Si detrás de todo gran libro hay un gran personaje, “La llamada. Un retrato” (2024) de Leila Guerriero (Junín, 1967) es un gran libro. Porque es la construcción de un personaje, y la sublevación de un personaje, y la humillación de un personaje, y la sublimación de un personaje. Es decir, no es un personaje, es una persona, y su nombre es Silvia Labayru. Si detrás de todo gran libro hay un gran personaje, ¿qué hay detrás del descubrimiento de una persona? Pues un libro extraordinario.
La periodista y escritora argentina entró en contacto con Silvia Labayru en 2021 y a partir de allí se inició una relación estrecha para tratar de dilucidar la verdad detrás de una vida compleja como la de esta mujer a la que no dejaron ni descubrir quién era antes de encerrarla y transformarla para siempre. Porque pocas personas tienen una trayectoria vital como ella y pocas tienen a alguien como Guerriero detrás para que la explique tan bien.
A grandes rasgos, Labayru era una joven estudiante de izquierdas que, tras el golpe militar de 1976 en Argentina, decide luchar contra la nueva dictadura militar ingresando en la organización revolucionaria Montoneros. Unos meses después, embarazada de cinco meses, unos militares irrumpen en su casa y la trasladan a la fuerza a la Escuela de Mecánica de la Armada conocida como ESMA. Allí se la veja, tortura, humilla y viola reiteradamente. Allí tendrá a su hija y allí se la fuerza a representar el papel de hermana de Alfredo Astiz, un miembro de la dictadura infiltrado en la organización Madres de Plaza de Mayo, y que ocasionará que para muchos de los suyos no sea más que una traidora.
Kurt Vonnegut solía decir: ten cuidado con lo que aparentas ser, porque lo que aparentas ser es lo único que eres a ojos del mundo. Labayru conseguirá ser liberada de su encierro en 1978 y al salir vivirá el rechazo y desprecio de muchos de los suyos. Obligada a exiliarse en España, sin aliento, sin vida, sin voluntad, se verá forzada a darse una segunda oportunidad y buscar justicia a su manera.
¿Suficiente para una vida? No, porque Guerriero consigue que entres en el entramado íntimo de esta mujer y vivas en primera persona su historia, su vida en pleno, no solo una parte. Vives con ella sus humillaciones, sus derrotas, sus decepciones, por supuesto que sí, pero al mismo tiempo te das cuenta de que los golpes de una vida no describen del todo a la persona, sino que somos un compendio de rarezas que luchan todos los días por no desmoronarse.
Y allí está Guerriero para contarnos el milagro, con un lenguaje directo, abrumador en el detalle, en la construcción de una persona real. Vemos sus viajes, sus conversaciones, sus recuerdos, sus desconfianzas, sus peleas, sus derrotas, sus diferentes vidas conectadas por fin alcanzando una gran profundidad y sentido. No sé hasta qué punto la Labayru de Guerriero es la Labayru real. Lo que sí sé sin ninguna duda es que la Labayru de Guerriero es asombrosa.
Hay libros que no se abandonan nunca, que nos acompañan siempre, porque capturan algo tan inaprensible como una vida y la vida nunca se consume. “La llamada” es de este tipo de libros y hay que agradecerle a Guerriero el esfuerzo que presuntamente ha supuesto su concepción y a Labayru que se haya prestado a desnudarse de esta manera para que nos aproximemos a la verdad de aquellos oscuros años de la Argentina de la dictadura militar cuyo eco continúa escuchándose alto y claro. ∎