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Robe Iniesta: confieso que me dio miedo la primera vez que lo vi

Nuestro colaborador Jesús Rodríguez Lenin trató de forma habitual pero intermitente a Robe Iniesta –fallecido esta madrugada a los 63 años– a lo largo de la década de los noventa. Lo conoció en 1991 y se sintió intimidado por su peligroso aspecto. Luego lo entrevistó en varias ocasiones, una de ellas en el chalé de La Zubia donde se gestó el álbum “Agila”, tal vez el más popular de Extremoduro. Y siempre se preguntará cómo es posible que su música gustara por igual a delincuentes reales como a pijos de La Moraleja.

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Es imposible acostumbrarse a la muerte de aquellos a quienes has admirado, pero aún es peor asistir de brazos cruzados a su fallecimiento cuando, además, los has tratado con cierta familiaridad o frecuencia. Recuerdo la primera vez que vi a Robe Iniesta (1962-2025): fue en 1991, en el portal del edificio de la calle Martínez Corrochano en donde yo trabajaba entonces como director de ‘Escenarios’, la revista portavoz de A.R.T.E., la Asociación de Representantes Técnicos del Espectáculo. En ese mismo edificio –propiedad de Pedro Caballero, por entonces mánager de Los Secretos, Barricada y Ciudad Jardín, entre otros muchos artistas, y que había sido también el primer mánager de Hombres G– estaban dos de las grandes oficinas de management de la época: Rock Conexión, del citado Pedro Caballero, y 10/Diez Management, la agencia propiedad del famoso Pito Cubillas, mánager de Fangoria, Gabinete Caligari o Héroes del Silencio. Y en la segunda planta estaba Pasión, el sello discográfico de un cazatalentos como pocos ha habido en España, Paco Martín.

Robe, al que nadie conocía por entonces, venía acompañado por el que luego supe que era su mánager, Raúl Guerrero, y me preguntó en el portal dónde estaba Pasión. Subí con ellos en el ascensor y me contaron que, hartos de la primera mala experiencia que habían tenido con otra discográfica, Avispa, venían a negociar con Paco Martín el lanzamiento de su nuevo disco. Pero yo, que soy vallecano de 1962, apenas seis meses más joven que Robe, y que había visto todo tipo de chorizos, navajeros y yonquis desdentados durante mi niñez, adolescencia y primera juventud, me sentí intimidado por la pinta de quinquis que tenían ambos…

Lenin con Robe en la sala Ritmo & Compás de Madrid, circa 2000.
Lenin con Robe en la sala Ritmo & Compás de Madrid, circa 2000.

No imaginaba que mi vida profesional iba a estar ligada a ese Robe de los años noventa. Pasión lo fichó y les publicó “Somos unos animales” (Pasión-Área Creativa, 1991), pero poco después el sello quebró y Robe se vio de nuevo en la necesidad de buscar compañía discográfica. Los problemas acabaron en cuanto José Antonio Gómez, el director artístico de DRO, se interesó por ellos. Fue el comienzo de su leyenda: el grupo estaba en plena trayectoria ascendente y el buen trabajo artístico y promocional realizado con el grupo hizo que los noventa fueran suyos. No es una hipérbole: si Robe hubiese nacido en Glasgow, Birmingham o San Francisco y sus letras hubiesen sido escritas en inglés, estaríamos refiriéndonos a la máxima figura mundial del rock de todos los tiempos.

Mis buenas relaciones con DRO me permitieron contacto directo con Robe en varias ocasiones. Después de publicar “Pedrá” (DRO, 1995), Robe se trasladó a vivir a La Zubia, no sé si un pueblo o un barrio situado a las afueras de Granada, de camino a Sierra Nevada. Allí tuve que presentarme una tarde de verano de 1995 para entrevistarlo, puesto que estaba redactando un número extra de la revista que por entonces dirigía, ‘La Payola’, dedicado a Extremoduro en su portada. Iniesta vivía en un chalé con piscina y unas cuantas matas de marihuana junto a la valla que separaba su hogar de la casa del vecino. Me lo encontré con la pierna fastidiada: había sufrido un accidente de tráfico y necesitaba rehabilitación y así se desarrolló la curiosa entrevista, con un fisioterapeuta trabajando mientras yo grababa sus respuestas.

Portada de la revista ‘La Payola’ dedicada a Extremoduro.
Portada de la revista ‘La Payola’ dedicada a Extremoduro.

Para el lanzamiento de “Canciones prohibidas” (DRO, 1998) se produjo una anécdota curiosa. En esa época seguía dirigiendo la revista de la asociación de mánagers, pero ya no era empleado, sino el copropietario de la editorial con la que la publicaba. Y mi socio, Enrique Pérez Balsa, también autor de tres novelas, era el responsable de toda la creatividad gráfica de la empresa. Un día recibimos por parte de Alfonso Pérez –el director artístico de Warner, la multinacional que por entonces ya había absorbido los sellos DRO, GASA y Twins y que publicaba los discos de Extremoduro– una petición extraña: Enrique iba a tener que llevar sus ordenadores a las oficinas de Warner y trabajar allí en el diseño gráfico del nuevo disco. “No era porque Robe fuera incontrolable por cuestiones de drogas, sino porque era muy pejiguero: tenía tanto control sobre sus discos y sobre la música que siempre quería cambiar cosas hasta el último momento. Y ya se nos había echado el tiempo encima. Si no venía Enrique a trabajar aquí, codo a codo con Robe, no hubiera salido el disco en el momento que tenía que salir. De hecho, Robe me exigió que le firmara un documento por el que si no le gustaba como quedaba el disco teníamos que destruir las 50.000 copias que se fabricaron de inicio y volverlo a publicar cuando tuviera su visto bueno. Afortunadamente, no hizo falta. Le gustó tanto el diseño, el famoso ‘hombre del saco’, como la mezcla de la grabación, que no tuvimos que destruir la tirada”, me explica Pérez, que fue batería y autor de las letras de Esclarecidos. “Nos tiramos toda la noche trabajando en Warner”, recuerda ahora Pérez Balsa. “Y, efectivamente, Robe era muy perfeccionista y puñetero: hasta que las cosas no estaban exactamente como él tenía en mente, no lo daba por acabado”.

En esa época sin teléfonos inteligentes con cámara, en la que los selfies no estaban a la orden del día, había que esperar a que alguien te hiciera “la” foto. La que acompaña estas líneas se tomó en la pequeña sala de conciertos de los locales de ensayo Ritmo & Compás, que estaban justo al lado de las oficinas de Warner de la calle Francisco Remiro, en Madrid. Como si yo fuese el que tiene un pasado yonqui, no recuerdo en qué circunstancias se tomó la foto, pero sí que fue en dos mil –ya era una foto digital, eso sí– y que, como también se puede ver en mi camiseta, “yo también estuve en la rueda de prensa de Extremoduro del 27 de abril de 1997”, la que ofrecieron en el centro social okupado de La Guindalera, que también estaba al lado de las oficinas de DRO… Lo echaré mucho de menos, aunque siempre podré recurrir a sus canciones para traerlo a mi vida. Como si nada hubiese pasado. ∎

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