l algoritmo es humano, de acuerdo; si me preguntasen tendría que decir que ya lo sé. Lo he leído en algún sitio. Acabo de matar el cuento que explican los mayores sobre los enanitos que viven dentro del televisor. El algoritmo es humano, vale, pero es que a mí me ha tocado el pesado, el terco, un poco Tauro. Uno que se cree que me puede decir a mí lo que tengo que ver con cierta insistencia. A mí, mujer liberada de la decimocuarta ola del feminismo.
El algoritmo de las plataformas de series se cree que me conoce y me trata de esbirro sin opinión. Pero he venido aquí a dejarle cuatro cosas bien claras. Tú, mequetrefe, secuencia de imbecilidades, no me conoces de nada. Eres testarudo, sí, pero eres una inteligencia artificial con un comportamiento humano demasiado similar al dependiente que pega su hombro a tu espalda. “Sí, ya he visto esa pared de novedades. Déjeme respirar un poco, he venido solo a mirar. No, no quiero nada. Solo estoy mirando, gracias”. Pero por el rabillo del ojo lo ves, ahí lo tienes, el dependiente que te despliega los productos de la nueva colección. “Que sí, que ya sé que lo de esta temporada lo ponéis así más bonito para que luzca mejor. No voy a caer, me voy a la zona de gangas. Solo he venido a mirar. Yo ya me iba, ya volveré otro día, sí, sí, una colección nueva preciosa. Que me suelte, por favor”.
Dicen de este algoritmo que es muy inteligente, muy preciso. Si el funcionamiento de una cabeza es extraño, imagínate una cabeza creando patrones. “El ‘big data’, como me gusta decir, es una gran cantidad de basura que esconde diamantes. Lo que hacen los algoritmos de ‘machine learning’ es revelar y mostrar cuáles son esos diamantes. Cuál es la información importante”, explicaba Todd Yellin, vicepresidente de Netflix, en una convención. Yo que sé, a mi no me preguntes qué es “machine learning” ni qué tienen que ver los diamantes con las series. Yo solo sé que he buscado fotos de Todd Yellin y, a parte de sonreír demasiado (búscalo, por favor), tiene cara de serigrafiar sus propias frases en cuadros de madera para colgar en la cocina: el Big Data es basura que esconde diamantes. Go for it, smile, you only live once.
Este señor ha ido a muchas convenciones pronunciando frases en voz alta sobre diamantes y algoritmos. Cosa que tú y yo no hemos hecho, y por eso sigo sin entender muy bien quién hay detrás del mío. Si buscas la palabra “algoritmo” en Google Imágenes sale lo siguiente, por este orden: codigo web sobre fondo negro en la tipografia cuadrada del Word. Un ordenador con un cerebro muy grande dibujado por un niño de tres años. Y una pizarra llena de código binario en cascada. Mucho daño ha hecho “Matrix” (1999), muchísimo. Este algoritmo potentísimo, venido del futuro, de fondo negro y letras color neón, es el que decide que me salga un anuncio de ClearBlue cada vez que intento ver algún vídeo en YouTube. Nota al pie: ClearBlue no es una empresa de construcción de piscinas en Majadahonda, es una marca de tests de embarazo y ovulación. Un bebe rollizo me mira antes de cada vídeo de YouTube, sonríe a cámara. “Oh joven cuenco que espera ser preñado, déjame que te cuente de estos termómetros que te dirán con precisión qué día eres más fértil. ¿Que no te importa tu fertilidad? Pero mira qué bebé más bonito hemos encontrado de ojos azules para que pestañee a cámara”.
Ya os lo digo yo: el algoritmo es un señor. Un señor con patillas demasiado largas para esconder su incipiente calvicie y con pantalones pitillos de Zara Hombre que ya no suben con la misma facilidad. Solo un señor muy pesado y testarudo puede hablarme de fertilidad cada vez que intento buscar el tutorial de cómo sacar una mancha de vino tinto de una pared blanca. “¿Pero no ve, señor, que en mi historial solo hay manchas de vino tinto, sesiones de la Boiler Room y trucos para que el hueso del aguacate germine antes? No quiero saber nada de mi fertilidad. ¿No era usted un algoritmo inteligente? Pues aplíquese el cuento, por Dios”. Si este señor de patillas largas no estuviera detrás de mi algoritmo, seguramente estaría tuiteando sobre la importancia de la familia. O sobre la pureza de la izquierda. A este tipo de señores no les falta trabajo. Lo sabe Todd Yellin y lo sé yo.
