Además del país del sol naciente, Japón es un vórtice de curiosidad morbosa y atracción para nosotros, los occidentales. Desde que en 1946 Ruth Benedict publicase lo que sería esa primera suerte de tratado antropológico que representa “El crisantemo y la espada”, hemos ido asistiendo a todo tipo de intentos de documentación de la nación insular y sus gentes, especialmente conforme ambos se han ido abriendo al mundo hasta conquistarlo. Seguramente, de entre toda la mitología (real y ficticia) made in Japan, la de la yakuza puede ser nuestra droga favorita si hablamos de engancharse a historias niponas.
Pero la obra que aquí nos atañe, “Tokyo Vice” (“Tokyo Vice. An American Reporter On The Police Beat In Japan”, 2009; Península, 2021), es mucho más que una historia o un entretenimiento naif. Es una ventana a la psique japonesa a través de un relato de la mafia patria. Para ello recorremos junto a Jake Adelstein (Columbia, Misuri, 1969; periodista estadounidense pero formado universitariamente en Japón) los bajos fondos tokiotas y sus prefecturas al mismo tiempo que conocemos su historia profesional y personal.
Y es que desde que Adelstein se enfunda un traje de funeral para su entrevista en el periódico ‘Yomiuri Shimbun’ (donde sería el primer no-japonés en formar parte de la plantilla de la edición autóctona) hasta que pone en peligro su pellejo por exponer a Tadamasa Goto, uno de los principales criminales japoneses, lo que nos encontramos en “Tokyo Vice” es mucho más que el camino hacia la sordidez de su autor: es el reflejo en el charco que evidencia la realidad del país. Cuanto más escribe, investiga y descubre sobre el mundo del delito japonés y la yakuza, más conocemos lo que se esconde tras los neones de Shibuya o la vida nocturna de Roppongi.
“Tokyo Vice” es un retrato sociológico moderno. Pero, sobre todo y en esencia, es un libro sobre la dualidad en Japón. Claro que en Japón todo trata sobre la dualidad, sobre las dos caras de la misma moneda. Hablamos de un país en el que la individualidad se construye en base a las dos esferas de las personas, honne y tatemae (simplificando: lo que muestras a la sociedad y lo que realmente eres o anhelas), y en el que la cultura descansa sobre el wa, la armonía social, en la que el conflicto, la falta de detallismo o de estética no tienen cabida.
Pero en “Tokyo Vice” hay mucho campo para lo sórdido, lo feo, las vicisitudes y, en definitiva, la esencia humana (el vice de su título no es casualidad). Adelstein nos cuenta los diferentes casos a los que se enfrenta como reportero y con ello asistimos a las miserias de la policía japonesa, la monstruosidad de sus criminales, la hipocresía gubernamental y de las autoridades, especialmente en lo relativo a la trata de mujeres, y los complicados vínculos que se producen entre reporteros y cuerpos de seguridad. Es ahí, en las relaciones humanas, donde nuevamente entra en juego la dualidad japonesa para brindarnos esperanza. Bien sea con la relación de amistad que se establece entre el autor y el inspector de policía Sekiguchi, la de seudoamor con Helena o la de amor-odio-repulsión con algunos miembros de la yakuza..
“Tokyo Vice” se adscribe al universo de oferta de entretenimiento del que forman parte ejemplos como la serie de Netflix “Giri/Haji” (2019) o “Konbini Confessions”, vídeos alojados en YouTube y protagonizados por el rapero Michayi en los que recorre la noche tokiota entrevistando a personas en estado etílico. Es decir, obras en las que podemos ver las dos caras de la sociedad japonesa. Pero “Tokyo Vice”, que también conocerá en breve una adaptación televisiva producida por Michael Mann para HBO, fue pionera en esto. Su lectura ofrece la oportunidad de descubrir más sobre un reportero yanki en un periódico japonés, sobre la yakuza, sobre Japón en su conjunto y, en esencia, sobre la naturaleza humana. ∎