En los años ochenta. Foto: Bettmann (Getty Images)
En los años ochenta. Foto: Bettmann (Getty Images)

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Quincy Jones: de la alquimia del jazz al esplendor del pop

Durante siete décadas, Quincy Delight Jones Jr., considerado un icono de la industria audiovisual, ha zarandeado la música popular norteamericana. Del jazz al pop, pasando por soul, dance, disco, R&B –el añejo y el actual– y rap. Su alianza en los ochenta con Michael Jackson proyectó el pop a otra dimensión.

La larga historia de Quincy Jones tomó vuelo con la edición de su primer álbum, “This Is How I Feel About Jazz” (ABC-Paramount, 1957), una anomalía en plena era del bebop, en el que ejerce con éxito como compositor, arreglista y director de orquesta. Desde entonces, tenía 24 años, el productor más prolífico y en ocasiones disruptivo del negocio musical ha cambiado diversas veces la piel de la música popular. En su larga vida las cosas han ido bastante rápidas. Jones tenía 14 años cuando conoció a Ray Charles, que tenía 16. Coincidieron en Seattle. Con 18 años, el vibrafonista Lionel Hampton lo fichó como trompetista de su orquesta.

Los álbumes firmados en la década de los ochenta cambiaron la idea del pop; supusieron un antes y un después. Su coalición con Michael Jackson sigue dando rédito y es un espejo en el que mirarse: “Off The Wall” (1979), “Thriller” (1982) y “Bad” (1987) suponen una relación histórica que devino en un hito cultural. Jones, sobre el cantante y compositor, indica que “tenía una perspectiva inigualable sobre los detalles. Sus ídolos eran Fred Astaire, Gene Kelly, James Brown. Y prestó atención, y eso es lo que se supone que debes hacer. Esa es la única manera de ser excelente”. Los tres discos son decididamente de Jackson, no son grabaciones de Quincy Jones con Michael Jackson. Sin embargo, Jones fue el único capaz de dimensionar el asombroso talento del intérprete para romper los techos de cristal del pop, observados desde una perspectiva interracial. A su lado estuvo el compositor británico Rod Temperton, especialista en encontrar soluciones en el pentagrama.

En plena grabación, 1963. Foto: Gai Terrell (Getty Images)
En plena grabación, 1963. Foto: Gai Terrell (Getty Images)

Alquimista del jazz

Dinah Washington, Ella Fitzgerald, Shirley Horne y Sarah Vaughan, grandes damas del jazz, trabajaron con Quincy Jones. En ellas el arreglista encontró una llama espectacular. Como alquimista del jazz evidenció que la atención popular se sostenía en las baladas, al tiempo que intuía el esplendor del pop. Esa receta de jazz, canción ligera y pop fue un mantra para él. La meta era crear su propio sello musical, con un marcado timbre orquestal que lo identificara. Jones era una batidora sonora. Estudió cómo funcionaba la factoría de éxitos de la Tamla Motown. E incluso antes trabajó con Frank Sinatra. La orquesta de Count Basie los juntó. Lo conoció siendo casi un niño. “Él era mi tío, mi padre, mi mentor, mi amigo, el hombre más querido del mundo”, dijo de Basie. La amistad perduró hasta la muerte del Conde en 1984.

En su etapa de ejecutivo en Mercury Records, consiguió en 1963 un éxito juvenil y fulminante, que ha perdurado en el tiempo, con “It’s My Party”, en la voz de Lesley Gore, con quien seguiría trabajando. Sus detractores de entonces aseguraban que ese tipo de canción ya existía. Pero Jones fundamentó el triunfo mediante un sonido pop blanco, con una cantante blanca y para un público blanco.

Si todavía no era un innovador, sí fue sagaz para combinar la oportunidad de interesar a un nuevo mercado con la energía pop del momento. Parte del éxito del músico está ligado a su personalidad, ya que muchos de sus registros transmiten estímulos cálidos y accesibles. El antiguo trompetista de jazz es de las pocas personalidades que ha logrado el “EGOT”: ganador de un Emmy, un Grammy, un Óscar –el Jean Hersholt Humanitarian Award se concede por notorias contribuciones a causas humanitarias– y un Tony. Peleó mucho para ello. Existe un motivo. De crío se quedó sin madre. A pesar de las penurias, el padre, carpintero de oficio, educó y sacó adelante al futuro músico y a Lloyd, su hermano pequeño. “Para un hijo, lo peor que te puede pasar es no tener una madre”. En su autobiografía “Q: Autobiografía de Quincy Jones” (2001; Libros del Kultrum, 2021) se recogen momentos amargos de esa época.

La expansión del joven talento. Foto: Michael Ochs Archives (Getty Images)
La expansión del joven talento. Foto: Michael Ochs Archives (Getty Images)

Abriéndose paso en los sesenta

El trabajado y consistente camino recorrido por Jones no estuvo exento de una contundente opinión respecto a la lacra del racismo. En repetidas ocasiones se ha referido al asunto, desde la óptica de padecerlo. “Crees que el racismo es malo ahora, deberías probar en los años 30, 40, 50, 60. Las Vegas en el 64 estaba jodida. Ni siquiera puedes imaginar eso. Pero si eres negro, eso es a lo que te acostumbras en Estados Unidos”. También es firme a la hora de defenderse. En la cotidianidad del éxito se muestra locuaz y satisfecho de lo logrado. Y con la calle que tiene no es extraño que suelte en alguna entrevista “no me arrepiento de una mierda”.

En esa época, los sesenta, se interesó por el cine y no se le ocurrió otra cosa que hacer un álbum temático sobre la obra de un grande de las bandas sonoras, “Quincy Jones Explores The Music Of Henry Mancini” (Mercury, 1964). Quería entrar en Hollywood, pero el racismo se interpuso. Sin embargo, el propio Mancini salió en su defensa. En el camino, trabajó con Clifford Brown, Louis Armstrong, Fats Waller, Nat King Cole, Duke Ellington, Cannonball Adderley, Dizzy Gillespie, Peggy Lee, Billy Eckstine, Aretha Franklin y Herbie Hancock, entre otros. El arreglista ya no era un simple espectador de la evolución de la música del siglo XX, pues estaba a punto de ser uno de sus principales protagonistas.

Sinatra le puso el apodo de “Q”. Así lo explicaba. “‘Oye, Q, soy Francis. Estoy en Hawái dirigiendo una película llamada ‘Todos eran valientes’. Escuché el disco que hiciste el año pasado con Basie. ¿Considerarías hacer un álbum con Basie y conmigo?’. Dije que sí, me fui a Hawái y no dejé a Frank hasta que dejó la Tierra”. Esto, el fallecimiento de Sinatra, ocurrió en 1998. En la cultura popular estadounidense, Quincy Delight Jones Jr. también es conocido por “QJ”, “The Dude” o “The Q”, epítome de renombre y riqueza. Su descomunal éxito fue el resultado tanto de un gran ego como de un talento singular y de la capacidad para crear las oportunidades. Entretanto, ha encontrado tiempo para casarse tres veces y ser padre de siete hijos.

Frank Sinatra y Quincy: respeto mutuo.
Frank Sinatra y Quincy: respeto mutuo.

El don de la ubicuidad

A mediados de los setenta, durante su fructífera etapa en A&M Records, es uno de los jazzmen más solicitados de su generación, ya convertido en un músico y productor crossover consolidado, con el don de la ubicuidad y un sentido comercial innato. Se estaba preparando para su década decisiva. En el decenio de los noventa, es observado como una leyenda de la música y la cultura popular. “A principios de los años sesenta, de repente, empezamos a ver el nombre de Quincy en otro contexto: se convierte en ejecutivo de una importante compañía discográfica, Mercury Records”, explica un músico de excepción como Herbie Hancock. “Y como afroamericano, quiero decir que todos reconocemos eso, que es un tipo que es un verdadero pionero no solo de la escena musical, sino también de la escena política y social”.

Poseedor de su propia discográfica, Qwest Records, Quincy Jones amplía su portafolio a la esfera audiovisual, los medios de comunicación, las causas benéficas y la literatura. Comercialidad, vanguardia, tecnología y africanismo de la mano, navegando entre la imaginación y la esencia musical. Hasta el momento, la industria musica ha reconocido su impronta otorgándole 28 premios Grammy. De la fantasía a la concreción. De la obsesión a la liberación. ∎

Toda una vida.
Toda una vida.

