n tipo raro, Nick Cave. No me refiero a las cosas raras más obvias de Cave: se le arquea permanentemente una ceja pero la otra no, tiene un pelo sospechosamente negro y lacio que le crece en lo alto de una frente acantilada y, sobre todo, ha creado una obra extrañísima a lo largo de más de cuarenta años. Cuando digo que es raro me refiero al hecho de que a una edad en la que las grandes figuras de la música popular entran en un período de lenta o fulminante decadencia, Cave está pletóricamente creativo. Armado de sintetizadores y adjetivos, está dando una batalla descomunal contra ese imaginario según el cual un músico maduro saca un disco para tener una coartada para hacer una gira. Esos discos casi protocolarios suelen ser irrelevantes, es como si la única razón por la que nos interesan es porque son la prueba de que el músico está vivo aunque su nueva música nazca ya moribunda. El gran Neil Young, sin ir más lejos, saca discos muy discretos desde hace décadas.
Ante esa perspectiva, y ante lo extraño que sería que los músicos de esa generación empezaran a publicar canciones sueltas como si fueran Rosalía o Billie Eilish, uno puede optar por lo mismo por lo que optó Tom Waits: el silencio, ir a conciertos como espectador y hacerse selfis con Jack White. No es un mala manera de navegar las aguas crepusculares.
Pero hay una alternativa. Jugarse la vida con cada nuevo disco, honrando el cada vez más menguante tiempo de vida que a uno le queda. Cada nuevo disco de Cave es un acontecimiento porque en él nada es nuevo pero todo suena a nuevo. “CARNAGE” (2021), su último álbum, salió hace unas semanas. En él no figuran los Bad Seeds, tal vez porque, siendo un disco confeccionado en plena pandemia, no fue posible reunirlos. Solo están Warren Ellis y Nick Cave. Está lleno de imágenes apocalípticas, lágrimas de elefante, árboles negros, soles violentos y estatuas sometidas que gritan que no pueden respirar. Warren Ellis toca el violín, pero lo roza todo. Y todo suena familiar pero todo suena ajeno, todo parece contado por un anciano, pero todo parece también contado por un adolescente.
“CARNAGE” es la continuación no tanto de “Ghosteen” (2019) sino de “L.I.T.A.N.I.E.S” (2020), un álbum musicalizado y cantado por el compositor belga Nicholas Lens y su hija Clara, en el que Cave tiene crédito solo por escribir la letra de las doce letanías que lo componen. Es un disco delicadísimo y “Litany Of Gathering Up” es una de las mejores letras que Cave haya escrito y tal vez la mejor canción del disco. “CARNAGE” también es una letanía, pero, a diferencia de las que componen “L.I.T.A.N.I.E.S”, se trata de una letanía violenta, desprovista de armonía.