Serie

El ladrón, su esposa y la canoa

Chris Lang(miniserie, Filmin)
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Los británicos nos tienen acostumbrados a un excelente nivel de series: “Fleabag” (Phoebe Waller-Bridge, 2016-2019), “In My Skin” (Kayleigh Llewellyn, 2018-2021) o “Years And Years” (Russell T Davies, 2019), entre muchas otras. No iba a ser menos con “El ladrón, su esposa y la canoa” (2022), recién llegada a Filmin, nominada al premio BAFTA a la mejor miniserie, que nos introduce en una ficción inspirada en el caso real de John Darwin, quien finge su muerte para cobrar un seguro de vida. La serie se basa en la novela “The Thief, His Wife And The Canoe. The True Story Of Anne Darwin And ‘Canoe Man’ John” (David Leigh y Tony Hutchinson, 2022), que recoge el testimonio en primera persona de Anne Darwin, la esposa del principal protagonista.

En los primeros compases del visionado descubres a una pareja normal de mediana edad que se ha ido a vivir al pueblo costero de Seaton Carew, a orillas del Mar del Norte, cerca de Middlesbrough. John, funcionario de prisiones, es un tipo siempre metido en préstamos con tarjetas de créditos, líos e inversiones dudosas que le hacen perder dinero. Anne, su esposa, es trabajadora, hogareña y está entregada a su marido. Tienen dos hijos, pero ambos viven en la capital.

Poco a poco se va descubriendo que John es un truhán, un narcisista patológico y un embaucador. Cuando se ve sumido en el desastre, a punto de la bancarrota por sus múltiples desvaríos financieros, urde un plan para fingir su propia muerte con la desaparición de su canoa en el mar. Pero, claro, para tal propósito necesita contar con el apoyo de su esposa, a la que chantajea para que sea cómplice y cometer así un fraude de semejantes dimensiones.

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Eddie Marsan (John) y Monica Dolan (Anne) están espléndidos en sus interpretaciones, encarnando hasta el límite ese papel de granuja y de esposa dócil y sometida. La trama se enreda hasta límites insospechados entre paraísos latinos y errores de bulto. Más que la inconsciencia, sobresalen el egoísmo exacerbado de John y un rasgo psicopático y antisocial, que intrigan hasta el punto de querer saber qué más va a perpetrar.

Todo parecía demasiado sencillo para que las cosas salieran bien, así que la trama se retuerce y apunta al caso de fraude más rocambolesco jamás imaginado, incluyendo el estupor y la vergüenza más radical de la familia e hijos. En ese punto aparece el perdón, el no entender por qué alguien cae tan bajo y se deja persuadir por una idea descabellada y antiética.

La narración en primera persona de Anne capta la fuerza del relato y la visión de una mujer apocada por haberse sometido y arrastrado a los deseos descabellados de su marido. Aquí surge un cuestionamiento sobre la propia independencia: optar por la sencillez frente a lo absurdo. El ritmo es trepidante en esa espiral hacia el caos cuando se descubre mediáticamente el caso. Entonces aparece un periodista decente que hace su trabajo, pero que también quiere ayudar y activar la conciencia de Anne. Y somos testigos de un periodismo no sometido al escándalo, la dinámica habitual en los tabloides ingleses. La serie de Chris Lang es tan descabellada e inverosímil que conquista, por su ejecución y por una trama bien narrada en la que vemos cómo alguien se puede rehacer después de algo así. ∎

Mentir para vivir.
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