Discografía seleccionada: tocando todos los palos

Quincy Jones se presenta como líder, sideman, compositor, arreglista, director de orquesta y productor. Con los años, define un sonido orquestal propio, caracterizado por los arreglos de cuerda y metal; también con el songbook que interpreta de Sinatra. En su obra se definen con claridad las notas y las voces de la música negra y el pop.


QUINCY JONES
“This Is How I Feel About Jazz”
(ABC-Paramount, 1957)

Notable álbum de debut como líder. Jones se centra en el jazz clásico y en el formato de big band. Intervienen varias formaciones y en sesiones distintas. Una declaración de intenciones que le permitió pulir y ampliar su catálogo en “The Birth Of A Band!” (Mercury, 1959) y “The Great Wide World Of Quincy Jones” (Mercury, 1959), y que alcanzará su cénit con “The Quintessence” (Impulse!, 1962). El pop llama a la puerta.

RAY CHARLES
“The Genius Of Ray Charles”
(Atlantic, 1959)

El álbum enfatiza más el jazz y el swing de Charles y consta de doce canciones. La primera parte se compone de intensas melodías de big band, con arreglos de Quincy Jones en “Let The Good Times Roll” y “Deed I Do”. La segunda incluye baladas y love songs. La interpretación de “Come Rain Or Come Shine” identifica al pianista con Sinatra. Charles mezcla jazz, rhythm’n’blues, soul y swing con originalidad.

COUNT BASIE & ELLA FITZGERALD
“Ella And Basie!”
(Verve, 1963)

Dos gigantes desde los años treinta que se admiran y continúan en plena forma. La voz de Fitzgerald brilla en los tonos suaves y el scat ocasional. Las tunes destacadas son “Honeysuckle Rose”, “Them There Eyes”, “Shiny Stockings” y “Satin Doll”. Jones se muestra un tanto rígido al otorgar el espacio necesario a los solistas. Entusiasmo y musicalidad en un álbum que resiste bien el paso del tiempo.

QUINCY JONES
“Quincy Jones Explores The Music Of Henry Mancini”
(Mercury, 1964)

Jones estaba listo para ser una seria opción para los compositores que escribían para cine y la televisión. En esa tesitura, hace los arreglos, dirige y confecciona un álbum temático sobre Henry Mancini, que incluye piezas como “Days Of Wine And Roses”, “Odd Ball”, “The Pink Panther Theme”, “Charade” y “Peter Gunn”. El resultado le permitió firmar ese mismo año la banda sonora de “El prestamista”, de Sidney Lumet.

FRANK SINATRA WITH COUNT BASIE & THE ORCHESTRA
“Sinatra At The Sands”
(Reprise, 1966)

El primer álbum en directo del cantante, grabado en Las Vegas, es un retrato fiel del Sinatra de la época. El vocalista se juntaba de nuevo con Count Basie y su orquesta, dirigida por QJ. A lo largo de la sesión, Sinatra interpreta de forma espléndida los clásicos del songbook norteamericano. La big band suena vibrante y dinámica, inspirando una voz teatral y sentida, gracias a los arreglos de Jones.

QUINCY JONES
“Walking In Space”
(A&M, 1969)

Jones deja Hollywood y regresa a las sonoridades jazz de las big bands, sin dejar de lado el pop. Lo acompañan Ray Brown, Freddie Hubbard, Roland Kirk, Hubert Laws, J.J. Johnson o Kai Winding, que le dan la vuelta a “Killer Joe”, el estándar de Benny Golson, y clavan “Oh Happy Day”, de Edwin Hawkins, así como el blues “Love And Peace”. Produce el insigne Creed Taylor. Un álbum fuera de catálogo.

QUINCY JONES
“Smackwater Jack”
(A&M, 1971)

“The Q” da un paso más en la senda iniciada en el ponderado “Gula Matari” (A&M, 1970) y construye una atrevida fusión crossover, en línea con lo que venía haciendo entonces Herbie Hancock, aderezada con jazz y funk. También aparece la sonoridad de las sintonías televisivas en “Ironside”, más una extensa y brillante versión de la eterna “What’s Going On” (Marvin Gaye), con la voz de Valerie Simpson. Una grabación capital.

