“Paracuellos” (1976-2022) no es solo una de las mejores obras de Carlos Giménez (Madrid, 1941), sino también uno de los cómics españoles más importantes de la historia; sin ir más lejos, en 2021, fue escogido entre varias decenas de especialistas y críticos de Rockdelux como el mejor de todos. Ahora se publica un volumen con la serie completa, de casi 600 páginas, que parece resolver su azarosa y un tanto caótica trayectoria editorial, especialmente en los primeros tiempos, pero también en los últimos, ya que hacerse con todo el material le suponía a un lector recién llegado la compra de varios libros, en formatos diferentes. Acercarse a un mito como “Paracuellos” y leerlo críticamente, obviando su halo y huyendo de lugares comunes, no resulta nada fácil, pero no habrá mejor ocasión para intentarlo que ahora, con este libro llegado hace poco a las librerías.
Cuando Giménez publica las primeras páginas de “Paracuellos” no era ningún novato; muy al contrario, se trata de un dibujante maduro, un treintañero curtido en el tebeo comercial y de agencia, pero que también había publicado ya obras personales tan interesantes e innovadoras como “Hom” (1975; en España no se editó hasta 1977), adaptación libre de “En el lento morir de la Tierra” (1962) de Brian W. Aldiss, o “El miserere” (1971), sobre el original de Gustavo Adolfo Bécquer, un prodigio del montaje visual.
“Paracuellos” no responde a una demanda comercial, sino a una pulsión genuinamente autoral: Giménez necesitaba contar sus experiencias de posguerra en los Hogares del Auxilio Social franquista donde pasó su infancia y parte de su adolescencia, sin saber, en aquel momento, si le interesaría a alguien. Las primeras historias, muy breves, se publican a partir de 1976 en la revista satírica ‘Muchas Gracias’ y en ‘Yes’, una suerte de proto ‘Interviú’, aunque al poco tiempo los editores le cierran la puerta. Son páginas de composición cerrada y regular, de múltiples viñetas, con un dibujo elaborado y un tratamiento del blanco y negro prácticamente expresionista. Giménez evoca el aislamiento, la angustia y el miedo que sintió como niño de los Hogares representándolos gráficamente, convirtiendo los internados en un espacio casi abstracto, en el que la atención se vuelca en el protagonismo coral de los niños, entre los que se encuentra el alter ego del propio Giménez. La miseria, el hambre y la crueldad de aquellas personas que debían cuidar de los infantes –expresión pura del mal, por obra de la caricatura deformante del autor– son los temas en torno a los que pivotan las historias, anécdotas recordadas por Giménez pero también por otros niños del Auxilio Social, conformando una suerte de memoria oral colectiva a la que el dibujante presta sus imágenes y fija en un relato público por primera vez. El impacto crudo de estas primeras viñetas probablemente no pudo volver a alcanzarse en las siguientes, aunque la serie ganará en matices y en complejidad narrativa, a pesar del corsé de historia brevísima que Giménez tenía que adoptar, primero en España y después en la revista francesa ‘Fluide Glacial’, donde “Paracuellos” encontraría acomodo durante un tiempo.
La verdad es que no es sorprendente que un tebeo autobiográfico tan duro como este no tuviera sitio en el panorama editorial español de la primera etapa de la transición, ya que se adelantó en tres años al inicio del bum del cómic adulto español, en el que, entonces sí, una obra como “Paracuellos” podía encajar en los nuevos parámetros, mal que mal. De hecho, las siguientes entregas aparecieron a comienzos de los ochenta en una de las revistas más importantes de dicho bum: ‘Comix Internacional’, de Toutain Editor. El material de esta primera y agitada etapa de la serie se recopiló en sendos álbumes: “Paracuellos” (Ediciones Amaika, 1977; reeditado por Ediciones de la Torre en 1979) y “Paracuellos 2. Auxilio Social” (Ediciones de la Torre, 1982). En ellos se confirma la evolución gráfica de Giménez, que había comenzado la serie intentando alejarse de su registro característico hacia una sobriedad más “realista”, pero que acaba por incorporar, con acierto, sus muchos recursos caricaturescos y expresivos. Además, se sientan las bases narrativas del peculiar universo de los Hogares, orfanatos paramilitares inspirados en la Winterhilfe nazi, así como de los personajes principales, tanto niños como adultos. De esta época primigenia destacan las historias en las que la inocencia infantil resulta agredida de forma más cruel, como “Los impuros”, en la que las guardesas de un Hogar castigan a dos críos por haber dormido juntos en la misma cama, o “Noche de Reyes”, en la que los regalos de los Reyes Magos (donados por Estados Unidos “a los niños españoles”) son arrebatados al final del día.
El ocaso de las revistas de cómic adulto de los ochenta dejaba a Giménez sin espacios para publicar en España y su obra se dispersó durante los noventa, apareciendo en publicaciones francesas, principalmente. “Paracuellos” parecía finiquitada hasta que el editor Joan Navarro decidió rescatar la obra completa de Giménez en la editorial Glénat España a partir de 1999. Hoy cuesta entenderlo, pero en aquella época si alguien quería leer la hoy considerada obra maestra del tebeo español tenía que patear mercadillos y tiendas de viejo; no había disponible ninguna edición en librerías. En la Glénat española se reeditaron los dos primeros álbumes de “Paracuellos” y vieron la luz cuatro más, en un reinicio de los mejores trabajos de Giménez que también alcanzó a sus series de memoria personal y profesional “Barrio” (1977-2007) y “Los profesionales” (1982-2004). Los dos mil son años de reivindicación y redescubrimiento del autor por parte de un público más joven, en un momento previo a una nueva explosión del cómic adulto esta vez protagonizada por la novela gráfica, con una fuerte presencia de la memoria histórica y la no ficción. En estos nuevos álbumes de “Paracuellos”, sin embargo, Giménez persiste en la historia breve, aunque con una extensión más flexible, libre de las imposiciones de la serialización. El dibujo es cada vez más suelto, más rápido y económico, y el autor tira de oficio para concentrarse en lo esencial de los relatos. La denuncia sigue ahí, pero comparte espacio con un cierto costumbrismo que puede incluso llegar a ser amable, con toques de humor. Aun así, el dibujante madrileño es capaz de trazar un lúcido retrato de los mecanismos corruptores del poder en “Nueve de un golpe”, en el que el niño que sufre la brutal paliza del instructor falangista, Antonio, reproduce contra sus compañeros la violencia recibida. Hay lugar, también, para nuevos personajes, y para situaciones menos angustiosas: los partidos de fútbol, los tebeos y las esperanzas de unos niños que soñaban con su futuro fuera de esos Hogares se entremezclan con los castigos, el hambre y los abusos sexuales. La intensa producción en poco tiempo probablemente hizo que se cayera en cierta repetición, en una sensación de fórmula, aunque estas entregas modernas tengan indudable interés y se contarán con una maestría al alcance de pocos.
Tras el sexto álbum, Giménez parecía haber finiquitado “Paracuellos” y se concentró en otra de sus creaciones más notables de la época: “36-39. Malos tiempos” (2007-2009), cuatro álbumes ambientados en la Guerra Civil, contemporáneos de la Ley de Memoria Histórica de 2007 aprobada durante el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Pero la crisis de Glénat España y las desavenencias con su editor harían que Giménez buscara nuevos espacios para continuar publicando. De hecho, en 2007 Reservoir Books publicó una recopilación de toda la serie en formato apaisado y encuadernación rústica, con las páginas originales divididas en dos: se trataba del único recopilatorio disponible de la serie hasta la publicación de este “Paracuellos. Edición total”.
Tras unos años recalando en Panini, donde vio la luz “Pepe” (2012-2014), su biografía del dibujante Pepe González, Giménez firmó un contrato de exclusividad con Reservoir Books, editorial en la que ha publicado desde entonces incontables títulos, con una productividad pasmosa para alguien que acaba de cumplir 84 años. Entre nuevas obras autobiográficas y adaptaciones de algunas de sus novelas favoritas, el dibujante también ha publicado las tres últimas entregas de “Paracuellos”: “Paracuellos 7. Hombres del mañana” (2016), “Paracuellos 8. Las madres no tienen la culpa” (2017) y “Paracuellos 9. Un ‘hogar’ no es una casa” (2022). Tres álbumes que se cuentan entre lo mejor de esta etapa, marcada por la urgencia de las páginas, en las que Giménez se despreocupa del acabado, de fondos y detalles, y se entrega al ejercicio compulsivo de contar, casi como una necesidad vital. Estas entregas finales de su serie más reconocida no pueden alcanzar sus mejores momentos, es lógico, pero conservan la fuerza del testimonio y el brío narrativo, y se benefician, además, de una mayor extensión que permite a Giménez flexibilizar las composiciones de página y detenerse más en conversaciones y anécdotas. Son historias más amables, que muestran aspectos no tan oscuros, recuperan los buenos momentos vividos en los Hogares, incluso con algunas salidas al exterior, y miran al pasado si no con nostalgia sí con cierta dulzura. Los niños siempre son niños, e incluso en las condiciones más duras juegan, imaginan y se ríen sin que eso redima a sus torturadores.
La lectura en un solo tomo de estas tres etapas, que abarcan unos 45 años, es un ejercicio que revela no solo la grandeza de una obra sin parangón, sino también la evolución personal, artística e ideológica de uno de los autores más importantes de la historia del cómic español. Y, quizá, la evolución de un país que aún tiene demasiadas deudas con su pasado reciente. ∎