Cómic

Genís Rigol

Brunilda en La PlataApa-Apa, 2025
Norman ha quedado con Brunilda para cenar en La Plata. Feliz, pasea por los inabarcables bastidores de un teatro en el que el público parece exhausto ante una función interminable. Pronto descubre que, para llegar a su cita, debe pasar inevitablemente por el escenario. Pero ¿cuándo acabará la obra? Podría tardar días, y su cita es esa misma noche.

Con esta premisa, inspirada en un sueño del autor, la primera novela gráfica de Genís Rigol (Barcelona, 1982) ya se intuye especial, pero su lectura completa revela un cómic extraordinario. Una celebración de la historieta en todas sus dimensiones, una exploración visual y conceptual del teatro, el arte y la vida. Con ecos de los pioneros del cómic de la primera mitad del siglo XX (Winsor McCay, Herriman, Frank King, Milt Gross, George McManus), las vanguardias y el teatro de Beckett y Brecht, Rigol construye un universo donde la representación y lo representado se confunden, donde la ilusión de la vida y la ilusión del arte se funden.

En “Brunilda en La Plata” todo es escenografía: los bastidores se alargan como pasillos de un sueño, los personajes deambulan entre decorados sin estrenar y un dramaturgo bloqueado intenta escribir el final perfecto para una obra que nunca termina. “El arte de la representación, si quiere ser arte, requiere de la perfección”, sentencia uno de los personajes, en los múltiples diálogos sobre la creación y su difícil culminación. El teatro se convierte en un espacio infinito donde Rigol convierte el absurdo y lo banal en materia poética, como una liturgia sin solemnidad ni tragedia, donde la comedia humana se revela en toda su fragilidad.

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Don Dramas, el director de la función, vive encerrado entre bastidores, atrapado por su propia ambición. En analepsis, el lector conoce su vida fuera del teatro: su juventud en La Plata, los días luminosos, el “pescaíto frito”, la promesa de algo que el arte ya no consigue devolverle. Su miedo a la mediocridad ha convertido en “legendaria su capacidad para boicotearse a sí mismo”.

Rigol despliega un virtuosismo formal de diseños exuberantes que dialoga con la historia del cómic y del arte moderno. Las páginas fluyen como, para resumir ahora, si el “Little Nemo” (1905-1911) de McCay soñara con las vanguardias: las líneas ondulantes se mezclan con ricas geometrías, los cuerpos se disuelven y las perspectivas cambian, creando la sensación de estar dentro de un sueño. Las viñetas del pasado en blanco y negro, llenas de matices y texturas, recuerdan tanto a los grabados como al cine expresionista. Hay otra referencia crucial, “Los niños del paraíso” (Marcel Carné, 1945), película en la que el autor se ha inspirado para determinadas viñetas.

Más allá de su sofisticación estética, “Brunilda en La Plata” es una obra sobre la espera, el deseo y la imposibilidad de llegar a tiempo a la vida, sobre todo cuando le pedimos demasiado. Norman, atrapado en un teatro que no cesa, busca a Brunilda como quien persigue un ideal, mientras el público asiste cansado a una representación que se confunde con la existencia. Con tono melancólico y suma precisión formal, Rigol firma un debut deslumbrante: una reflexión sobre la creación artística y su propio fracaso, sobre la comedia interminable del ser humano, esa obra en la que nunca cae el telón. ∎

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