Serie

La Ruta

Borja Soler y Roberto Martín Maiztegui(miniserie, ATRESplayer Premium)
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La relación de los valencianos (así, en general) con la “Ruta Destroy” ha sido siempre como esa imagen deformada que los espejos cóncavos de las viejas ferias nos devolvían cuando éramos críos: sin término medio, entre el amor y el odio, entre la caricatura y la beatificación. Hace veinte años esta serie hubiera sido tan impensable como el hecho de que se le haya reservado un hueco al fenómeno en los últimos años con exposiciones en varios museos, tres libros esenciales, un pódcast y varios documentales. La espiral de drogas (y su degradación), sordidez, sensacionalismo mediático y electrónica de baja estofa (cantaditas, happy hardcore o mákina pura y dura) fue el lodo que sepultó a mediados de los noventa a un circuito non stop de discotecas al sur de la capital valenciana que contribuyó a autoinmolarse: cuando el periodista Joan M. Oleaque publicó el pionero libro “En éxtasi” (2004, sería reeditado en castellano en 2017), aquello aún era la peste. Como invocar al innombrable.

El revisionismo que ha cundido en la última década, que reivindica el tramo social y culturalmente más aprovechable de aquella bacanal de ritmo que explosionaba de jueves a domingo (esencialmente en los años ochenta, cuando aún imperaba la música de guitarras importada de Reino Unido, cundía una clientela interclasista, se favorecían lazos con el diseño gráfico o la moda, el DJ comenzaba a ser un maestro de ceremonias y no un mero selector, y brotaba un cúmulo de performances y rituales plenamente singulares: el bacalao antes del bakalao), ha favorecido, sin duda, que el equipo encabezado por Borja Soler pudiera vender esta serie a Atresmedia. También la actual fiebre audiovisual por revisitar los noventa. Pero lo que quizá no era tan previsible es que su contribución fuera a ser tan brillante.

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Arriesgada por su estructura en forma de flashback (la acción rebobina de 1993 a 1981) y por su extraordinario uso de la elipsis (se suceden dos años entre cada capítulo, con actores que han de escenificar transformaciones personales en una época crucial de la vida, entre los dieciocho y los treinta años), tejida con un soberbio guion y realzada por un excelente quinteto protagonista (Àlex Monner, Elisabet Casanovas, Ricardo Gómez, Claudia Salas y Guillem Barbosa), que destila una química que traspasa la pantalla, “La Ruta” (2022), creada por Borja Soler (Valencia, 1983) y Roberto Martín Maiztegui (Madrid, 1986), es tan notable que funciona igual como serie en la Ruta que como serie sobre la Ruta, porque tiene algo de ambas cosas y no requiere guiño cómplice ni gran conocimiento del contexto para que el público empatice con ella.

Se nota que Oleaque y su libro, así como muchas de las voces que iluminaron el volumen “¡Bacalao! Historia oral de la música de baile en Valencia, 1980-1995” (Luis Costa, 2016), han sido consultores de excepción. Pero lo milagroso, y ahí reside gran parte del mérito de estos ocho capítulos, es que esta especie de “café para todos” con el que se ha querido dar voz a todo el mundo mediante menciones, cameos, guiños o referencias, se imbrique con una naturalidad tan pasmosa en una trama de ficción ya de por sí sólida. Hablo de discotecas como Espiral, Barraca, ACTV, Chocolate o Spook, DJs como –sobre todo, justo rol estelar– Fran Lenaers, Carlos Simó, Tony “El Gitano” o Juan Santamaría; hasta programas de radio como ‘La Conjura de las Danzas’ de Jorge Albi. Insisto: aunque en algunos casos solo sean menciones. Todos se integran sin chirriar.

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Los anclajes temporales están ahí, por sutiles que afloren. Rebobinando de principio a fin: la perniciosa asociación con el crimen de Alcàsser, los Juegos Olímpicos de 1992 (y el agravio comparativo que Valencia estimó respecto a los fastos en Barcelona, Sevilla y Madrid), el extemporáneo bombazo comercial de Chimo Bayo (un DJ periférico a la Ruta, en todos los sentidos), los inicios del autonómico Canal 9 (cameo incluido de uno de sus presentadores más populares), la apertura del IVAM y del Palau de la Música, el ingreso en la Unión Europea… hasta la voz de Carles Francino (el mismo que presentó aquel demoledor documental sobre el fenómeno en Canal+ en 1993) dando por radio la noticia del acceso de Rita Barberá a la alcaldía de Valencia en 1991.

Y, por supuesto, la música, que debido al coste de licencias delega en Pional, Álex de Lucas y Raúl Santos para el grueso del soundtrack, pero reserva lugares destacados para algunas canciones de Kraftwerk, Fad Gadget, Peter Murphy o B-Movie, cuya “Nowhere Girl” capitaliza un capítulo antológico (el sexto, mi favorito absoluto, dirigido por Carlos Marqués-Marcet, quien se reparte capítulos con Belén Funes y Borja Soler) que, tras desarrollarse casi por entero en los baños de Spook, ofrenda una inolvidable coreografía que no desentona y un cameo totémico a cargo de Fran Lenaers haciendo de sí mismo.

Cada cual tendrá su recuerdo de aquellos tiempos y aquellos lugares, por supuesto. Si es que los vivió de primera mano. La experiencia es intransferible. Pero no por ello “La Ruta” deja de ser una serie (que no un documental) sensacional en todos los aspectos. ∎

Valencia, tanto de qué responder...
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