“Poor old Johnny Ray”, que cantaban los Dexys Midnight Runners. Y pobres también James Dean y Nicholas Ray. Y Rock Hudson. Y Natalie Wood. Pobre Burt Lancaster y, en fin, pobre Hollywood de los años 50, cadáver macilento sobre el que James Ellroy (Los Ángeles, 1948), todo aspavientos y manotazos y furia ciega, se abalanza para triturarlo con sus mandíbulas de bulldog rabioso. Y ya se sabe lo que ocurre cuando Ellroy empieza a repartir dentelladas: pánico nuclear y sálvese quién pueda. Nadie está a salvo. Ni siquiera el venerado y venerable John Fitzgerald Kennedy, icono estadounidense y mártir de la democracia que el autor de “La dalia negra” (1987) profana sin demasiados miramientos en las páginas de este formidable ejercicio de recreación histórica servido entre aullidos, carcajadas y feroces ajustes de cuentas con la Meca del Cine.
Ellroy y Hollywood. Ellroy y la Historia. “El trapo sucio. El chisme. El cuento cochino. Los libelos libidinosos revelados en toda su realidad”. Pum. He aquí el meollo de “Pánico” (“Widespread Panic”, 2021; Literatura Random House, 2022). He aquí el alma podrida de Los Ángeles, esa ciénega en la que chapotea, alegre como un gorrino, el pérfido Freddy Otash. Freddy el Frescales. Freddy O. el fenómeno. Freddy el soplón sollozante. “Soy corrosivamente corruptible y me tienta el trinque. Vivo para el malicioso mangue. Es mi sino existencial”, le hace decir Ellroy al protagonista de “Pánico”, bufón de la corte y “Monarca de la Clandestinidad”.
Él fue el Cacique del Cotilleo, el expolicía que recolectó los trapos sucios de las estrellas y los empaquetó en las escandalosas páginas de la revista ‘Confidential’. Gestapo Otash, el espía del star system. El Gran Hermano de Hollywood. Un tipo despreciable al que Ellroy ya utilizó en las páginas de “América” (1995) y en “Shakedown” (2012) y sobre el que regresa ahora mientras se toma un respiro de su Segundo Cuarteto de Los Ángeles, del que ya ha entregado “Perfidia” (2014) y “Esta tormenta” (2019).
“Sigo siendo el Perro Pervertido de la Noche. Todavía persigo problemas y espío por las poderosas ventanas que me salen al paso. Hasta la fecha me he cruzado con un sinfín de vidas y las he pisoteado a mi paso”, nos dice Freddy en esta novela eléctrica, pura papilla de celebrities y socarrat de corrupción y bajísimas pasiones, que no es más que Ellroy releyendo la historia y, dos por uno, releyéndose también a sí mismo. Porque “Pánico” es “L.A. Confidential” (1990) con la comedia asilvestrada comiéndole terreno al noir puro y el patetismo campando a sus anchas. Es “Hush Hush” sin antifaz y James Dean vapuleado sin miramientos. Son tipos de carne y hueso embarcados en fantasías obscenas y Ellroy moldeando la historia a su antojo para derribar cualquier barrera entre ficción y realidad. El alborotado rodaje de “Rebelde sin causa” (1955) y los intentos de buscarle una esposa de mentirijilla a Rock Hudson. El desenfreno sexual de Art Pepper y las películas porno de Steve Cochran. ¿Verdad? ¿Mentira? A quién le importa. Seguro que al autor de “Jazz blanco” (1992) no. “Garbosos gays descienden en picado desde el Cielo y me reprochan que los sacara del armario en los homófobos años cincuenta”, leemos. Y así todo. Pulpa de famoso diluida en tragos largos de Old Crow.
Escrita a modo de confesión desde el purgatorio, donde Freddy rememora años de febril fulaneo y difamaciones deleznables, de voyerismo enfermizo y maldades al por mayor, “Pánico” es también un Ellroy en versión hiperconcentrada que, por más que haya cambiado la metralleta por el staccato y la frase afilada por la elasticidad del malabarismo lingüístico, sigue dando en el blanco con admirable precisión. Es, pasen y lean, irreverente y deslenguada. Una novela ferozmente divertida e incorrecta hasta extremos inimaginables. Un libro para pasárselo en grande mientras Ellroy se enfrenta a puñetazos a sus fantasmas favoritos. Y si algo bueno tiene Ellroy es que, haga lo que haga, siempre gana. ∎