Todo un Martin Amis no tenía ni la más pajolera idea de quién era Sam Selvon cuando el escritor nacido en Trinidad falleció en 1994. Especialmente en “Solos en Londres” (1956; Automática, 2016), Selvon plasmó la enorme brecha entre la realidad local y la del recién llegado en busca de una oportunidad o de una reparación histórica, como fue el caso de la Windrush Generation (los caribeños que llegaron al Reino Unido para reconstruirlo tras la Segunda Guerra Mundial).
Jacqueline Crooks, nacida en Jamaica y criada en Londres, lo lleva más allá en esta historia inmersiva que es “Prende fuego” (“Fire Rush”, 2023; Colectivo Bruxista, 2025; traducción de Enrique Maldonado Roldán). En ella vuelca parte de sus experiencias como mujer en un mundo de disc-jockeys, Stixmen, skankers y hustlers. Un viaje de autodescubrimiento cargado de angustia juvenil que transcurre en tres actos: por el mundo subterráneo de la noche de Londres, por el epicentro histórico de la explotación esclavista que es Bristol y, en un viaje final, casi espiritual, por Jamaica, en el que la protagonista deja atrás su adolescencia.
Crooks creció en Southall en los setenta y los ochenta, no muy lejos del lugar donde llegó junto a su madre procedente de la isla caribeña. Una zona recordada por los levantamientos contra el racismo que, como en Brixton o Handsworth, tuvieron lugar durante el cambio de década. Zonas en las que la comunidad negra tuvo que crearse sus lugares al margen de los espacios principales en los que no era bienvenida.
No es casual, pues, que el debut de Crooks comience en 1978 en un club de reggae. Uno de esos espacios creados, un mundo subterráneo y oculto en el que el dub se convirtió en el sonido de la libertad y la revolución. Una forma de resistencia pero también de puro disfrute y liberación. Un refugio emocional.
El misticismo afrojamaicano también está muy presente en “Prende fuego”, mientras la joven Yamaya explora su despertar sexual al tiempo que se enfrenta a la violencia masculina de este mundo subterráneo. Una protagonista fuerte pero desorientada en su lucha ante la represión del sistema y las pequeñas violencias cotidianas. Una lucha individual como mujer junto a la lucha colectiva ante la moderna Babilonia, metáfora del sistema opresivo, la autoridad corrupta y la desigualdad social en la cultura jamaicana.
Esta es la historia de un trauma generacional: el de los hijos de inmigrantes y el de la búsqueda de raíces; sobre la identidad, pero también sobre la exploración del placer entre los aislados y oprimidos. Por eso “Prende fuego” canaliza la rabia acumulada durante una infancia y una adolescencia. ∎