Libro

Jonathan Coe

BournvilleAnagrama, 2024

Una cosa propia de los ingleses es reírse y enorgullecerse de sí mismos al mismo tiempo. La frase la dice al principio de “Bournville” (2022; Anagrama, 2024; traducción de Javier Lacruz) un personaje residual, pero flota durante las más de cuatrocientas páginas en las que un brillante Jonathan Coe (Birmingham, 1961) revisa la historia de su país desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la pandemia de 2020. Lo hace a través de cuatro generaciones de una misma familia y a partir de la evocación de una fábrica de chocolate situada en la localidad que da título al libro. De hecho Bournville, cerca de Birmingham, fue fundada por la familia Cadbury para albergar a los empleados de su fábrica chocolatera. “El aire no olía a chocolate, pero el chocolate estaba en el aire”, escribe Coe. No es la historia de Willy Wonka, pero el chocolate, la diferencia de su fabricación con grasas vegetales en el Reino Unido y con cacao al 100% en otros países europeos, constituye algunos de los episodios más contundentes, a la vez que hilarantes, de la novela.

El relato comienza con la gira por Alemania de una contrabajista británica, Lorna, bisnieta de Doll y Sam, la primera de las generaciones de la familia protagonista. Es pasmosa la naturalidad con la que Coe pasa del punto de vista de Lorna en marzo de 2020, cuando se extiende la pandemia en Europa y está a la vuelta de la esquina el confinamiento total, al de su tío Peter y su abuela Mary (figura entrañable e inspirada en la madre del escritor: el resto son personajes completamente inventados), que hablan con ella por videoconferencia desde su casa en Bournville, y cómo dicha conversación deriva en el recuerdo por parte de Mary del Día de la Victoria en Europa, el 8 de mayo de 1945, primera parada en retrospectiva del gran fresco que es “Bournville”.

Coe no ahorra en este primer capítulo la liturgia de aquel período: el final de la guerra, el discurso por radio de Winston Churchill, la misa especial en la ciudad, el discurso del rey a las nueve de la noche. Tira, por supuesto, de ingenio satírico: la efusión de la fiesta hace que en el pub se hayan agotado muy rápido las existencias de cerveza. El discurso del monarca es lúgubre e inconsistente, y lo importante es cómo la gente vuelve de inmediato a lo que hacía antes y recupera los hábitos que quedaron hechos añicos por el conflicto bélico. Coe habla de algo tan extraño pero muy inglés, la nostalgia de la guerra, otro concepto que se extiende de distintas maneras a lo largo de la historia: ¡hasta el sabor del chocolate recuerda a la guerra! A pesar de la ironía que gasta Coe, todos estos momentos resultan muy emotivos por esa misma relectura de la nostalgia.

El recorrido se centra en otros siete acontecimientos relevantes en la historia inglesa: la coronación de Isabel II (8 de mayo de 1945), la final de la Copa del Mundo de fútbol en la que ganó la selección inglesa (30 de julio de 1966), la investidura del Príncipe de Gales (1 de julio de 1969), la boda de Carlos y Diana (29 de julio de 1981), el funeral de Diana (6 de septiembre de 1997) y, cerrando el círculo, las celebraciones en el setenta y cinco aniversario de la victoria en Europa (8 de mayo de 2020). Coe concentra las situaciones en estas fechas señaladas, pero se mueve en el espacio temporal de unos días antes de cada caso para explicar situaciones puntuales de los distintos miembros de la familia. Salvo en algún momento –la reunión de todos para ver por televisión la boda de Carlos y Diana de Gales–, los hechos históricos no son más que el acicate para describir, en corto y en largo, en la intimidad de sus relaciones o en lo que piensan de los cambios sociales y políticos del país, a cada uno de los personajes.

Todo ello, magníficamente descrito entre el rigor histórico (las descripciones de la política de Margaret Thatcher, los entresijos de la Casa Real, la aparición de un advenedizo Boris Johnson), el sarcasmo (los jugadores franceses fueron acusados de cobrar los autógrafos a los fans ingleses durante la Copa del Mundo de fútbol de 1966), la reflexión (¿por qué la muerte de Lady Di originó un misterioso dolor compartido?) y la flexibilidad en la estructura del relato, que acoge distintos puntos de vista y, en un caso concreto, el capítulo dedicado a la investidura del príncipe Carlos, adopta la forma de la lectura de un correo que su primo le envía a Peter en 2005, evocando el verano de 1969, el de dicha investidura, y certificando el enfoque crítico a partir de los comentarios que entonces les hizo una niña sobre lo que los ingleses les habían hecho a los galeses. Esta niña, crecida, reaparece en la parte final de la novela en uno de los muchos cruces administrados con precisión por el autor. Es un Coe juguetón que, en la divertidísima lectura del informe hecho por el mismo Peter de su reunión en Bruselas para tratar el tema del chocolate, le pone el nombre de su editor en España, Jorge Herralde, fundador de Anagrama, al diputado español presente en la acalorada reunión.

La radiografía del país atraviesa la ideología, el trabajo, la orientación sexual o las formas que aún perduran del machismo y el racismo en algunos de los diversos integrantes de esta familia tan inglesa en todos los sentidos. El novelista se sirve también de toda una iconografía cultural y pop bien insertada en el vaivén de los acontecimientos: el estreno de la adaptación teatral de “La ratonera” de Agatha Christie –y, con ironía, Coe hace que Mary piense que no tardarán mucho en quitarla, cuando lleva décadas representándose y es la obra de teatro más longeva del mundo–; John Lennon; The Kinks; los “Thunderbirds” –la serie de televisión inglesa con marionetas creada por Gerry Anderson y que aquí fue emitida como “Guardianes del espacio” (1965-1966)–; “El agente de CIPOL” (Norman Felton y Sam Rolfe, 1964-1968), el Bilbo Bolsón de “El señor de los anillos”; Robert Wyatt –la frase “¿Cómo puedo alzarme si tú no caes?”, de su canción de 1985 “The British Road”, encabeza certeramente el capítulo dedicado a la ceremonia nupcial de los príncipes de Gales–, “Carros de fuego” (Hugh Hudson, 1982) y, muy especialmente, las películas de James Bond, definidas como “extrañas fantasías adolescentes sado-patrióticas”. La aparición de cada filme de la saga 007, con Sean Connery, George Lazenby o Roger Moore, marca una tradición familiar en los tres hijos de Mary, y la palma se la lleva “La espía que me amó” (Lewis Gilbert, 1977), epíteto de la serie fílmica como la suma del sarcasmo y el nacionalismo, una conjunción que casa con los protagonistas de la novela y con la lectura nada subterránea que el libro procura sobre su país. “Bournville” está integrada en una suerte de tetralogía con “La lluvia antes de caer” (2007), “Expo 58” (2013) y “El señor Wilder y yo” (2020). Coe le ha puesto a este conjunto de novelas el título genérico de “Inquietud”, solo que él revela las inquietudes de su tiempo de la manera más grácil posible. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados