La pulsión documental impregna su primer largometraje,
“La pointe courte” (1955), rodado en un barrio de marineros de la ciudad donde creció, Sète, y explica el aroma neorrealista de una película cuya directora desconocía la obra de Luchino Visconti y Roberto Rossellini. La ópera prima de Varda abre las puertas a la modernidad cinematográfica en Francia justo por su capacidad para entroncar, ni que fuera inconscientemente, con el neorrealismo al tiempo que aborda en este contexto una crisis de pareja digna de Ingmar Bergman o Luchino Visconti. Sin embargo, la
nouvelle vague no le reconoce este hito, alcanzado por quien, como mujer, funciona como una excepción en este mundo de hombres. La conciencia de la subjetividad femenina centra su obra más conocida, “Cléo de 5 a 7” (1962). Pero la exposición pone en evidencia la naturaleza ecléctica y diversa de la filmografía de Varda, que no se encasilló ni en un estilo ni en un formato, y buscaba siempre la forma más adecuada para cada película. Su visión poco institucionalizada de la práctica cinematográfica y su inquietud estética y política se hacen patente en los diversos cortos que se pueden disfrutar de forma íntegra en el CCCB. Ya sea en
“Salut les cubains” (1963), una película animada a partir de fotos, a la manera de su amigo Chris Marker, en que explicita el espíritu de que sin baile no hay revolución, o en
“Oncle Yanco” (1967), una fantasía pop impregnada de la energía psicodélica del San Francisco de la época donde Varda reconecta con su tío de América y de paso con sus raíces griegas, presentes también en su devoción cinematográfica y vital por las playas, como la que nos da la bienvenida a la exposición.