Libro

Chris Offutt

Los hijos de ShiftySajalín, 2022

Segunda entrega, tras “Los cerros de la muerte” (2021), de la trilogía protagonizada por Mick Hardin, taciturno agente de la División de Investigación Criminal del ejército estadounidense. Mientras este se encuentra en su pueblo natal, ubicado en el middle of nowhere montañoso del este de Kentucky, recuperándose de los graves traumatismos que le ha provocado una bomba en Afganistán, tiene lugar el asesinato de Cabronazo Barney, el camello local de heroína, cuyo cadáver aparece una noche en el centro de la población. A partir de ahí, Hardin se motiva y ve el resquicio por donde meterse para, investigando ese crimen por petición expresa de la madre del narcotraficante, la Shifty del título, una mujer de armas tomar que recuerda a la Mags Bennett de la serie “Justified”, intentar salir del pozo en que se halla, enganchado a la oxicodona no solo por el dolor de su pierna herida, sino también por el de un divorcio que le raspa mucho y, además, residiendo incómodamente y de prestado en la casa de su hermana Linda, que es la sheriff del condado. Como no podría ser de otra manera, desde ese punto en adelante la trama de “Los hijos de Shifty” (“Shifty’s Boys”, 2022) se va enmadejando (no contaremos cómo, lógicamente) y la paz del municipio, Rocksalt, y los cerros que lo rodean se ve envuelta en una progresiva espiral de violencia y venganzas. ¿Dientes largos ya?

Trama al margen, lo que marca la diferencia, lo que subraya a Chris Offutt (Lexington, 1958) como un órfebre del country noir rural es su extrema habilidad para convertir el entorno de los Apalaches donde transcurre la acción en un personaje (principal) más del libro, ese ir leyendo cómo le inyecta vida tanto con las descripciones del paisaje y su flora como con las de su fauna (serpentólogos y sobre todo ornitólogos, this note’s for you), fragmentos donde no solo transmite conocimiento, sino sincero afecto por lo salvaje, como si fuera un letrista de The Handsome Family. Algo que puede resumirse en esta sentencia, que se encuentra en la página 122: “La tierra se renovaba cada año al tiempo que la humanidad envejecía. La belleza de la naturaleza ocultaba su brutalidad inherente, pero la gente se exponía a pecho descubierto”. Un ojo clínico extensible a su retrato, a veces arisco pero con humor solapado, de los animales de dos piernas que desfilan por este bulevar, con esa cadencia lugareña tan creíble en los diálogos, cero afectada, y con los actores de reparto brillando tanto como quienes tiran del guion (caso del taxista Albin, el inventor Jacky Turner, el empresario de pompas fúnebres Marquis Sledge III...). ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados