“El modelo de Pickman”, dirigido por
Keith Thomas, y
“Los sueños de la casa de la bruja”, dirigido por
Catherine Hardwicke, son adaptaciones de cuentos muy conocidos de H.P. Lovecraft –cuya sombra, por cierto, planea por toda la serie–. El valor de ambas radica en su aproximación rigurosa al universo del escritor y en sus firmes apuestas por valores de producción pocas veces vistos en el cine
lovecraftiano. El episodio de Thomas construye una sinfonía de horror explorando en términos cinematográficos la sugerente idea de la pintura abyecta del personaje de Pickman, un Crispin Glover felizmente recuperado para el género. De inequívoca raíz goyesca, las pinturas creadas por el diseñador conceptual y artista Vincent Proce para “El modelo de Pickman” resultan verdaderamente perturbadoras, tanto que uno espera, en vano, que sus modelos no lleguen a materializarse jamás. Hardwicke ofrece una adaptación canónica de “Los cuentos de la casa de la bruja”, añadiendo elementos románticos –y nos referimos a estética, no a temática– y sacando el máximo partido a una propuesta de dirección artística que evoca el trabajo del gran Rick Heinrichs para “Sleepy Hollow” (Tim Burton, 1999). Cabe agradecer a la directora la valentía de mantener, en una decisión más arriesgada de lo que parece, a cierto personaje muy
pulp del relato de Lovecraft, cuya presencia sin duda pone a prueba el umbral de suspensión de la incredulidad del público moderno.
Dos entregas muy estimables cierran la antología. En
“La visita”,
Panos Cosmatos vuelve a crear uno de sus poemas visuales de horror cósmico, en un relato que apenas esboza una historia pero que genera una atmósfera única. De hondo espíritu
lovecraftiano y con ecos estéticos de aquella rara avis del terror que fue “Satanás” (Edgar G. Ulmer, 1934), sustituye las mazmorras propias del género por una ecléctica arquitectura de espíritu brutalista, transforma la iconografía gótica por una mirada arqueológica al diseño de la era atómica y cambia el claroscuro por colores fauvistas y la luz de las antorchas por las luces parasitarias de los omnipresentes
lens flare –los característicos destellos, a veces indeseados, otras veces buscados, que el director de “Mandy” (2018) ha hecho uno de los rasgos distintivos de su cine–. Con su aportación, Cosmatos vuelve a mostrar que su mirada y su voz son claras y distintivas en el fantástico actual. Y que ocupa, como autor, un lugar de privilegio entre los grandes creadores de imágenes del cine contemporáneo. El broche de oro a la serie lo pone
“El murmullo”, joya de
Jennifer Kent que combina la estética del dolor y la tristeza que ya conocemos como parte esencial de su obra, con la aproximación a la tradición de las
ghosts stories de Guillermo del Toro. En su imponente articulación de los tres espacios en los que se entrelaza la trama –la psique de la protagonista, encarnada por una impresionante Essie Davis, la casa encantada y la naturaleza sublime–, Kent ofrece una de las aproximaciones más interesantes a la puesta en escena del terror que veremos este año. Tanto “La visita” como “El murmullo” efectúan un espléndido y arriesgado contrapunto a los horrores góticos y
pulp de las otras entregas de la serie, que en su conjunto es enciclopédico regalo al aficionado a las cosas que acechan en la oscuridad. ∎