Editorial

Aretha Franklin, la última superviviente

Aretha Franklin (1942-2018) nunca necesitó firmar un manifiesto ni buscar un padrino que reverdeciera glorias añejas para reclamar su protagonismo en el Olimpo de la música negra. Ella fue la última superviviente, la última de un puñado de elegidos que escribieron la banda sonora del siglo XX. Murió el 16 de agosto a los 76 años. Nos despedimos de ella con este edit, introducción al especial de 10 páginas del Rockdelux 376 (octubre 2018) en el que analizamos, desde diversos puntos de vista, la trascendencia artística de esta icónica figura.

Única e irrepetible.
Única e irrepetible.
Se leen y escuchan estos días posteriores a la muerte de Lady Soul todo tipo de hipérboles y lugares comunes sobre Aretha Franklin y su legado, pero también algunas voces que minimizan su importancia en comparación con la de otros cantantes de soul cuya muerte tuvo en su momento menor repercusión pública, ignorando que el impacto de Aretha en la música popular trasciende con mucho el de su propia figura y el de sus muchos galardones y millones de discos vendidos. Bobby Womack, Terry Callier, Etta James, Ben E. King o Solomon Burke... todos ellos pertenecieron a una estirpe única e irrepetible, pero Aretha Franklin jugaba en otra división, la de Ray Charles, Sam Cooke y James Brown. Ray, Sam, James y Aretha fueron mucho más que unos artistas excepcionales: ellos impulsaron un cambio trascendental en los corazones del pueblo negro norteamericano y, por extensión, impregnaron de ilusiones de cambio la conciencia de jóvenes blancos y negros en todo el planeta, en una época que los necesitaba precisamente a ellos. Brown y Charles venían de la cultura canalla del viejo rhythm’n’blues, pero Sam Cooke y Lady Soul crecieron en los coros de las iglesias al calor del góspel, allí donde empezaron a germinar las llamas de la liberación, alimentadas tanto del fuego y la palabra de los grandes predicadores (Martin Luther King, James Cleveland, el propio C. L. Franklin, padre de Aretha) como del poder vivificante de sus piezas más icónicas (“A Change Is Gonna Come”, “Respect”).

Dicen que cuando Otis Redding escuchó la versión de Aretha de “Respect” se quedó pasmado y exclamó: “Acabo de perder mi canción”. Más allá de reivindicaciones feministas o raciales, ella se sabía portaestandarte de una manera nueva de entender el mundo. Quienes crecieron comprando sus discos y asistiendo a sus conciertos lo sabían; Barack Obama lo sabía, tal y como confesó en un artículo publicado en 2016 en la revista ‘New Yorker’: “Nadie encarna más plenamente que ella la conexión entre los espirituales afroamericanos, el blues, el rhythm’n’blues, el rock’n’roll, la forma en que las dificultades y el dolor se transformaron en belleza, vitalidad y esperanza. La historia de Estados Unidos se aparece cuando canta Aretha; ella es capaz de capturar el alma de la experiencia estadounidense, lo bueno y lo malo, la posibilidad de síntesis, reconciliación y trascendencia”.

Octubre 2018: especial Rockdelux, 10 páginas dedicadas a Aretha. Este edit como intro.
Octubre 2018: especial Rockdelux, 10 páginas dedicadas a Aretha. Este edit como intro.
Además de una pianista de exquisita formación clásica y de una intérprete excepcional, la más grande de su tiempo, Aretha Franklin acertó a escribir, con o sin ayuda de su hermana Carolyn, un puñado de canciones canónicas en el imaginario del soul: formidables piezas de resistencia como “Rock Steady”, “Spirit In The Dark” o “Think”; hermosas canciones de amor como “Since You’ve Been Gone (Sweet Sweet Baby)”, “Call Me” y “Day Dreaming”, o terribles espasmos de dolor como “Sister From Texas”. Pero, sobre todo, supo encarnar el modelo en que se sintieron identificados muchos hombres y mujeres de su tiempo.

Fue una vocalista singular, más apasionada que Etta James, más versátil que Diana Ross, más elegante que Dionne Warwick, más profunda que Esther Phillips, capaz de traducir emociones íntimas en sentimientos universales. Una artista genial, en palabras de Jerry Wexler (“solo he trabajado con tres genios: Ray Charles, Bob Dylan y Aretha Franklin”), el productor de Atlantic Records que supo descubrir parte del secreto que escondía aquella jovencita taciturna con aires de Dinah Washington: “Pienso en Aretha como en Nuestra Señora de las Penas Misteriosas. Sus ojos son increíbles, unos ojos luminosos que expresan un dolor inexplicable. Sus depresiones podían ser tan profundas como el mar oscuro. No pretendo conocer las fuentes de su angustia, pero la angustia envuelve a Aretha con tanta certeza como la gloria de su aura musical“. ∎

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