Si Hartog Jacob Hamburger hubiese paseado el sábado por el Fòrum, solo se hubiese arrepentido de una cosa: dedicar su vida al concienzudo estudio de la hemólisis –desintegración de eritrocitos– en laboratorio en vez de andar todo el día de bolos. No era necesario ser científico y haber inventado el suero fisiológico tras años de codos en el siglo XIX para percatarse de una cosa: la solución del rompecabezas imposible de la jornada de cierre era, sí, salina.
¿Mejores representantes de dicha sentencia que unos isleños? Con Da Souza el Primavera Sound andaba en su pico de temperatura. El pavimento del Ouigo era una sartén de varias frituras. Pero todo el mundo lo sabe: una cosa son los grados y otra la sensación térmica. Los mallorquines tienen dichosas melodías playeras, soft, de las que te dejan una sonrisa en la cara y gustito salado al llevarte la lengua a las comisuras. Dieron toda una lección de amor a la canción: tensos, profesionales y amables, elaboraron traducción simultánea ante el alud de foráneos –en Mallorca saben de qué va el tema–, tuvieron tiempo en su mínimo slot para desplegar “Salsa agredolça” (2020) e incluso para rendir homenajes. El teclista lucía camiseta de Tomeu Penya, siempre referente en lo de poner al público en el centro. Mucho le deberán también a Antònia Font, pero ahí no hacía falta zamarra: estaban presentes en la edición. Lluís Cabot es un frontman de mirar al cielo, a lo Liam Gallagher. Clara Vinyals (Renaldo & Clara) en cambio, prefiere echar la vista al mar. Debe ser una de las motivaciones para tocar en este escenario, plenamente encarado al Mediterraneo.
Los leridanos Renaldo & Clara –toda teoría tiene sus fallas (DEP solución salina)– han intentado que haya más movimiento en sus directos, pero la cosa tiembla a menudo. Tienen las canciones –“L’amor fa calor” (2020) es uno de los básicos en catalán de hace un par de años, fiel aliado para pasar la pandemia–, pero los cambios de ritmo entretejidos con la batería electrónica no hacen justicia a su bellísimo material. Poco a poco la cosa se encauza y “Per fer-te una idea” o “La finestra" levantan al público. Antes del final, la gente empieza el peregrinaje hacia los escenarios twins para cabezas de cartel. Los atrae una fuerza mágica: la conspiranoia sobre la tecnología satelital es muy anterior al 5G.
El público, si algo huele, es la honestidad. Y se puede ser honesto haciendo pop cósmico o garage bailongo. Rolling Blackouts C.F., australianos, empezaron pronto a dejar claro en el Plenitude que allí mandaría el buen rollo: ruido, efectismo guitarrero y control absoluto de tempos. Todo enfocado a la diversión. Es vistoso incluso el hecho de tener tres frontmans. Entre el público, todos los angloparlantes del festival, que corean el rock de ligero toque british –los mares ayudaron a correr las tendencias, también musicales– gracias a la guitarra acústica, pero siempre apegado al aire americano de Television. En su primera visita tras cuatro años, hicieron justicia al novísimo “Endless Rooms” (2022).
Qué sería de un Primavera Sound sin excepciones. No, nada que afecte –de nuevo– a solución salina (la protagonista es argentina). Pero el bolo de Nicki Nicole en el escenario Tous tuvo algunos atípicos: quince minutos de retraso en un festival que, por lo general, fue sobre guion… Y el paradigma de menos es más, al garete. La joven buscó el crecimiento en base a baterías noventeras, brillantes, de tradición rock, e incluso llevó grupo de coreo vistiendo anchote. Algo caricaturesco. Aun así, la artista salvó la complicación de tener una carrera articulada en base a colaboraciones: pantalla de fondo, o ni eso, y a petarlo (dígase “Formentera”, sin Aitana). Aunque demostró, como ya pasa en stream (“Plegarias”), que luce mucho más cuando se desprende de efectos.