Las novias del sur

“Las novias del sur” (2024; se estrena hoy) es una carta con la que Elena López Riera mira al pasado para enfrentarse al futuro. Así lo deja claro la cineasta y voz narradora en el arranque de este cortometraje presentado en la Semana de la Crítica de Cannes en el que desvela, en una evocadora interpelación a su madre, una fragilidad muy emotiva: “La busco en todos los cuerpos, en todas las voces, en todas las madres. Hago a otras las preguntas que no me atrevo hacerle a ella. ¿Cómo decirle que, de todo lo que me enseñó, solo me queda el futuro?”.

El regreso de López Riera al cortometraje con “Las novias del sur” (dura 37 minutos) es un acontecimiento singular por varios motivos. Primero, su estreno en salas comerciales, algo inédito para un corto español y que, sin duda, es un hecho a celebrar. También por el tema que aborda, la sexualidad de las mujeres de la generación de su madre, y por cómo lo aborda empleando tres estrategias narrativas trenzadas en un solo cuerpo: la epístola, esa carta dirigida a su madre que es, a la postre, la película; las entrevistas realizadas a varias mujeres de la generación de su progenitora de la zona del sureste español; así como el material de archivo, fotos y vídeos de novias en el día de su boda.

Puede que a primera vista “Las novias del sur” se desvincule del naturalismo del que hizo gala López Riera en “El agua” (2022) y más especialmente en sus cortometrajes anteriores, “Pueblo” (2014), “Las vísceras” (2016) y “Los que desean” (2018), pero este último trabajo comparte con el primer largometraje de la oriolana una idea de transmisión generacional y de la experiencia del deseo femenino que ya encontrábamos ahí punteada. Las vivencias sexoafectivas de nuestras abuelas, como también pasaba en aquella película con todo lo que simbolizaba el mito del agua, sirven aquí para comprender el lugar de donde venimos y orientarnos hacía el destino que nos aguarda.

Más allá del ejercicio de genealogía, está ese pulso por mostrar a la cara la verdad de unas mujeres que llegaron al sexo y a la emoción romántica sin apenas ambages. “Te voy a decir otra cosa, le traje la honradez a mi madre”, confiesa una de las entrevistadas a la cineasta, justo después de un largo clip de una boda en el que oímos al párroco recitar la Carta del Apóstol San pedro a los Corintios, habitual en las ceremonias de matrimonio por la Iglesia.

Esa secuencia en el interior de una iglesia es bastante reveladora, porque pese al formato bastardo de vídeo doméstico, hay en la manera en que la cámara escudriña el rostro de la novia una emoción muy sugerente y misteriosa, que parece contener todas las tensiones que alberga su figura.

El resto de las declaraciones a cámara de las mujeres entrevistadas son igual de estremecedoras y concluyentes que la antes citada –“Con 20 años eres como una niña de 10”; “Fue el mayor error de mi vida”; “En treinta años nunca me gustó hacer el amor”; “Me gustó, pues ‘palante’”– y la película, lejos de ofrecer una narrativa absolutamente cerrada, va construyendo su tesis por acumulación. De testimonios que hilvanan el relato oral de una generación, primero, pero también de imágenes de archivo, en una suerte de repertorio de novias y bodas que parecen salidas de otro tiempo. Y no solo porque el material es antiguo, sino porque ese efecto acumulativo incide en unas formas rituales desde la extrañeza y la distancia.

Es probable que la cuestión de lo ritual apenas quede puntuado y sugerido, pero “Las novias del sur” no es estrictamente una película de corte antropológico o histórico. Tampoco lo pretende ser. En su espíritu híbrido, López Riera consigue transmitir como resultado una melancolía muy peculiar y a la vez muy honesta. Es una emoción que tiene que ver con lo que nos separa y con los que nos une a la generación de nuestras madres y abuelas, que reflexiona sobre esa experiencia de ser mujer, madre, esposa, de la que muchas mujeres del siglo XXI se han alejado voluntariamente. ∎