Desde hace años, el autor húngaro László Krasznahorkai (Gyula, 1954) forma parte de las quinielas para la obtención del Premio Nobel de Literatura. En el mundo anglosajón goza de un prestigio más que consolidado. En 2015 recibió el Man Booker International Prize. Uno de los elementos que caracteriza a Krasznahorkai es que no es un escritor al uso. Es un cirujano de las palabras, con párrafos extremadamente largos y meticulosos en el detalle, aplicando el humor y la ironía para narrar venganzas, exilios y traiciones. La traducción de Adan Kovacsics Meszaros tiene mucho que ver en este placer literario.
La editorial barcelonesa Acantilado tiene un peso específico en la divulgación de la obra del literato húngaro, ya que hasta la fecha ha publicado media docena de títulos posteriores a “Relaciones misericordiosas. Relatos mortales” (“Kegyelmi viszonyok”, 1986; Acantilado, 2023), su segunda obra, conformada por un conjunto de ocho relatos cortos.
Los hechos acontecen en poblaciones pequeñas, en especial entre las clases modestas. Puntos de referencia social son los hostales y las tabernas. Y las estaciones de tren. La presencia de automóviles y teléfonos es minúscula. Así y todo, cabe intuir que los hechos transcurren en la segunda mitad del siglo pasado. Entre estos elementos o la falta de los mismos, distintos analistas consideran que el autor traza una narrativa que se expande en el terreno de la distopía. Si este concepto se considera que está abollado por el totalitarismo –precepto que conoce bien la sociedad húngara– se puede colegir que el escritor participa de esa corriente de pensamiento, caracterizado por el pesimismo y la desesperanza. El primer relato, “El último barco”, puede servir de ejemplo de lo antedicho.
El libro, que no alcanza las 150 páginas, muestra un rasgo crudo: la cosificación de los personajes, mediante la ausencia de emociones, la vulgaridad y la mediocridad. Se aprecia en “Lejos de Bogdanovich” y “En manos del barbero”. Krasznahorkai convierte la negatividad en una lava de tipografía, cosa que aumenta el desasosiego de quienes retrata y el goce de quien lee. Rendidos de antemano, se sienten incapaces de voltear un destino que suponen escrito con letras de plomo. También en las relaciones entre los oficiantes existe una violencia soterrada, apreciable por la milimétrica observación que el prosista hace de sus actores novelados. Así ocurre en “Herman, el guardabosques (Primera versión)” y “El final de un oficio (Segunda versión)”. En estos cuentos el narrador, también experto viajero, se escora hacia la burundanga y la insensatez. En contraposición, una leve esperanza subterránea asoma en “Calor”.
En estos textos, László Krasznahorkai no sitúa los hechos en ninguna época concreta, aunque conste algún indicio. Los protagonistas se definen por su carácter, sus relaciones y el oficio que ejercen. “Relaciones misericordiosas. Relatos mortales” es una sorpresa para aquellos lectores que se acerquen por primera vez a este autor, que se expresa en idioma magiar, que no es un habla eslava como se cree erróneamente, sino una de las lenguas ugrofinesas con más millones de hablantes. Otro distinguido húngaro, el cineasta Béla Tarr, ha llevado a la gran pantalla distintas obras del escritor. ∎