QUINCY JONES
“Sounds… And Stuff Like That!!”
(A&M, 1978)

Los setenta son un laboratorio musical, aunque la disco music todavía reina en las discotecas. Jones se sofistica apostando por baladas soul de satén. Pero no se resiste a incluir un instrumental atmosférico, “Tell Me A Bedtime Story”, de Herbie Hancock. También atrae la atención con “I’m Gonna Miss You In The Morning” y las voces de Luther Vandross y Patti Austin. Calentón en la disco. Un álbum bisagra.

MICHAEL JACKSON
“Off The Wall”
(Epic, 1979)

El álbum enmarca el primer paso de Michael Jackson hacia una personalidad adulta en el showbiz. Una batidora de disco, pop, funk, R&B, gotas de rock y Broadway, mas toneladas de hedonismo ponen en jaque la herencia del sonido Motown. Jackson se deja la voz y la piel en cada nota, en cada beat y en cada paso de baile. La coproducción entre MJ y QJ pone el primer eslabón de una excitante trilogía pop.

QUINCY JONES
“The Dude”
(A&M, 1981)

El álbum se abre con los aires new wave de “Ai No Corrida” de Chaz Jankel (ex Ian Dury & The Blockheads). “The Q” se muestra en plena ebullición para manufacturar un disco resultón, con arreglos que abarcan el R&B y el pop –sin perder de vista el jazz– e inquietos destellos de rap. Además, el lujo de contar con Herbie Hancock, Michael Jackson y Stevie Wonder. “Walking In Space” (A&M, 1969) es la referencia. Obtiene tres Grammy.

MICHAEL JACKSON
“Bad”
(Epic, 1987)

QJ fue capaz de proyectar el talento de Jackson hasta el límite. Con esta tercera entrega llegó la disolución de la sociedad. Jones deja su impronta orquestal jazzy para enriquecer el concepto pop de MJ –en “Billie Jean”, de “Thriller” (Epic, 1982)– en la canción “Bad”. Antes, Jones había sugerido que “Thriller” necesitaba “una versión negra de un rock’n’roll fuerte”, de ahí “Beat It”. Y el pop viró en otra dirección.

FRANK SINATRA WITH QUINCY JONES AND ORCHESTRA
“L.A. Is My Lady”
(Qwest, 1984)

No es 1966, pero “The Dude” y “The Voice” comparten el mismo aire. Ambos renovaron sus votos y Jones produjo el que sería el último álbum de Sinatra, el 57º en total. Michael Jackson se dejó caer por el estudio, donde músicos notables del pop, el rock y el jazz estaban deseosos de tocar para dos leyendas. Unos arreglos impecables alzan al vocalista en “Mack The Knife”. Impulsó el documental “Frank Sinatra. Portrait Of An Album” (Emil G. Davidson, 1985).

QUINCY JONES
“Back On The Block”
(Qwest, 1989)

Ocho años después, QJ vuelve a grabar bajo su nombre y presenta un collage de sonidos y géneros, entrelazados en bailables sintonías. “Back On The Block” es la obertura coral en la que Jones rapea con Big Daddy Kane, luego un coro de góspel, un canto africano. Rap y scat. Ray Charles, Chaka Khan, Siedah Garrett, Tevin Campbell y la belleza funky-jazz de “Birdland”, de Weather Report. Siete premios Grammy.

QUINCY JONES
“Listen Up. The Lives Of Quincy Jones”
(Qwest-Reprise, 1990)

El doble álbum, presentado con un libro formato LP, es el testamento vital de Jones. Son canciones de distintos rangos, dignas de un funeral en que se celebra la vida. Suponen una visión caleidoscópica de la música afro que tanto ama, con la que trabaja y divulga. La industria le dio la espalda. Aun así, sigue siendo un notable catálogo musical que retrata un tiempo, un país y un músico muy especial.

MILES DAVIS & QUINCY JONES
“Live At Montreux”
(Warner, 1993)

Jones ha mantenido una larga relación con el festival suizo. Para la ocasión, no dudó en persuadir a Davis para que repasase su catálogo al frente de una big band, en 1991. Aunque, se ha de decir, no es la mejor versión en vivo del trompetista –fallecido poco después, en septiembre de ese año–, que rezuma debilidad en la forma de tocar. Dirige Jones. Pero destacan el trompetista Wallace Roney, el saxo alto Kenny Garrett y el bajista Carles Benavent. ∎

Bandas sonoras y sintonías televisivas: ¡Acción! ¡Música!


