Libro

Jacques Dutronc

Et moi, et moi, et moi. MemoriasMonstruo Bicéfalo, 2025

Jacques Dutronc (París, 1943) ha sido muchas cosas: cantante generacional, actor prolífico, bromista crónico, ermitaño sociable, misántropo rodeado, rebelde profesional y corso confeso. El eterno adolescente. En “Et moi, et moi, et moi. Memorias”(“Et moi, et moi, et moi”; 2023; Monstruo Bicéfalo, 2025), publicado al cumplir 80 años, uno se encuentra con todo eso, pero relatado con una ironía que no sabes si es burla, ternura o puro cansancio del mundo. En apenas 200 páginas, el dandi parisino va soltando recuerdos con ese cálculo elegante del que tiene un as bajo la manga, con el descaro de quien se sabe irrepetible y la ligereza de quien nunca ha pretendido dárselas de importante pero es un personaje clave de la cultura popular del país vecino.

Sobre una fotografía de Jean-Marie Périer y con diseño de Verano González (Cuarto y Mitad), esta edición forma parte de la colección Psycho Beat! de Monstruo Bicéfalo. Incluye un prólogo de Ximo Bonet y la traducción corre a cargo de Felipe Cabrerizo, la persona ideal para esta tarea. Francotirador del pop francés en nuestro país, Cabrerizo ha escrito biografías de Serge Gainsbourg y Johnny Hallyday, ha traducido las memorias de Françoise Hardy y Jane Birkin, y ahora suma a Jacques a Dutronc a su propia editorial.

Sus primeros años a ritmo de canciones arrancan con anécdotas deliciosas: la infancia en el 9.º arrondissement de París, su pasión precoz por la guitarra, su paso por la banda Les Cyclones, el sello discográfico Vogue y esa juventud compartida con cómplices generacionales como Johnny Hallyday y Eddy Mitchell. Luego llega el despegue en su alianza con Jacques Lanzmann como letrista, las anécdotas con Gainsbourg, las galas de los años sesenta, la televisión de Guy Lux, los descubrimientos con Jean-Marie Périer, el éxito inesperado de “Et moi, et moi, et moi” en 1966 y todo lo que vino a continuación. Afecto masculino, humor privado y camaradería.

Después el actor toma el relevo. Dutronc demuestra que bajo la pose de falso perezoso hay un intérprete fino y sensible. Aparecen Pialat, Lelouch, Villeret, Godard, Sautet, Blier, Marielle, Piccoli o más adelante Blanc, Grandperret o Chabrol. Una constelación de cine envidiable. Habla de ellos con respeto, a veces con temor escénico, y nunca se coloca por encima.

En lo personal se insinúa más de lo que se confiesa. Se cuentan anécdotas con Françoise Hardy –con quien contrajo matrimonio en 1981– y su hijo Thomas Dutronc, pero sin abrir la puerta del todo. También hay otros protagonistas: los gatos, su humo de habano, la soledad buscada, su querida Marruecos, la Corse adorée, su discreta compañera Sylvie Duval, las lecturas de Patrick Modiano o la música de Tino Rossi en su fascinación por lo absurdo. Dutronc es alguien que ha hecho del desdén una forma suya de estar presente. El intérprete apunta: “Creo que la felicidad no es algo que vivimos, sino algo que recordamos”. Pues bien, esta lectura, sin duda, se quedará en nuestra memoria con una sonrisa. Él ya era –y sigue siendo– un universo propio. Gracias Dutronc, gracias Cabrerizo. ∎

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