Libro

Barbara Molinard

ZozobraSexto Piso, 2024

Hay un importante brazo de la tradición literaria occidental que resuena cada vez con más fuerza. No es un género en sí mismo, pero casi. Nos referimos a la dicotomía entre grandes escritoras y enfermedades mentales. Es una tradición que une a Sylvia Plath con Virginia Woolf; a Janet Frame con Jennifer Dawson. Y a Leonora Carrington con la última en aparecer en este peculiar y exclusivo grupo: Barbara Molinard (1921-1986).

La editorial Sexto Piso acaba de recuperar “Zozobra” (“Viens”, 1969; traducción de Vanesa García Cazorla), la única recopilación de relatos de una autora tan obsesionada con el hecho de escribir que sentía la necesidad de destruir todo lo que hacía simplemente para volver a escribirlo otra vez al día siguiente. No escribía mas que para sí misma, para sentirse segura, para ratificar su existencia y reconocer que era una persona real, así que necesitaba destruir lo que hacía para refrendar su existencia y no darlo por hecho.

Después de décadas de tan autodestructiva afición, y de la frustración de la poca gente que la conocía al ver cómo era capaz de destruir semejantes joyas, se lograron salvar trece de sus relatos cortos, cuentos como un suspiro acelerado, cuentos extraños, cuentos kafkianos y cuentos angustiantes como recibir una descarga eléctrica de la nada. ¿Para sanarte? No, para hacerte más sensible al shock que es la realidad.

Barbara Molinard era una mujer rara, una persona rara, una escritora rarísima, y cada palabra suya parece ser fruto de un latigazo nervioso, del grito sordo de un dolor que uno intenta disimular como sea. Y ahí radica su maravilla, en una individualidad absoluta, tímida, incluso avergonzada, pero absoluta. Es una autora que escribe sobre personas, hombres y mujeres, encerradas incomprensiblemente en las libertades de los demás. Mientras los otros viven dicha libertad con alegría y seguridad, ellas se sienten encerradas con esas personas tan normales, aterrorizadas como si estuviesen confinadas con una jauría de locos. Sus historias y su forma seca, pero lírica, de acercarse a la narrativa la vinculan más a un Topor pequeño, sin orgullo o valor, que a Leonora Carrington, que podía estar encerrada en una institución mental, pero todavía quería seducirte con sus fantásticas invenciones y sus delirios hermosos. No hay nada hermoso en Molinard, solo un ser humano enfrentado contra la realidad y dispuesto a aceptar la derrota si la dejan en paz.

El libro viene acompañado de un interesantísimo prefacio de Marguerite Duras, la gran amiga de Molinard y la persona a quien más tenemos que agradecer que se salvasen al menos una docena de cuentos para que pudieran llegar a nosotros. Si te gusta la literatura macabra, las voces únicas y las historias de personas que no encajan en ninguna parte, este es tu libro y harás bien en comprarlo. Cada relato te acompañará por todas partes hasta que te reconcilies con la realidad y aceptes de una vez lo loca que es de arriba abajo.

¿De qué van? De personas sin cabeza que conocen el amor por primera vez; de boticarios que cortan manos; de mujeres que organizan su jornada con actividades inventadas y sin ningún sentido y que quieren hacer partícipe a los demás de sus fantasías irrisorias; de hombres deprimidos y su persistencia en el fracaso a pesar de que todos los indicios griten que no merece la pena. Son personas fracasadas que se resisten a entender su fracaso y viven perplejas ante las miradas condenatorias de los seres humanos equilibrados, triunfadores y comunes.

Por todo ello, esta Barbara Molinard es uno de los últimos grandes descubrimientos de la literatura francesa del siglo XX. Los raros la reconocerán a la legua y a los normales les fascinará su capacidad de compartir su extrañeza. Y si además apuntamos que el pequeño volumen viene acompañado de dibujos mal fotocopiados de la autora, pues convierte este pequeño libro en una joya mayor. ∎

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