Quincy Jones, el “hombre orquesta” por excelencia, sabe equilibrar la complejidad musical con el hecho de ser atractivo para la audiencia. Además, tiene mano con los grandes cantantes. Componer para películas, series de televisión, realizar y participar en documentales, parece una consecuencia lógica para el músico. Especialmente si tienen relación con la vida y la obra de iconos de la cultura, el entretenimiento y el activismo afronorteamericano. En ese sentido, rivaliza con Spike Lee.

A pesar de ser nominado en diversas ocasiones al Óscar –en 1968, por las bandas sonoras de “A sangre fría” (Richard Brooks, 1967) y “Cómprame ese hombre” (Ron Winston, 1967), y mucho más tarde por “El color púrpura” (Steven Spielberg, 1985)–, nunca lo ganó. Ello no fue óbice para que, en 1971, se convirtiera en el primer afronorteamericano en ser el director musical de la ceremonia de los Premios de la Academia. Sus bandas sonoras le permitieron experimentar sonidos, texturas y técnicas. Se puede constatar en “El prestamista” (Sidney Lumet, 1964), “En el calor de la noche” (Norman Jewison, 1967), “Un trabajo en Italia” (Peter Collison, 1969), “Supergolpe en Manhattan” (Sidney Lumet, 1971), “Ahora me llaman Señor Tibbs” (Gordon Douglas, 1970) o “La huida” (Sam Peckinpah, 1972). También trabajó para series de televisión como “The Bill Cosby Show” (Ed Weinberger, Bill Cosby y Michael Zagor, 1969-1971), “Ironside” (Collier Young, 1967-1975), “Sanford And Son” (Bud Yorkin y Norman Lear, 1972-1977), “Raíces” (Alex Haley, 1977) o “El príncipe de Bel-Air” (Andy Borowitz y Susan Borowitz, 1990-1996). ∎

“We Are The World”: el activismo del pop

Dionne Warwick, Stevie Wonder, Quincy Jones, Michael Jackson y Lionel Richie celebrando los 4 Grammy ganados en 1986 por “We Are The World”. Foto: Bettmann (Getty Images)Dionne Warwick, Stevie Wonder, Quincy Jones, Michael Jackson y Lionel Richie celebrando los 4 Grammy ganados en 1986 por “We Are The World”. Foto: Bettmann (Getty Images)

Uno de los proyectos benéficos más famosos del rock y el pop es “We Are The World”. La canción escrita por Lionel Richie y Michael Jackson está llena de líneas vocales para el recuerdo, y formó parte del proyecto USA for Africa. La idea fue impulsada por una iniciativa anterior. La Band Aid de Bob Geldof y Midge Ure y la canción “Do They Know It’s Christmas?”. Quincy Jones, que aseguraba conocer el poder de la música para unir a las personas, fue contactado por los autores y aceptó ser director del proyecto. “Si no hubiera trabajado individualmente con más de la mitad de estos cantantes antes, no habría podido firmar. Inicialmente, cuando Ken Kragen (reconocido mánager) y Harry Belafonte se acercaron a mí para hablar de ‘We Are The World’, la idea era que fuera una gira”.

El 28 de enero de 1985, Harry Belafonte, Al Jarreau, Kenny Rogers, Dionne Warwick, Bruce Springsteen, Cyndi Lauper, Diana Ross, Huey Lewis, Tina Turner, Willie Nelson y James Ingram, entre otros, se reunieron en los estudios A&M, de Los Ángeles. El single despachó alrededor de 20 millones de copias, obtuvo el Grammy a la mejor canción del año. Le siguió un vídeo y luego un documental, y, muy posteriormente, otra película, “La gran noche del pop” (Bao Nguyen, 2024). De aquella sesión cabe destacar el acto de humildad y grandeza de uno que sabía por qué estaba allí, pero no sabía qué debía hacer. La canción no fue hecha para su registro vocal. Pidió el consejo de un pianista. Despejaron el lugar, el músico solicitado indicó al dubitativo Bob Dylan en qué tono debía cantar. El pianista era Stevie Wonder. Dos grandes entre los mejores. ∎

Como complemento de este Artículo, Miquel Queralt selecciona esta exclusiva playlist con 10 canciones.

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