Algunas palabras, de tanto usarlas, acaban perdiendo su verdadero significado. Una de ellas, muy socorrida en la crítica musical, es “catarsis” o su adjetivo “catártico”. ¿Cuántas veces la hemos visto utilizada como un mero embellecedor para darle pompa a algo que no lo merecía? Sin embargo, si hay un contexto adecuado para utilizarla, es un concierto de Touché Amoré. El de anoche en La (2) de Apolo, con entradas agotadas, no fue una excepción.
Los californianos, en activo desde 2007, nos han regalado una de las discografías más sólidas dentro del post-hardcore del siglo XXI, siendo “Spiral In A Straight Line”, publicado el pasado octubre a través de Rise Records, la última demostración de que la inspiración sigue de su lado.
Inicialmente ubicados en esa no-escena bautizada como The Wave, en la que también participaban bandas como La Dispute, Pianos Become The Teeth o Defeater, el quinteto formado por el vocalista y excelente letrista Jeremy Bolm, los guitarristas Clayton Stevens y Nick Steinhardt, el bajista Tyler Kirby y el batería Elliot Babin (quien, en esta gira, está ausente por paternidad y ha sido sustituido por Sam Bosson) ha evolucionado de un sonido más visceral y crudo a uno más sofisticado y melódico, absorbiendo influencias del indie o el post-rock. El único vestigio de ese pasado screamo es la voz desgarrada de Bolm, un tipo que parece siempre al borde de la afonía cuando habla pero que, normalmente, es capaz de superarla cuando canta. En su quinta visita a Barcelona –anteriormente habían actuado en las salas Bóveda y La Nau y en los festivales Primavera Sound y AMFest– contaban con la ventaja de que esta era la tercera fecha de su actual periplo europeo, el miércoles actuaron en Madrid, así que mantenían intactas sus facultades.
Una de las características que llamaba la atención en sus primeros discos, “… To The Beat Of A Dead Horse” (2009), “Parting The Sea Between Brightness And Me” (2011) más “Is Survived By” (2013), era la brevedad de sus canciones, con la mayoría no llegando a los dos minutos. Y aunque con el tiempo sus composiciones han ido superando esa marca, su catálogo todavía les permite acomodar más de una veintena de temas en una hora de actuación, enfatizando un sentimiento urgente y pasional que se contagia, irremediablemente, al público.
Como en los buenos conciertos de hardcore, lo que ocurre encima y debajo de las tablas es igual de importante, desvaneciéndose por completo la frontera que separa al artista de sus seguidores. Desde que Touché Amoré arrancó con la grungera “Nobody’s” de su último disco, aquello fue un continuo vaivén de cuerpos que subían y saltaban desde el escenario, mientras los pogos en la pista no cesaban ni un momento. La rotundidad de las primerizas “Art Official” y “Nine” fue suficiente para anticipar que viviríamos una gran noche, en la que los locales Vereda, interesante propuesta de post-hardcore con pasajes de spoken word, y los texanos Trauma Ray, con su efectiva mezcla de shoegaze y riffs contundentes a lo Deftones y Helmet, ya nos habían abierto el apetito.
La breve “Praise/Love”, con su guitarra de wéstern crepuscular y un Bolm en modo confesional, sirvió de introducción a “Reminders”, uno de sus himnos más cercanos al punk rock melódico, que fue de los temas más celebrados, junto a “Hal Ashby” –desde ya uno de sus nuevos clásicos gracias a su arrebatador estribillo–, “New Halloween”, “Palm Dreams” (con ese “on my own” coreado por el público) y “Flowers And You” (con una línea de guitarra que se ha convertido en icónica), que puso fin al set principal. Aunque, en realidad, la intensidad no bajó en ningún momento.
Sin prácticamente pausas –apenas las más introspectivas “Harbor” y “Force Of Habit” trajeron un poco de calma–, Touché Amoré ofrecieron un repertorio que recorrió de arriba abajo toda su discografía: desde “Honest Sleep” de su debut, o el doblete de “~” y “Pathfinder” –el mismo que abría “Parting The Sea…”–, hasta la épica bien entendida de “Limelight” de “Lament” (2020). La perenne capa de sudor en la cabeza rapada de Bolm y el calor que emergía del pit indican que la pasión compartida entre la banda y sus fans no tiene pinta de extinguirse. ∎