Un individuo con apariencia de vagabundo recoge botellas vacías y objetos inútiles en un parque de atracciones de dinosaurios de cartón piedra, un mundo de fantasía que da lástima. Así empieza “Kontinental ‘25” (2025; se estrena hoy), la penúltima propuesta de Radu Jude, actualmente el más radical de los cineastas rumanos. Después, el hombre recorre la ciudad (Floresti, en el distrito de Cluj, una de las zonas más pobladas de Rumanía) y, con él, la cámara se mueve mostrando una urbe de abiertos contrastes: dinosaurios de feria, perros robot, muchas tiendas, gente de clase pudiente sentada en las terrazas del centro, muchos edificios vacíos o por construir. El hombre no pide limosna en las terrazas. Pide un trabajo. Son pequeñas viñetas en movimiento hasta que llega a la casa en la que vive como okupa y de la que va a ser desahuciado.
La película parece tomar como personaje principal a este desheredado, pero se produce un acontecimiento que lo hace desaparecer drásticamente del relato para que el punto de vista pase al de una mujer madura, casada y con tres hijos llamada Orsolya Ionesco. Trabaja como secretaria judicial y su irrupción en la película conlleva un cambio de estilo. A partir de este momento, “Kontinental ‘25” ya se instala en el plano secuencia –generalmente en plano fijo– habitual del cine rumano contemporáneo.
En el primero de estos largos planos secuencia, asistimos a la cruda realidad teñida de humor negro: el desalojo de la casa lo efectúan unos policías con los rostros cubiertos con pasamontañas y que lo graban todo en vídeo, y hay un intento de reanimación mediante masaje cardíaco efectuado al ritmo del “Stayin’ Alive” de los Bee Gees tatareado por uno de los agentes.
¿Qué va a construirse en la casa que ocupaba el pobre hombre? Un hotel de lujo. El filme se orienta rápidamente hacia un tema concreto tratado con una cierta distancia que no anula en absoluto su corrosiva efectividad: los negocios oscuros de la construcción, la especulación y la corrupción inmobiliaria. En este sentido, es un filme muy sutil y efectivo. Orsolya es húngara –un detalle nada irrelevante– y tiene un enorme sentimiento de culpa por lo que ha ocurrido. Jude construye todo el relato a partir de sus encuentros con otros personajes con los que entabla diáfanas conversaciones sobre lo humano y lo divino. Lo segundo con un sacerdote no exento de esa misma comicidad negra. Él le dice que “como la iglesia está en obras, estás perdonada”. La secuencia más reveladora es la de la noche que pasa la mujer con un exalumno que le explica chistes zen, como él los define, más violentos que relajantes. Se encuentran en el bar de un cine donde proyectan, en pleno 2024, películas como “El bruto” (Luis Buñuel, 1953) y “Europa 51” (Roberto Rossellini, 1951). Un oasis que no se corresponde con la realidad. Entre situaciones extrañas y momentos anómalos, Jude disecciona la masificación de la ciudad, la explotación insensata de sus recursos y la brecha social.
Antes de “Kontinental ‘25”, Jude realizó un fascinante filme de metraje encontrado, “Eight Postcards From Utopia” (2024), montado íntegramente con imágenes publicitarias de la Rumanía postsocialista que trazan el proceso de transición del país como “Canciones para después de una guerra” (Basilio Martín Patino, 1976) dibujó la posguerra española con el uso de las canciones populares de la época provocando un choque dialéctico con las imágenes documentales seleccionadas. Después ha rodado “Dracula” (2025), vista en el último festival de Sitges, una de las primeras aproximaciones a la figura del vampiro transilvano hecha en el país del que surgió. Elementos suficientes, más el ensayo satírico de “No esperes demasiado del fin del mundo” (2023), para considerar a Jude uno de los autores más personales e incisivos del panorama actual. Pero no acaba de llegar. Lleva desde 2006 picando piedra a la sombra de los más consagrados Cristian Mungiu, Cristi Puiu, Radu Muntean o Corneliu Porumboiu. ∎