Película

Ex maridos

Noah Pritzker

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Aunque el título del segundo largometraje de Noah Pritzker evoque de manera directa a “Maridos” (1970), la increíble película de John Cassavetes en la que el cineasta diseccionaba la masculinidad a la deriva de un grupo de amigos afectados por la reciente muerte de uno de ellos, “Ex maridos” (2023; se estrena hoy) está más cerca, por tema y por tono, de las cintas neoyorquinas familiares de su tocayo Noah Baumbach, de “Una historia de Brooklyn” (2005) a “Historia de un matrimonio” (2019).

“Ex maridos”, como esas dos obras de Baumbach, es también una película cien por cien neoyorquina, aunque buena parte de su trama se localiza en Tulum, México. En ese paraíso de cenotes, palmeras y resorts de lujo coincidirán Peter (Griffin Dunne), a punto de divorciarse de su mujer, María (Rosanna Arquette), y sus hijos, Nick (James Norton) y Mickey (Miles Heizer). El primero, sobre la treintena, está a punto de casarse y ha volado hasta allí para celebrar su despedida de soltero. El segundo, más joven, acaba de salir del armario y se ha encargado de montar el sarao de su hermano. Al cuarto hombre de la familia, el abuelo (Richard Benjamin), lo hemos conocido un poco antes: en un flashback en los primeros compases del filme lo vemos contándole a Peter que quiere divorciarse tras un matrimonio de 65 años, pero un corte que marca una elipsis temporal nos lo muestra, casi inmediatamente, ingresado en un centro a causa de una demencia senil. 

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Así, los cuatro hombres de esta familia, por esas casualidades de la narrativa, están tratando de superar una crisis personal y sentimental, en mayor o menor grado. Ninguno actúa bajo el signo de la desesperación cassavetiana ni de la aspereza típica de los personajes de Baumbach, pero ahí están, tres de ellos en Tulum intentando averiguar qué demonios va a ser de sus vidas. “Me emociona mucho pensar en lo que os espera”, le dice Peter a su hijo Nick durante una cena en la despedida de soltero, como si supiera de buena mano que la ilusión de ese inminente matrimonio es incapaz de esconder las crisis de pareja que están por venir.

Tampoco resulta baladí, de todos modos, comparar las masculinidades en crisis dibujadas por Cassavetes o Baumbach con las que propone Pritzker. La agresividad asociada a lo masculino aquí está, por una parte, más atenuada a causa de los problemas de salud mental y del cóctel farmacológico tan del siglo XXI. “Pensé que no medicarme en el siglo XXI es como no tener un iPhone”, le dice Arroyo (Pedro Fontaine) al joven Nicky en una conversación del filme.

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Por otra parte, no hay demasiadas dudas de que, pese al cariño del cineasta con sus personajes, la película es del todo consciente de las vidas privilegiadas que tiene entre manos. La discusión que mantienen padre e hijos en el mausoleo familiar, en el cementerio de Nueva York, de argumentos tan tiernamente torpes, nos permite asomarnos a ese ensimismamiento de quien no sabe salir de la selva oscura de su vida a pesar de contar con todo a su favor.

Es probable que “Ex maridos” sea menos compleja de lo que anuncian sus primeros compases, pero es más que encomiable la honestidad de Pritzker a la hora de mostrar las debilidades y torpezas de sus protagonistas, y muy especialmente la mediocridad que asoma a unas vidas de comodidades que aspiraban a algo más. Además, una película que viaja del “NYC” de Interpol hasta el “No dejes ir los días”, de Grupo México 80, tiene, de entrada, bastante ganado. ∎

It’s a man’s man’s man’s world...
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