La idea de “La Máquina” (2024) surge hace diez años de la amistad personal entre Gael García Bernal y Diego Luna: “Son temas que tienen que ver con nuestra vida. Es una idea que se nos ocurre estando juntos, viajando juntos y por la necesidad y las ganas de seguir contando historias juntos”. Ambientada en el mundo del box mexicano, jugando de forma estilizada con sus tópicos narrativos –el boxeador en declive, las corruptelas mafiosas–, ante todo expresa el deseo del rencuentro interpretativo entre los dos actores, que desde 2012 no actuaban juntos en una película. De hecho, “La Máquina”, creada por Marco Ramírez, se podría segmentar en dos mediante un corte limpio: las escenas entre Gael García Bernal y Diego Luna, y las demás situaciones e intrigas, cercanas al thriller paranoico, que le sirven de corteza o envoltorio.
Los dos personajes y su conflictivo mundo interior son caracterizados mediante un estilo artificioso y exagerado, pero con sentido lúdico: Gael García Bernal interpreta a Esteban “La Máquina” Osuna, boxeador que ha perdido la energía y la vocación, acusa problemas cognitivos, traumas familiares y un decaimiento con brotes melancólicos; Diego Luna –con el rostro deformado por los prostéticos y el maquillaje– es Andy Luján, su mánager y mejor amigo, un tipo adicto al bótox que atraviesa una etapa de decadente autoparodia. Ambos tienen buenas escenas de divertimento individual y juego escénico ante el espejo, pero lo relevante, el corazón de “La Máquina”, son las escenas en que dialogan y se conectan y la forma veraz y genuina en que se lanzan insultos. Bajo los ropajes y el ornamento cómico fluye la atracción homoerótica, la admiración, la emoción entre los amigos y el reconocimiento y peso afectivo del tiempo pasado en común.