamenco, tu voz o tu mente?

Hummm… Yo creo que la mente, porque realmente yo soy un cantaor artificial, casi sin identidad, autofabricado… A mí, cuando me preguntan dónde aprendí a cantar, tengo que decir: en México. Todo el mundo cuenta que aprendió en las cuevas, con su tía no sé qué, con su abuelo no sé cuántos, que si soy nieto de tal y heredero de cual dinastía… Pero en mi caso no fue así. Claro que le debo mucho al arte que tenía mi madre, que cantaba de maravilla aunque no se dedicara a ello, pero yo me encontré a mí mismo en México… Yo soy casi más mexicano que español aunque ahora voy muy poco, porque murieron amigos queridísimos que allí tenía.

 El maestro reflexiona: escucha. Foto: Óscar García
El maestro reflexiona: escucha. Foto: Óscar García
¿En España eras ya reconocido?

De vez en cuando tenía algún pequeño éxito, pero hasta entonces la mayoría de las veces siempre era un fracaso. Una persona maravillosa, que era discípulo de Buñuel, me animó a cruzar el charco, donde empecé a sentirme un hombre. La inspiración la aprendí a dominar en México y el cante sin inspiración no es nada. Cuando verdaderamente puedes decir que aprendes a cantar es cuando dominas la inspiración, el duende, el sentimiento, el pellizco… Puedes aprender todos los cantes y toda la Biblia y sus antologías, o sacar una voz preciosa, pero si no aprendes lo principal no sirve de nada.

¿Entonces habías grabado ya?

Había hecho un disco con el Niño Ricardo y un homenaje flamenco a Miguel Hernández, que como aquí había censura salió antes en México. Mi estancia allí, a principios de los setenta, para mí fue decisiva; tomé conciencia de muchas cosas y conocí a intelectuales de altísima categoría… Recuerdo que había un escritor, Paco Ignacio Taibo, que nos invitaba a diario a comer en la Casa de Asturias, que los asturianos son muy generosos… Nos decía: “Venid cuando queráis”. Y todos los días aparecíamos unos cuantos caraduras a comer. Todos en una mesa muy larga… Había uno que casi no hablaba, pero que se reía mucho con las tonterías que decíamos el guitarrista y yo… Y al cabo de unos años me cultivo un poco más, cojo algo de cultura, y un amigo me regala un libro que se llama “Pedro Páramo”, veo la fotografía del autor y digo: “¡Pero si este es Juanito!”.

“Si un elogio te sirve para estimularte, bendito sea; en cambio, si te sirve para que te creas el rey del mundo, te hace mucho daño. Pero entonces no es culpa del elogio, es del elogiado”

¿¡Juan Rulfo!?

Sí, el que estaba allí todos los días “enbocatao”, comiendo en la misma mesa. ¡Tenía más hambre que nosotros! Yo entonces estaba empezando a leer a Federico y Miguel Hernández, pero no tenía ninguna cultura. Había leído solo unas cuantas novelillas del oeste, a las que les debo el haber aprendido a leer y de las que nunca renegaré. Porque cuando una cosa tiene éxito es que algo tiene. No está vacío, puede tener muchas carencias, pero por algún lado algo siempre hay… Luego cayó en mis manos “Doña Rosita la soltera” y para mí fue una revelación. Me cambió mucho la visión de las cosas y empecé a leer más cosas de Lorca. Y de Miguel Hernández, porque me hice rojo.

Hoy muchos te consideran el mejor cantaor en activo…

Exageran…, hoy en día hay cantaores muy buenos. Yo estoy más bien en la línea del filo de la navaja, de llevar la contraria, es lo que me divierte; aunque sea un gran enamorado del cante jondo más clásico y de la tradición. Tengo como muchas vertientes en ese sentido y eso me salva, creo; no estoy cerrado a una sola forma de ser. En el arte hay muchas formas y hay que distinguirlas.

¿Pero tu expresión artística es siempre flamenca?

Todo parte desde el flamenco, salvo alguna colaboración especial. Si a mí un director de cine como este chico que dirigió “Bajo las estrellas” –se refiere a Félix Viscarret, para cuya banda sonora interpretó una versión de “Stella By Starlight”– me encarga una canción preciosa de Sinatra, yo la canto lo mejor que puedo, pero yo no soy cantante de ese género, yo soy cantaor.

Y entre la intelectualidad, casi canonizado en vida.

Todo lo que huela a lápida hay que desecharlo, pero, por supuesto, agradezco mucho los elogios, vengan de donde vengan.

¿Los elogios colman el ego o lo avivan aún más?

Depende de tu inteligencia y del narcisismo que cada cual tenga. Si un elogio te sirve para estimularte, bendito sea; en cambio, si te sirve para que te creas el rey del mundo, te hace mucho daño. Pero entonces no es culpa del elogio, es culpa del elogiado. ∎

El cofre del tesoro

“Morente flamenco” se editará también muy pronto en una caja junto al anterior, Pablo de Málaga” (El Caimán-Discos Probeticos, 2008), y el mítico “Omega”. Cuando el sello que en su día lo sacó hizo aguas, él compró los derechos y lo colgó en internet. Ahora, con el apoyo de la multinacional Universal, lo reeditará remasterizado con un añadido de lujo: el martinete que grabó junto a los mismísimos Sonic Youth.

Y de paso intentará que se le haga justicia al autofinanciado “Pablo de Málaga”, que pasó casi inadvertido pese a ser su disco más rompedor y revolucionario desde “Omega” y, al mismo tiempo, contener como cierre el tema con mayor potencial comercial en varios lustros, “Adiós Málaga la bella”. “Es un tema accesible, sí, y una forma de imaginarme la añoranza del propio Picasso, que nunca quiso dejar de ser español ni andaluz. Esto me pareció enternecedor, por muchas cosas malas que puedan contar de él. Como también las cuentan de Dalí, pero me parece otro genio del que prefiero mirar la parte tierna y maravillosa que tenía”. ∎

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