Sé que es un señor porque me quiere embarazada y viendo “Las chicas del cable” (2017-2020). No parará hasta que dé “play” a ese cartel que cada día me muestra diferente para ver si yo –ser humano al que presupone con poca memoria gráfica– de casualidad acabo dando “play” encima de esa Blanca Suárez con boina verde reclinada. Embarazada e imbécil, así me ve esta inteligencia artificial del demonio con pantalón ceñido. “Algún día vi ‘Girls’ (2012-2017). Sí, ahí te di cierta información, señor, lo sé, soy una joven treintañera. Y, sí, también cliqué un día por despiste ‘The Bold Type’ (2017-2021), pero porque esa serie ya no cabía más grande en la página de inicio”. Ahí estaba en la página principal como si de una lona en mitad de la Castellana se tratara, con esas tres niñatas ocupando toda mi pantalla, gritándome “¡Clica encima de mi, somos las nuevas ‘Girls’! ¡Míranos, qué modernas, qué neoyorquinas, qué ‘millennials’!”. ¿Acaso no tiene apuntado, señor del algoritmo, que duré 12 minutos y 36 segundos viendo el primer capítulo? Ah, vaya, eso no lo registra el algoritmo con americana de pana. Luego dicen que si los micrófonos del móvil están abiertos y que nos lo escuchan todo. Pues subidle el volumen al mío, que parece que no llegan a quien tenían que llegar mis gritos de “¡Pero qué mierda de redacción periodística es esta! ¡Quién coño pone el nombre de ‘Bold Type’ a su cabecera! ¿Quién son estas cretinas?”. Vaya, esto no ha quedado registrado tampoco.
Ya me puedo pasar yo día sí, día también, viendo true crimes, cada vez más oscuros, más sangrientos, más gore. Toda la perspectiva de género a tomar por culo. Venga, dame asesinatos y morbo y oscuridad. Muere el gatito de una académica feminista cada vez que veo un nuevo true crime que recrea violaciones como si fueran escenas porno. Y todo para engañar al maldito algoritmo. ¡En la nueva temporada de “Love, Death & Robots” (2019-) me sale en el thumbnail una abuela con un perrito pequeño monísimo! ¡Un perrito! Joder, señor del algoritmo, que me gustan los robots y las cosas en negro así un poco subiditas, que no quiero ver “Paseando a Miss Daisy” (1989). Virgen Santa, si es que me salía el póster de “El inocente” (2021) que parecía la segunda parte de “A tres metros sobre el cielo” (2020-). Por cierto, otra nota al pie: si quieres experimentar con la reproducción en velocidad x2, esta es tu serie.
Lo he intentado todo, no sé ya cómo jugar al despiste. Pido desde aquí clemencia al cerebro que haya detrás de esta jugarreta llamada algoritmo: deja de ponerme series con las etiquetas “conmovedora”, “optimista”, “emotiva”. Sí, joder, en el confinamiento vi dos veces “El diario de Noa” (2004), pero no me lo tengas en cuenta. Los días de bajona no deberían contabilizar ¿Cuántos episodios de “Line Of Duty” (2012-) necesito para llegar a compensar esto? ¿Cuántas películas de terror y series de detectives noruegos tengo que seguir viendo para que mi catálogo no luzca a gestora con traje chaqueta amante del iced latte?
Leí en su momento algunos artículos que aseguraban que el algoritmo de las plataformas iba a hacernos más comodones, estúpidos, adormecidos. Que si dejábamos la elección en manos de la máquina, pasaríamos a no tener criterio ni capacidad selectiva; un rebaño que clica encima de aquello que quieren que veamos. Cero riesgos, todo fácil. Vengo a desmentirlo. No estoy adormecida; cada día juego contra el algoritmo. Es un reto, ríete tú de la senda Superestrella del Mario Bros. Ahí estoy yo dando saltitos para no darle play a ninguna novedad, ni un destacado, ni un solo “para ti”. Hago tanto scroll down que me siento en la cámara oscura de Tom Riddle. Estoy en el sótano de las series. Quiero pensar que, si tan inteligente es, empezará a ponerme las series de chicas bien vestidas con vidas complicadas del Upper East Side abajo del todo. Ponlas, ponlas ahí. Atrévete a jugar conmigo, algoritmo de pacotilla. Si tan perfecto y preciso eres, ten agallas de jugar conmigo. Córtate esas patillas y deja de… Es broma, perdón, no te enfades. ¿Si clico la cara de Blanca Suárez y me quedo embarazada me dejarás en paz? ∎