Agnès Varda, en 1964, en el rodaje del filme “La felicidad”. © ciné-tamaris. Foto: Marilou Parolini
Agnès Varda, en 1964, en el rodaje del filme “La felicidad”. © ciné-tamaris. Foto: Marilou Parolini

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El espíritu de Agnès Varda, en el CCCB

Instalada en el Centro de Cultura Contemporània de Barcelona hasta el próximo 8 de diciembre, la exposición “Agnès Varda. Fotografiar, filmar, reciclar” nos ayuda a comprender mejor el universo creativo de la cineasta francesa.

“¿Hay algo más político en el cine que devolver el poder de la mirada a quienes no tienen su propio espejo?”, se pregunta Mercedes Álvarez en el videoensayo en homenaje a Agnès Varda (1928-2019) creado especialmente para la exposición que acoge el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona hasta el 8 de diciembre de este año. Situada al inicio de la muestra, la pieza de la directora de “El cielo gira” (2004) recoge con una gran capacidad de síntesis algunas de las claves de la filmografía de la cineasta francesa, sobre todo su interés por integrar en sus películas de toda índole, de “L'opéra-mouffe” (1958) a “Sin techo ni ley” (1985), de “Daguerréotypes” (1975) a “Los espigadores y la espigadora” (2000), a personas y personajes marginados a quienes otorga esta capacidad de devolvernos la mirada. “Agnès Varda, fotografiar, filmar, reciclar” regresa a la figura y obra de la responsable de “Cléo de 5 a 7” (1962) cinco años después de su fallecimiento para expandir nuestra visión de uno de los grandes nombres del cine contemporáneo. La propuesta del CCCB amplía, con el asesoramiento de Imma Merino, la exposición “Viva Varda!” (2023) de la Cinémathèque française, comisariada por Florence Tissot y con la dirección artística de Rosalie Varda.

   Agnès Varda, en 1955, en su estudio en la Rue Daguerre. © succession agnès varda
Agnès Varda, en 1955, en su estudio en la Rue Daguerre. © succession agnès varda
Como queda claro por su título, la muestra nos presenta a una Varda que desborda el mero concepto de cineasta. La exposición surge en parte del trabajo de recuperación del ingente fondo fotográfico de la directora, que ha permitido restaurar su aportación en este campo. Antes fotógrafa que directora, la formación de Varda en esta disciplina marca su carrera y su condición de cineasta, que se desvía del perfil hegemónico que marcarán sus colegas de la nouvelle vague. Ella no proviene de la cinefilia y mantendrá siempre un vivo interés, propiamente documentalista, por el mundo que la rodea, de lo más próximo a lo más lejano, que no obvia la mirada subjetiva. La Varda fotógrafa incorpora tanto el autorretrato como la pasión por otros ámbitos artísticos, de la pintura al teatro, que se filtran en su propia práctica. La fotografía también da pie a una de las conexiones catalanas de la exposición, a partir de las instantáneas recuperadas de un primer viaje a nuestro país en 1955, junto a su por entonces pareja Valentine Schlegel, para retratar a Salvador Dalí. También descubrimos que analizó la fotografía “Autorretrato” de Joan Fontcuberta para el programa televisivo “Une minute pour une image” (1982), así como sus referencias a la obra de Antoni Tàpies en “Los espigadores y la espigadora” o la atención que le presta en la deliciosa serie “Agnès de ci de là Varda” (2011) a Miquel Barceló, quien por su parte le dedicó un retrato igualmente presente.

Agnès Varda, en 1999, en el rodaje del filme “Los espigadores y la espigadora”. © ciné-tamaris. Foto: Didier Doussin
Agnès Varda, en 1999, en el rodaje del filme “Los espigadores y la espigadora”. © ciné-tamaris. Foto: Didier Doussin
La pulsión documental impregna su primer largometraje, “La pointe courte” (1955), rodado en un barrio de marineros de la ciudad donde creció, Sète, y explica el aroma neorrealista de una película cuya directora desconocía la obra de Luchino Visconti y Roberto Rossellini. La ópera prima de Varda abre las puertas a la modernidad cinematográfica en Francia justo por su capacidad para entroncar, ni que fuera inconscientemente, con el neorrealismo al tiempo que aborda en este contexto una crisis de pareja digna de Ingmar Bergman o Luchino Visconti. Sin embargo, la nouvelle vague no le reconoce este hito, alcanzado por quien, como mujer, funciona como una excepción en este mundo de hombres. La conciencia de la subjetividad femenina centra su obra más conocida, “Cléo de 5 a 7” (1962). Pero la exposición pone en evidencia la naturaleza ecléctica y diversa de la filmografía de Varda, que no se encasilló ni en un estilo ni en un formato, y buscaba siempre la forma más adecuada para cada película. Su visión poco institucionalizada de la práctica cinematográfica y su inquietud estética y política se hacen patente en los diversos cortos que se pueden disfrutar de forma íntegra en el CCCB. Ya sea en “Salut les cubains” (1963), una película animada a partir de fotos, a la manera de su amigo Chris Marker, en que explicita el espíritu de que sin baile no hay revolución, o en “Oncle Yanco” (1967), una fantasía pop impregnada de la energía psicodélica del San Francisco de la época donde Varda reconecta con su tío de América y de paso con sus raíces griegas, presentes también en su devoción cinematográfica y vital por las playas, como la que nos da la bienvenida a la exposición.

El rodaje, en 1954, de “La pointe courte”. © ciné-tamaris. Foto: Anónima
El rodaje, en 1954, de “La pointe courte”. © ciné-tamaris. Foto: Anónima

Varda vivió una reapreciación de su carrera a partir de principios de este siglo debida sobre todo a dos aspectos. El éxito de “Los espigadores y la espigadora” la situó como esta figura imprescindible capaz de redefinir la no ficción desde lo digital. Y de paso le abre las puertas al mundo de los museos, una última esfera de su carrera que podemos descubrir a través de diferentes instalaciones. Y el giro feminista de los últimos años ha acabado de fijar a Agnès Varda como un referente canónico del cine. Un título que la exposición deja más que justificado al recoger la dimensión artística, multidisciplinaria, feminista, heterodoxa, pop, apasionada, visionaria, empática, política, lúdica y gatuna de la responsable de “La felicidad” (1965). ∎

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