Quincy Jones se presenta como líder, sideman, compositor, arreglista, director de orquesta y productor. Con los años, define un sonido orquestal propio, caracterizado por los arreglos de cuerda y metal; también con el songbook que interpreta de Sinatra. En su obra se definen con claridad las notas y las voces de la música negra y el pop.

Notable álbum de debut como líder. Jones se centra en el jazz clásico y en el formato de big band. Intervienen varias formaciones y en sesiones distintas. Una declaración de intenciones que le permitió pulir y ampliar su catálogo en “The Birth Of A Band!” (Mercury, 1959) y “The Great Wide World Of Quincy Jones” (Mercury, 1959), y que alcanzará su cénit con “The Quintessence” (Impulse!, 1962). El pop llama a la puerta.

El álbum enfatiza más el jazz y el swing de Charles y consta de doce canciones. La primera parte se compone de intensas melodías de big band, con arreglos de Quincy Jones en “Let The Good Times Roll” y “Deed I Do”. La segunda incluye baladas y love songs. La interpretación de “Come Rain Or Come Shine” identifica al pianista con Sinatra. Charles mezcla jazz, rhythm’n’blues, soul y swing con originalidad.

Dos gigantes desde los años treinta que se admiran y continúan en plena forma. La voz de Fitzgerald brilla en los tonos suaves y el scat ocasional. Las tunes destacadas son “Honeysuckle Rose”, “Them There Eyes”, “Shiny Stockings” y “Satin Doll”. Jones se muestra un tanto rígido al otorgar el espacio necesario a los solistas. Entusiasmo y musicalidad en un álbum que resiste bien el paso del tiempo.

Jones estaba listo para ser una seria opción para los compositores que escribían para cine y la televisión. En esa tesitura, hace los arreglos, dirige y confecciona un álbum temático sobre Henry Mancini, que incluye piezas como “Days Of Wine And Roses”, “Odd Ball”, “The Pink Panther Theme”, “Charade” y “Peter Gunn”. El resultado le permitió firmar ese mismo año la banda sonora de “El prestamista”, de Sidney Lumet.

El primer álbum en directo del cantante, grabado en Las Vegas, es un retrato fiel del Sinatra de la época. El vocalista se juntaba de nuevo con Count Basie y su orquesta, dirigida por QJ. A lo largo de la sesión, Sinatra interpreta de forma espléndida los clásicos del songbook norteamericano. La big band suena vibrante y dinámica, inspirando una voz teatral y sentida, gracias a los arreglos de Jones.

Jones deja Hollywood y regresa a las sonoridades jazz de las big bands, sin dejar de lado el pop. Lo acompañan Ray Brown, Freddie Hubbard, Roland Kirk, Hubert Laws, J.J. Johnson o Kai Winding, que le dan la vuelta a “Killer Joe”, el estándar de Benny Golson, y clavan “Oh Happy Day”, de Edwin Hawkins, así como el blues “Love And Peace”. Produce el insigne Creed Taylor. Un álbum fuera de catálogo.

“The Q” da un paso más en la senda iniciada en el ponderado “Gula Matari” (A&M, 1970) y construye una atrevida fusión crossover, en línea con lo que venía haciendo entonces Herbie Hancock, aderezada con jazz y funk. También aparece la sonoridad de las sintonías televisivas en “Ironside”, más una extensa y brillante versión de la eterna “What’s Going On” (Marvin Gaye), con la voz de Valerie Simpson. Una grabación capital.

Los setenta son un laboratorio musical, aunque la disco music todavía reina en las discotecas. Jones se sofistica apostando por baladas soul de satén. Pero no se resiste a incluir un instrumental atmosférico, “Tell Me A Bedtime Story”, de Herbie Hancock. También atrae la atención con “I’m Gonna Miss You In The Morning” y las voces de Luther Vandross y Patti Austin. Calentón en la disco. Un álbum bisagra.

El álbum enmarca el primer paso de Michael Jackson hacia una personalidad adulta en el showbiz. Una batidora de disco, pop, funk, R&B, gotas de rock y Broadway, mas toneladas de hedonismo ponen en jaque la herencia del sonido Motown. Jackson se deja la voz y la piel en cada nota, en cada beat y en cada paso de baile. La coproducción entre MJ y QJ pone el primer eslabón de una excitante trilogía pop.

El álbum se abre con los aires new wave de “Ai No Corrida” de Chaz Jankel (ex Ian Dury & The Blockheads). “The Q” se muestra en plena ebullición para manufacturar un disco resultón, con arreglos que abarcan el R&B y el pop –sin perder de vista el jazz– e inquietos destellos de rap. Además, el lujo de contar con Herbie Hancock, Michael Jackson y Stevie Wonder. “Walking In Space” (A&M, 1969) es la referencia. Obtiene tres Grammy.

QJ fue capaz de proyectar el talento de Jackson hasta el límite. Con esta tercera entrega llegó la disolución de la sociedad. Jones deja su impronta orquestal jazzy para enriquecer el concepto pop de MJ –en “Billie Jean”, de “Thriller” (Epic, 1982)– en la canción “Bad”. Antes, Jones había sugerido que “Thriller” necesitaba “una versión negra de un rock’n’roll fuerte”, de ahí “Beat It”. Y el pop viró en otra dirección.

No es 1966, pero “The Dude” y “The Voice” comparten el mismo aire. Ambos renovaron sus votos y Jones produjo el que sería el último álbum de Sinatra, el 57º en total. Michael Jackson se dejó caer por el estudio, donde músicos notables del pop, el rock y el jazz estaban deseosos de tocar para dos leyendas. Unos arreglos impecables alzan al vocalista en “Mack The Knife”. Impulsó el documental “Frank Sinatra. Portrait Of An Album” (Emil G. Davidson, 1985).

Ocho años después, QJ vuelve a grabar bajo su nombre y presenta un collage de sonidos y géneros, entrelazados en bailables sintonías. “Back On The Block” es la obertura coral en la que Jones rapea con Big Daddy Kane, luego un coro de góspel, un canto africano. Rap y scat. Ray Charles, Chaka Khan, Siedah Garrett, Tevin Campbell y la belleza funky-jazz de “Birdland”, de Weather Report. Siete premios Grammy.

El doble álbum, presentado con un libro formato LP, es el testamento vital de Jones. Son canciones de distintos rangos, dignas de un funeral en que se celebra la vida. Suponen una visión caleidoscópica de la música afro que tanto ama, con la que trabaja y divulga. La industria le dio la espalda. Aun así, sigue siendo un notable catálogo musical que retrata un tiempo, un país y un músico muy especial.

Jones ha mantenido una larga relación con el festival suizo. Para la ocasión, no dudó en persuadir a Davis para que repasase su catálogo al frente de una big band, en 1991. Aunque, se ha de decir, no es la mejor versión en vivo del trompetista –fallecido poco después, en septiembre de ese año–, que rezuma debilidad en la forma de tocar. Dirige Jones. Pero destacan el trompetista Wallace Roney, el saxo alto Kenny Garrett y el bajista Carles Benavent. ∎

Quincy Jones, el “hombre orquesta” por excelencia, sabe equilibrar la complejidad musical con el hecho de ser atractivo para la audiencia. Además, tiene mano con los grandes cantantes. Componer para películas, series de televisión, realizar y participar en documentales, parece una consecuencia lógica para el músico. Especialmente si tienen relación con la vida y la obra de iconos de la cultura, el entretenimiento y el activismo afronorteamericano. En ese sentido, rivaliza con Spike Lee.
A pesar de ser nominado en diversas ocasiones al Óscar –en 1968, por las bandas sonoras de “A sangre fría” (Richard Brooks, 1967) y “Cómprame ese hombre” (Ron Winston, 1967), y mucho más tarde por “El color púrpura” (Steven Spielberg, 1985)–, nunca lo ganó. Ello no fue óbice para que, en 1971, se convirtiera en el primer afronorteamericano en ser el director musical de la ceremonia de los Premios de la Academia. Sus bandas sonoras le permitieron experimentar sonidos, texturas y técnicas. Se puede constatar en “El prestamista” (Sidney Lumet, 1964), “En el calor de la noche” (Norman Jewison, 1967), “Un trabajo en Italia” (Peter Collison, 1969), “Supergolpe en Manhattan” (Sidney Lumet, 1971), “Ahora me llaman Señor Tibbs” (Gordon Douglas, 1970) o “La huida” (Sam Peckinpah, 1972). También trabajó para series de televisión como “The Bill Cosby Show” (Ed Weinberger, Bill Cosby y Michael Zagor, 1969-1971), “Ironside” (Collier Young, 1967-1975), “Sanford And Son” (Bud Yorkin y Norman Lear, 1972-1977), “Raíces” (Alex Haley, 1977) o “El príncipe de Bel-Air” (Andy Borowitz y Susan Borowitz, 1990-1996). ∎
Dionne Warwick, Stevie Wonder, Quincy Jones, Michael Jackson y Lionel Richie celebrando los 4 Grammy ganados en 1986 por “We Are The World”. Foto: Bettmann (Getty Images)Uno de los proyectos benéficos más famosos del rock y el pop es “We Are The World”. La canción escrita por Lionel Richie y Michael Jackson está llena de líneas vocales para el recuerdo, y formó parte del proyecto USA for Africa. La idea fue impulsada por una iniciativa anterior. La Band Aid de Bob Geldof y Midge Ure y la canción “Do They Know It’s Christmas?”. Quincy Jones, que aseguraba conocer el poder de la música para unir a las personas, fue contactado por los autores y aceptó ser director del proyecto. “Si no hubiera trabajado individualmente con más de la mitad de estos cantantes antes, no habría podido firmar. Inicialmente, cuando Ken Kragen (reconocido mánager) y Harry Belafonte se acercaron a mí para hablar de ‘We Are The World’, la idea era que fuera una gira”.
El 28 de enero de 1985, Harry Belafonte, Al Jarreau, Kenny Rogers, Dionne Warwick, Bruce Springsteen, Cyndi Lauper, Diana Ross, Huey Lewis, Tina Turner, Willie Nelson y James Ingram, entre otros, se reunieron en los estudios A&M, de Los Ángeles. El single despachó alrededor de 20 millones de copias, obtuvo el Grammy a la mejor canción del año. Le siguió un vídeo y luego un documental, y, muy posteriormente, otra película, “La gran noche del pop” (Bao Nguyen, 2024). De aquella sesión cabe destacar el acto de humildad y grandeza de uno que sabía por qué estaba allí, pero no sabía qué debía hacer. La canción no fue hecha para su registro vocal. Pidió el consejo de un pianista. Despejaron el lugar, el músico solicitado indicó al dubitativo Bob Dylan en qué tono debía cantar. El pianista era Stevie Wonder. Dos grandes entre los mejores. ∎