Antònia Font, haciéndose grandes. Foto: Jordi Vidal
Antònia Font, haciéndose grandes. Foto: Jordi Vidal

Festival

Primavera Sound (11 de junio /2): solución salina

La fórmula para hallar respuestas ante el aluvión de opciones el sábado era bien sencilla: mirar al mar. Lo había por todas partes, así es el privilegiado enclave del Fòrum en Barcelona. Pero también sobre los escenarios. Todos los artistas de este recorrido están bañados por alguna costa. Y tienen algo en común: nada tienen en común. Cosas del ponto, que balancea, engendra poesía y también bromea y escupe.

Si Hartog Jacob Hamburger hubiese paseado el sábado por el Fòrum, solo se hubiese arrepentido de una cosa: dedicar su vida al concienzudo estudio de la hemólisis –desintegración de eritrocitos– en laboratorio en vez de andar todo el día de bolos. No era necesario ser científico y haber inventado el suero fisiológico tras años de codos en el siglo XIX para percatarse de una cosa: la solución del rompecabezas imposible de la jornada de cierre era, sí, salina.

Da Souza, sal en la piel. Foto: Ismael Llopis
Da Souza, sal en la piel. Foto: Ismael Llopis

¿Mejores representantes de dicha sentencia que unos isleños? Con Da Souza el Primavera Sound andaba en su pico de temperatura. El pavimento del Ouigo era una sartén de varias frituras. Pero todo el mundo lo sabe: una cosa son los grados y otra la sensación térmica. Los mallorquines tienen dichosas melodías playeras, soft, de las que te dejan una sonrisa en la cara y gustito salado al llevarte la lengua a las comisuras. Dieron toda una lección de amor a la canción: tensos, profesionales y amables, elaboraron traducción simultánea ante el alud de foráneos –en Mallorca saben de qué va el tema–, tuvieron tiempo en su mínimo slot para desplegar “Salsa agredolça” (2020) e incluso para rendir homenajes. El teclista lucía camiseta de Tomeu Penya, siempre referente en lo de poner al público en el centro. Mucho le deberán también a Antònia Font, pero ahí no hacía falta zamarra: estaban presentes en la edición. Lluís Cabot es un frontman de mirar al cielo, a lo Liam Gallagher. Clara Vinyals (Renaldo & Clara) en cambio, prefiere echar la vista al mar. Debe ser una de las motivaciones para tocar en este escenario, plenamente encarado al Mediterraneo.

Renaldo & Clara, mirando al mar. Foto: Ismael Llopis
Renaldo & Clara, mirando al mar. Foto: Ismael Llopis

Los leridanos Renaldo & Clara –toda teoría tiene sus fallas (DEP solución salina)– han intentado que haya más movimiento en sus directos, pero la cosa tiembla a menudo. Tienen las canciones –“L’amor fa calor” (2020) es uno de los básicos en catalán de hace un par de años, fiel aliado para pasar la pandemia–, pero los cambios de ritmo entretejidos con la batería electrónica no hacen justicia a su bellísimo material. Poco a poco la cosa se encauza y “Per fer-te una idea” o “La finestra" levantan al público. Antes del final, la gente empieza el peregrinaje hacia los escenarios twins para cabezas de cartel. Los atrae una fuerza mágica: la conspiranoia sobre la tecnología satelital es muy anterior al 5G.

Antònia Font, estroboscópicos. Foto: Jordi Vidal
Antònia Font, estroboscópicos. Foto: Jordi Vidal
Antònia Font ha vestido el ambiente de parabólicas. No les hacía falta usar alta tecnología para atraer fieles en su regreso. Pero nunca se sabe. Visto el lleno del Pull&Bear, tal vez lo de las antenas sea una referencia a que vienen de Marte, a que triunfaron en la época de la decodificación (¡las había de Canal+!) o a que ellos son principales emisores de todo el pop en catalán venidero. Esto último, comentario de la prensa; los mallorquines son (aparentemente) mucho más humildes, aunque el formato de escenario haya crecido con una pantalla full perímetro. Ahí estaba el reto del día. Mecer entre la fiesta mayor y el mensaje. Reto pequeño para Pau Debón y para “Me sobren paraules”, “Wa Yeah” o “Mecanismes”. Salpimentaron su listado histórico de éxitos con momentos preciosistas de teclado y algún sinte juguetón, proporcionado sobre todo por su material más reciente: “Un minut estroboscópica” (2022). Se celebró todo.

Rolling Blackouts C.F.: rock sin complicaciones. Foto: Òscar Giralt
Rolling Blackouts C.F.: rock sin complicaciones. Foto: Òscar Giralt

El público, si algo huele, es la honestidad. Y se puede ser honesto haciendo pop cósmico o garage bailongo. Rolling Blackouts C.F., australianos, empezaron pronto a dejar claro en el Plenitude que allí mandaría el buen rollo: ruido, efectismo guitarrero y control absoluto de tempos. Todo enfocado a la diversión. Es vistoso incluso el hecho de tener tres frontmans. Entre el público, todos los angloparlantes del festival, que corean el rock de ligero toque british –los mares ayudaron a correr las tendencias, también musicales– gracias a la guitarra acústica, pero siempre apegado al aire americano de Television. En su primera visita tras cuatro años, hicieron justicia al novísimo “Endless Rooms” (2022).

Nicki Nicole, mejor sin efectos. Foto: Ismael Llopis
Nicki Nicole, mejor sin efectos. Foto: Ismael Llopis

Qué sería de un Primavera Sound sin excepciones. No, nada que afecte –de nuevo– a solución salina (la protagonista es argentina). Pero el bolo de Nicki Nicole en el escenario Tous tuvo algunos atípicos: quince minutos de retraso en un festival que, por lo general, fue sobre guion… Y el paradigma de menos es más, al garete. La joven buscó el crecimiento en base a baterías noventeras, brillantes, de tradición rock, e incluso llevó grupo de coreo vistiendo anchote. Algo caricaturesco. Aun así, la artista salvó la complicación de tener una carrera articulada en base a colaboraciones: pantalla de fondo, o ni eso, y a petarlo (dígase “Formentera”, sin Aitana). Aunque demostró, como ya pasa en stream (“Plegarias”), que luce mucho más cuando se desprende de efectos.

Sen Senra, porque puede. Foto: Òscar Giralt
Sen Senra, porque puede. Foto: Òscar Giralt
El maestro en haberse sacudido la presión de hacer ver que es quien no es, el gallego Sen Senra, puso el broche al escenario Binance. Pocos bolos admiten, a semejantes horas, estar de pie o sentado y ser disfrutados igual. No le pudo a Senra el murmullo festivalero. No giró su material. Él traza la línea de la aceptación. El artista tiene una identidad forjada a hierro, con tesón y sin complejo. “Wu wu”, “Te vi” –cosa más bonita– o la nueva “Aroma” de voz algo más –sí, más– apitufada pero siguiendo su línea pop-generacional característica llevaron las manos del respetable al cielo, ya solo decorado por una luna casi llena. Cerró austero, guitarra y voz. “Ya no te hago falta”. Eran las tres de la mañana. Y se despidió con Peret de fondo. Porque puede. ∎

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