Cuando Laura Mulvey afirmó que “Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles” (Chantal Akerman, 1975) “significó para el movimiento feminista una sacudida solo comparable a la que produjo ‘Ciudadano Kane’ en la historia del cine”, no era aún consciente de la otra sacudida –de calado menor, pasajera– que dicho filme iba a provocar en 2022. Su nombramiento como “Mejor película de la Historia” en la encuesta publicada a finales del año pasado en la revista ‘Sight & Sound’ provocó, como era de esperar, un alud de celebraciones y un número similar de ataques y lamentaciones.
Por encima de todo este ruido, es (sigue siendo) la obra maestra de una cineasta fundamental. Una artista nómada con una carrera que abarca de 1968 a 2015 y en la que dirigió más de cincuenta películas. En 1975, el mismo año del estreno del filme, la videoartista feminista Martha Rosler llevaba a cabo su famosa pieza “Semiotics Of The Kitchen”, en la que, con una gestualidad entre distante y agresiva, presentaba diversos utensilios de cocina en orden alfabético. Lo que sigue es una suerte de “Semiótica de ‘Jeanne Dielman’”, un diccionario inacabado de los méritos de una obra inabarcable.

“Je, tu, il, elle” (1974)
El primer largometraje de Akerman contiene ya algunos de los temas recurrentes en su filmografía: la representación de la subjetividad y el deseo femeninos, el tratamiento de la diferencia sexual y una visión muy personal de la noción de autorrepresentación. Estructurada en forma de tríptico, la película se inicia con la joven Julie (Akerman) sola en el interior de un apartamento vacío. Como en “Los encuentros de Ana” (1978), el recorrido de la protagonista la llevará del interior –el encierro es uno de los motivos recurrentes de su cine, de “Saute ma ville” (1968) a “Là-bas” (2006), pasando por “La cautiva” (2000)– al exterior y del repliegue sobre sí misma al encuentro con el otro. Si el “él” del título está encarnado en el camionero que recoge a la protagonista, “ella” es Claire Wauthion, quien protagoniza junto a Akerman una dilatada escena de sexo lésbico filmada en un distanciado plano-secuencia que consigue neutralizar toda tentación voyerística.

“Los encuentros de Ana” (1978)
¿Qué puedes hacer después de haber dirigido una película a la que Laura Mulvey calificó como la “Ciudadano Kane” del movimiento feminista? Tras “Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles” (1975), Akerman realizó una ficción de tintes autobiográficos sobre Anna, una directora de cine que vive en París y que viaja hasta una ciudad de Alemania para presentar una película. La rubia Anna –modelada, según confesó la directora en una entrevista, con los rasgos de las gélidas heroínas de Hitchcock– es Aurore Clément, alter ego de Akerman e intérprete recurrente en su filmografía a partir de ese momento. En el trayecto tanto físico como mental que propone un filme cuya protagonista transita entre ciudades europeas, estaciones y vagones de tren, no habrá un encuentro más intenso que el que transcurre entre Anna y su madre. La intimidad que destila la escena en la que comparten cama y confesiones en una habitación de hotel avanza el vínculo indisoluble plasmado en “No Home Movie” (2015).

“D’Est” (1993)
“D’Est” conforma, junto a “Sud” (1999) y “De l’autre côté” (2002), una suerte de trilogía de ensayos documentales en los que Akerman filma espacios físicos convulsos (la frontera entre México y Estados Unidos en “De l’autre côté”), violentos (el sur de Estados Unidos y su historial de asesinatos racistas en “Sud”) o sufriendo una traumática transformación. “D’Est” parte de la voluntad de Akerman de filmar “los rostros y los paisajes” de un territorio –físico y político– al borde de la desaparición: la Europa del Este tras la caída del Muro de Berlín y el colapso del comunismo. La cineasta viaja a Polonia, Lituania, Ucrania o Moscú y filma estos lugares utilizando su rigurosa estrategia formal habitual: planos generales de dilatada duración que muestran coches y tractores, mujeres trabajando en los campos o de pie, estáticas, en la intimidad de su hogar, combinados con alucinados trávelin que capturan interminables hileras de masas anónimas.

“No Home Movie” (2015)
La película de despedida de Chantal Akerman tenía que ser –no podía ser de otro modo– una carta de amor a Natalia Akerman, su madre. La presencia de esta resiliente figura maternal, una superviviente de Auschwitz, sobrevuela la filmografía de la autora. En “News From Home” (1977), sus cartas –narradas con voz en off por la propia cineasta– constituyen las únicas palabras de un filme que es, a la vez, una hermosa sinfonía urbana sobre Nueva York y una melancólica aproximación al sentimiento de desarraigo de todo emigrante. En “No Home Movie”, Akerman graba con una pequeña cámara digital a su progenitora en la intimidad de su apartamento en Bruselas, registrando su progresiva decadencia física pero también las largas conversaciones con ella, así como las videollamadas que comparten cuando la cineasta está en su papel de artista nómada (o judía errante). La memoria, el trauma o el peso de la herencia hebrea son solo algunos de los temas que abordan Natalia y Chantal, madre e hija, en esta hermosa película. ∎