Cómic

Josh Pettinger

GoiterLa Cúpula, 2024

Más allá de sus bondades turísticas, su gigantesca megacárcel y los efluvios hippies de épocas pasadas, la isla de Wight en Inglaterra ha sido reconocida extraoficialmente como una de las capitales mundiales del tedio por todos aquellos jóvenes de inquietudes creativas que durante incontables generaciones soñaron con dejar atrás sus 348 km² de superficie. Josh Pettinger fue uno de los afortunados que lo consiguió, aunque al aburrimiento vital acumulado durante los años que pasó en la isla le serviría desde entonces como combustible creativo para la creación de historias. El exilio interior autoimpuesto por el autor británico, residente hoy en Estados Unidos, se filtra en cada una de las páginas de los ocho volúmenes de “Goiter” (2023; La Cúpula, 2024, traducción de Sara Díez Santidrián), serie de relatos cortos y autoconclusivos que fue publicando de manera independiente entre 2018 y 2023; un hit de la small press que ahora se recopila casi al completo, con la excepción de un cotizado primer número que el propio Pettinger renunció a incluir en la antología.

En las primeras entregas de “Goiter”, Pettinger abunda en la autobiográfica metáfora de la insularidad recurriendo a una plantilla fija que comienza presentando a individuos solitarios de mediana edad –o goiters, en argot de determinadas zonas de Estados Unidos– incapaces de encontrar su lugar en el mundo. Los William Cucumber o Sally Talman que pueblan la ópera prima de Pettinger se sientan durante horas en un banco autoflagelándose por su incapacidad para la acción, caminan hacia ninguna parte o formulan preguntas –¿qué harás?, ¿cómo llego a esta dirección?, ¿por qué cuesta tanto estar sano?– a un entorno laboral y familiar que los explota y oprime. Incómodas slice of life de corte kafkiano que son inesperadamente violentadas por la irrupción de un elemento de corte fantástico o metafísico –una suerte de McGuffin que está más cerca de Matt Groening que de Hitchcock– que quiebra la trama y la conduce hacia terrenos genéricos: el noir, la ciencia ficción más camp o los relatos bélicos. En “Goiter”, una camarera puede enamorarse de una cabeza flotante que proviene de una dimensión alternativa, un hamaquero en paro se engancha a la nicotina para cobrar la exigua cantidad de dinero que se ofrece a quienes se sometan a un tratamiento experimental para dejar de fumar y una bombera renuncia a salvar una vida ante la duda de que la víctima pueda ser mala persona. Un material delirante y ciertamente heterogéneo que resulta sorprendentemente cohesivo al estar impregnado por un corrosivo sentido del absurdo y una sombría reflexión sobre la condición humana con gags humorísticos tan brillantes como crueles.

https://assets.primaverasound.com/psweb/cuab9vnu2iurjr5v98ql_1720710174291.jpg

Esta exploración antropológica del tedio puede emparentar el material de Pettinger con algunas de las primeras obras de Daniel Clowes, uno de los referentes más obvios de “Goiter”, con alguna notable diferencia. Los personajes de Clowes miran a los ojos del lector, a veces para interpelar, otras para desafiarlo. Los de Pettinger ladean la mirada o la desvían avergonzados, porque se muestran incapacitados para las interacciones sociales funcionales y cansados de observar un mundo en el que la vida florece alrededor, pero nunca en su interior. La sensación de distanciamiento y artificio que busca Pettinger está reforzada por el trazo naíf e hierático de unos personajes cuyas emociones pueden variar, pero nunca su rictus apesadumbrado. Resulta inevitable no pensar en creaciones de Paco Alcázar como Silvio José, aunque los protagonistas de Pettinger resultan mucho más lacónicos y melancólicos y carecen de su carga de veneno. El ascetismo en el diseño también alcanza a los escenarios despoblados y arquitecturas fantasmales –bañados por una variedad tonal que fluctúa entre el blanco y negro, el sepia y los colores pastel– que sirven de fondo a la penosa travesía de los antihéroes de “Goiter”.

Los tres últimos números de la antología denotan, sin embargo, la evolución estilística de un Pettinger que parece querer sacudirse los referentes con los que su obra ha estado asociada –al citado Clowes habría que añadir a Chris Ware o Adrian Tomine– para reforzar un estilo autoral propio en el que amplía el scope y dota de mayor expresividad y tridimensionalidad a unos personajes a los que ya permite escapar de las restricciones del relato corto y la ordenada cuadrícula que los ahogaba en los primeros números. El naturalismo lynchiano de los primeros relatos es remplazado por la crítica social explícita y los dardos al capitalismo líquido. La nueva fórmula creativa está condensada en la última historia del volumen, “Escuadrón Victoria”, una seriada fábula pandémica en la que Amazon, tras salvar a la humanidad de la COVID, se ha convertido en una megacorporación de corte fascista que reprime emociones a ritmo de algoritmo y felicidad virtual; una vuelta de tuerca a “Fahrenheit 451” (Ray Bradbury, 1953) con retruécano final, que refrenda la eficaz condición de cronista de las diferentes formas de alienación contemporánea de Pettinger, uno de los talentos más prometedores surgidos en la última década. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados