Serie

Exterior noche

Marco Bellocchio(miniserie, Filmin)
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En 2003, Marco Bellocchio abordó el caso de Aldo Moro en “Buenos días, noche”, una película filmada casi por entero en el piso en que secuestraron al líder político y que reflejaba el punto de vista de Chiara (Maya Sansa) y sus compañeros de las Brigadas Rojas en su ensombrecimiento psicológico. Casi veinte años después regresa a ese suceso obsesivo e imborrable, que contempla como “el fin de los partidos políticos y del propio concepto de política” en Italia, con la idea de efectuar el contraplano de aquella película y mostrar lo que sucedía en el exterior. Acaso sea también para enmendar, revisar, parte de aquella película.

Bellocchio, que en su madurez lleva por lo menos un par de décadas en su mejor forma cinematográfica, filmando con un estilo limpio, sosegado, pero perturbador e incisivo, crea una obra extraordinaria sobre la conmoción íntima y colectiva en la que consigue expresar la atmósfera emocional que recubre como una neblina la vida pública de un país y la vida mental de los personajes, y en la que lo frío y lo turbio y la negra culpabilidad se hacen dominantes.

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La serie está estructurada en seis capítulos, con un personaje central o punto de vista diferente en cada uno: el primero, el del propio Aldo Moro, con su gestualidad familiar y tono moderado, conciliador y melancólico, preservando una idea de la política como forma de llegar a acuerdos por un bien común que va a ser aniquilada; el segundo, el de Pablo VI, amigo de Aldo Moro, atormentado, bloqueado, fosilizado por las formas políticas de la institución; el tercero, el de Francesco Cossiga, Ministro de Interior, en un magnífico y tristísimo retrato barroco de su figura impotente, lánguida, del claroscuro en que se diluye su humanidad y se construye el cuerpo inerte, hipócrita, viciado pero carente de pasión, del poder político y burocrático, el Estado como gran corporación mercantil. Este primer bloque es el más político y público, y refleja esa atmósfera tóxica y sombría de traición y conspiración, el sepulcro en que los hechos quedan soterrados y ante el que la voluntad de excavar para traerlos a la luz es impotente.

El segundo bloque contiene en el cuarto capítulo la historia de la brigadista Adriana Faranda –en el que se plantean las dudas entre los terroristas– y en el quinto la de Eleonora (o Nora) –la esposa de Moro– en su asunción consciente, terrible, trágica de la inevitabilidad de la muerte de su marido como fin secreto, deseado y acaso perseguido por todos. El sexto y último capítulo muestra los dos últimos días de vida de Moro en una forma coral y sintética, en la que se conjugan los diferentes personajes y que tiene forma de sumidero, de abismo al que se aboca en espiral y engulle toda idea o energía luminosa de la política.

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Todos estos capítulos –cada uno podría ser una película autónoma– se tejen y entremezclan en una obra de trescientos minutos que aprovecha las posibilidades de la serialidad o de la organización en episodios para ampliar el marco, su monumentalidad, como una escenografía de frescos. Ahora bien: nada resulta grandilocuente ni desproporcionado, ya que Bellocchio atiende sobre todo a los detalles, a las gestualidades cotidianas, para que veamos lo íntimo como un núcleo expansivo que refleja lo político y lo colectivo. Sin dejar atrás la ira crispada, rabiosa, impetuosa de sus primeros trabajos, Bellocchio, a sus 83 años, tira de las riendas y la sujeta y domina mediante formas contenidas, veladas, depuradas. “Exterior noche” (2022) queda concentrada y atravesada por una angustiosa temporalidad: una cuenta atrás, el curso inexorable de la tragedia que acecha y sobreviene primero con lentitud, después ya enorme y monstruosa, como algo que nadie puede frenar. Es una forma magnífica y turbulenta de thriller, y está llena de latidos y de juventud.∎

“El fin de los partidos políticos y del propio concepto de política” en Italia.
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