Serie

La Máquina

Marco Ramírez(miniserie, Disney+)
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La idea de “La Máquina” (2024) surge hace diez años de la amistad personal entre Gael García Bernal y Diego Luna: “Son temas que tienen que ver con nuestra vida. Es una idea que se nos ocurre estando juntos, viajando juntos y por la necesidad y las ganas de seguir contando historias juntos”. Ambientada en el mundo del box mexicano, jugando de forma estilizada con sus tópicos narrativos –el boxeador en declive, las corruptelas mafiosas–, ante todo expresa el deseo del rencuentro interpretativo entre los dos actores, que desde 2012 no actuaban juntos en una película. De hecho, “La Máquina”, creada por Marco Ramírez, se podría segmentar en dos mediante un corte limpio: las escenas entre Gael García Bernal y Diego Luna, y las demás situaciones e intrigas, cercanas al thriller paranoico, que le sirven de corteza o envoltorio.

Los dos personajes y su conflictivo mundo interior son caracterizados mediante un estilo artificioso y exagerado, pero con sentido lúdico: Gael García Bernal interpreta a Esteban “La Máquina” Osuna, boxeador que ha perdido la energía y la vocación, acusa problemas cognitivos, traumas familiares y un decaimiento con brotes melancólicos; Diego Luna –con el rostro deformado por los prostéticos y el maquillaje– es Andy Luján, su mánager y mejor amigo, un tipo adicto al bótox que atraviesa una etapa de decadente autoparodia. Ambos tienen buenas escenas de divertimento individual y juego escénico ante el espejo, pero lo relevante, el corazón de “La Máquina”, son las escenas en que dialogan y se conectan y la forma veraz y genuina en que se lanzan insultos. Bajo los ropajes y el ornamento cómico fluye la atracción homoerótica, la admiración, la emoción entre los amigos y el reconocimiento y peso afectivo del tiempo pasado en común. 

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Por lo demás, la miniserie, con seis capítulos de duraciones desiguales –de 28 a 51 minutos– para un total de cuatro horas, es despareja en su estructura y sus ritmos, y apunta vías o posibilidades que luego se truncan pero no son del todo desechadas, como si se hubieran hecho bastantes ajustes forzados en el montaje pero no una destilación verdadera. Basta con poner el ejemplo –habría otros semejantes– del personaje de la bailarina cubana (Dariam Coco) que aparece en los dos primeros capítulos abriendo una posible historia de amor con Osuna y que luego desaparece sin más, o las escenas familiares. A la vez, se recurre en diferentes momentos al sobremontaje de flashes de traumas psicológicos –casi una plaga en la ficción contemporánea– que cortan el dinamismo actoral y quedan en puntos muertos. Todo esto –de modo paradójico, ya que podría sobrecargar la serie hasta su ruina narrativa y estética– posibilita por contraste que la historia de la amistad resulte más emocional. Sendos personajes –el mánager jeta, bocazas y extrovertido, todo afectación; el boxeador pasivo, con su pozo oscuro y creciente introspección– son casi el reverso el uno del otro. Pero los dos comparten, ante el abismo del fracaso, una vida imperfecta y quizá desgastada, llena de idas y vueltas, de energías despilfarradas, en la que el vínculo de la amistad los protege como una guía persistente. La vitalidad de esa emoción la inyecta la propia historia de Gael García Bernal y Diego Luna, dos actores consagrados que se siguen buscando, queriendo y necesitando para compartir el deseo y el atrevimiento del juego original. ∎

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