Tras varios trabajos en los que todavía buscaba su voz propia, Brecht Evens (Hasselt, 1986) deslumbró en 2009 con “Un lugar equivocado” (Sins Entido, 2011), premiado en el Festival de Angulema. Los cimientos gráficos de toda su carrera posterior se disponían de manera firme en esta historia de rencuentros, fiestas y desazón urbanita, a saber: acuarelas leves y coloridas que crean espacios infinitos y difusos. Su talento para la pintura es indiscutible, pero Evens es un extraordinario dibujante de tebeos que no olvida ni la disposición de los elementos en la página ni mucho menos la literatura. Con cada nuevo cómic, el artista belga explora el tejido social de la Europa contemporánea. En “Los entusiastas” (2011; Sins Entido, 2012) arremete contra el ridículo de los tinglados del mundo del arte, “Pantera” (2014; Astiberri, 2018) es un desgarrador retrato de un abuso infantil y “Jolgorio” (2018; Astiberri, 2022) revolotea sobre la falta de compromiso y la adultescencia perenne.
“El Rey Medusa 1” (2024; Astiberri, 2025), el nuevo trabajo de Evens, vuelve a explorar las relaciones de poder paternofiliales, esta vez a través de la historia de un niño cuyo padre cree que su destino es salvar el mundo de una amenaza invisible. El proyecto de Evens es realizar una trilogía, cuyo primer volumen acaba de aterrizar en las librerías del estado. El autor viajó hasta Barcelona y Madrid para presentarlo y es en la capital madrileña donde hablamos con él sobre esta fábula que encierra también una advertencia: “Es muy fácil empezar a creer en cosas raras cuando vives en comunidades pequeñas. Es en estos sitios donde prosperan las sectas. Las sectas empiezan siendo una pequeña familia, luego captan adeptos y se convierten en una religión. En el libro reflejo una estructura que es mucho más típica de lo que puede parecer, una secta de dos personas, con su propio esquema de creencias”.
Existe la tentación de leer “El Rey Medusa” en clave política: el padre intoxica el cerebro de su hijo con toda clase de ideas disparatadas y luego lo abandona, como Trump ha hecho con Europa. “No es una lectura que yo realice de mi trabajo, pero entiendo ese punto de vista. No creo que los símbolos sean una buena idea cuando dibujas, pero sí es cierto que me gusta crear resonancias en el lector. Es tu interpretación y me parece bien. Realmente, yo lo que establezco es un juego, tú completas la historia que planteo. En el mundo hay héroes y grandes fuerzas malignas, y estos son siempre adultos. Y al final, te puedes sentir como un niño que busca a su padre cuando todo falla. El problema es que los políticos suelen ser, bueno, bastante tontos y tampoco tienen ningún control, así que no importa mucho si te acompañan”.
Pero, aunque la clave política no sea deliberada, Evens se siente satisfecho cuando provoca “que el lector busque esas correlaciones, abra el libro y las busque en los dibujos, vuelva a mirar las página y encuentre conexiones, el libro le haga vibrar, le despierte. ¿Cuáles son las cosas poderosas de verdad en la historia, cómo diferenciar el grano de la paja? Con este libro he intentado no pasarme de rosca, ni ir de listo ni de graciosillo. Lo que me entusiasma de los cómics son las ideas que, siendo de verdad importantes, no puedo explicar del todo. No hablo de simbolismo ni nada parecido, es otra cosa”.
El belga confiesa que no hizo el libro “para hablar de conspiraciones. Sí, al final es un tema que está ahí, pero es un cómic que tiene mucho de expresión artística de mi propia psicosis, parte de ahí. Quería hablar de los mundos que creaba mi cerebro, de las historias que imaginaba cuando yo mismo era pequeño, pero al final se hizo más grande, voló mucho más allá de mi autobiografía”. Evens habla sin tapujos sobre cómo le afectó una enfermedad mental y cómo ha incorporado elementos de su propia experiencia al cómic: “No sufrí una depresión como el padre de Arthur, fue algo denominado ‘delirio de interpretación’. Consiste, más o menos, en que todo lo que ves encierra detrás un mensaje oculto. Pero, a la hora de crear, me era muy difícil utilizar mis propias sensaciones, reflejarlas tal cual. Tuve que reinventar el mecanismo para encontrar un verdadero guion que tuviera un armazón de verdadera historia, con su planteamiento, nudo y desenlace, porque no todo pasa en la cabeza del personaje”.
Pese a la complejidad de su realización y aunque le quedan dos volúmenes por delante, el artista reconoce que lo está pasando en grande a la hora de dibujar: “Es un libro muy meditado, muy pensado, también técnicamente. La historia es muy específica, y quería que estuviera bien planificada, necesita precisión, y eso demanda muchas horas de trabajo. Pero tengo ganas de dibujar, a lo mejor estoy haciendo otra cosa y quiero acabar pronto para volver a la mesa de trabajo para dibujar. ¡Si no, es imposible estar cinco años con un proyecto así!”. Precisamente el trabajo de Evens, orgullosamente tradicional y matérico, parece una toma de posición activa en estos tiempos donde el futuro de los artistas está amenazado por la ominosa presencia de la inteligencia artificial: “No es deliberado, y tampoco es militancia. De hecho, hace cinco años, cuando empecé con el libro, nadie hablaba de inteligencia artificial, y también me gusta experimentar con técnicas digitales, pero sí te digo que tras una buena sesión delante del ordenador me gusta escapar y dibujar en papel, para sentirme feliz”. ∎