En una entrevista publicada en el número de abril de 2010 en ‘Cahiers du Cinéma’, el filósofo lacaniano y crítico cultural esloveno Slavoj Žižek confesaba a los sorprendidos entrevistadores que el artículo que le habían encargado para la revista sobre “Avatar” (James Cameron, 2009) lo había escrito sin haber visto el filme en cuestión. No quedaba ahí la cosa. Después aseguraba que el capítulo dedicado a Roberto Rossellini en su libro “¡Goza tu síntoma. Jacques Lacan dentro y fuera de Hollywood” (1992) también lo había escrito sin ver las películas del cineasta italiano a las que se refería.
La fabulación infinita, ya practicada por Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) mucho antes. Estas “Ocho entrevistas inventadas” son otro ejemplo de las características como fabulador del autor de “El mal de Montano” (2002), textos primerizos, entonces periodísticos, hoy en forma de antología, en los que la realidad y la ficción se entremezclan a partir de un género tan codificado como es el de la entrevista.
En el número del 5 de julio de 1968 de ‘Fotogramas’ se publicaba la primera de estas fabulaciones, un encuentro con Marlon Brando que nunca sucedió. Vila-Matas debía traducir una entrevista con el actor en inglés, pero, como no dominaba el idioma, decidió inventársela. Y la mayoría de la invención es muy pertinente. Como ocurre con el resto de los textos que conforman este libro, las palabras que el autor pone en boca de los otros no son azarosas. Responden a un profundo conocimiento de la obra de estos: la intuición deja paso a la fabulación, pero esta también parte de una cierta verdad, pues la declaración de principios que Vila-Matas realiza sobre el Brando concienciado de aquellos años es muy oportuna. De hecho, estamos ante una serie de ensayos fílmicos construidos de manera distinta a la tradicional del texto ensayístico. Este primer encuentro imaginario con Brando se transforma en entrevista política, algo que siempre resulta más arriesgado que si se pusiera a fantasear sobre los entresijos de Hollywood.
La de Brando aparece firmada por Mary Holmes, seudónimo utilizado por la redacción de ‘Fotogramas’ en general, algo habitual durante años en la revista, prolija en artículos y entrevistas acreditadas a autores anglosajones desconocidos o inexistentes. El resto, publicadas en ‘Fotogramas’, ‘Dezine’ y ‘La Vanguardia’, ya llevan su firma.
¿Qué pensarían entonces en estas publicaciones sobre el sentido de la invención o de la transformación ejecutado por Vila-Matas? El arte de la impostura en todo su esplendor.
La verdad es que la respuesta que da Brando en torno a su Oscar por “La ley del silencio” (Elia Kazan, 1954) parece realmente del actor. Invención controlada. Las preguntas son igualmente creíbles: “En su vida predominan las mujeres exóticas”, le suelta a Brando en su imaginación. En la segunda entrevista con el actor, este asegura odiar a los hippies, “son como los héroes del cine mudo”. Esta se nota mucho más que es inventada. Vila-Matas no tiene miedo alguno en mostrar las costuras. Como asegura en feliz definición Mario Aznar en el prólogo, se había convertido en un ventrílocuo literario.
Las entrevistas con el escritor Anthony Burgess y el ensayista greco-francés Cornelius Castoriadis –un disidente del trotskismo tras el Mayo francés de 1968– funcionaron con un dispositivo distinto. Realizadas para ‘La Vanguardia’ en noviembre de 1982 y mayo de 1983, respectivamente, fueron escritas antes de realizarse la propia entrevista, lo que al parecer no molestó a los ya no entrevistados. El autor de “La naranja mecánica” (1962) “dice”: “Los poetas escriben bastante bien, pero no son capaces de lograr la habilidad arquitectónica que en otro tiempo tuvo la épica (de la cual la novela es ahora el sustituto). La explosión corta y aguda, tanto en música como en poesía, no es suficiente. La novela posee hoy en día el monopolio del género”.
Las dos con cineastas españoles, Juan Antonio Bardem y Francisco Rovira Beleta, sí que se hicieron, pero Vila-Matas las retocó de forma considerable en la transcripción y no prescindió precisamente de la ironía. En la de Rovira Beleta, realizada en 1969, le pregunta por las canciones que cantará Joan Manuel Serrat en el filme que entonces preparaban, “La larga agonía de los peces fuera del agua” (1970): “Todas van a ser inéditas”, contesta el director. “Está preparando una canción de ‘matinada’ muy bonita. Habla de un amanecer”. Y más adelante, Rovira Beleta le comenta que “mi mujer me ha regalado un libro sobre no sé qué utopía de un tal Ficuse o Mubuse…”. “Marcuse” le corrige Vila-Matas. “Sí, eso, Marcuse. Pero ya te digo… Apenas tengo un segundo para leer”. En la conversación con Bardem, de finales de 1968, este dice, o Vila-Matas le hace decir, una frase de entonces que me ha dado por pensar ahora: “Barcelona es una ciudad que jamás aceptaría un cine auténticamente revolucionario”. El comentario de Bardem sobre su “Sonatas” (1959) parece la opinión que tenía Vila-Matas del filme.
Otro entrevistado es Rudolf Nuréyev. La cita vino condicionada porque, según explica Vila-Matas, la noche anterior había tenido sus más y sus menos con el bailarín en una discoteca, presumiblemente Bocaccio, y no era cuestión de llamar a su puerta al día siguiente. Todo parecía más fácil porque los famosos no estaban más de una noche en Barcelona, “la ciudad sugestión por excelencia” según la entrevista quimérica, así que no leerían lo que Vila-Matas ponía en sus bocas. No sería así, claro, con Bardem y Rovira Beleta. Sí con Patricia Highsmith, la última de la antología, que pone a caldo a Raymond Chandler, Agatha Christie y a su propia creación, el asesino Tom Ripley.
Leídas hoy, son el retrato de una época: “En la boîte, Matt Monro nos acribilló con su sentimentalismo”; “Se baila cada vez más frenéticamente. Miembros de la antigua ‘escuela de Barcelona’ entablan discusión sobre cine”; “Luego irá al Drugstore. Allí encontrará los últimos residuos de una noche más de Barcelona, una noche lluviosa, propicia para las confesiones a media voz”.
El libro se cierra con la recuperación de veintiséis recuerdos inventados que aparecían en la antología de relatos de idéntico título, publicada en 1994. En uno de ellos escribe: “Inventando una identidad que nunca tuvo pero que se hacía cierta una vez escrita”. La verdad en la letra impresa. ∎