El relato, que podría haber sido trepidante, tiene como principal problema los saltos temporales, algo que, como comentó hace poco uno de nuestros mayores expertos en series, Enric Albero, se ha convertido en un recurso excesivamente manido y fatigoso. La necesidad del corte, la fragmentación y los cambios temporales continuos sin ningún motivo concreto perjudican la narración. Toda decisión formal debe permitir que el relato sea comprendido y disfrutado de la mejor forma posible, y no ser solo una tendencia de moda y, por tanto, artificiosa. Pese a ello, es una serie que logra escapar, aunque no totalmente, de los abusos del anacronismo, lo políticamente correcto o las temáticas actuales insertadas en historias del pasado. Huye también de los anacronismos psicológicos, tan habituales hoy en día, cuando los personajes históricos actúan y piensan según los dictados de la actualidad.
“Manhunt. La caza del asesino” es una serie potente, seria, atenta al contexto histórico, a los objetos y al lenguaje. Por otro lado, su principal hándicap está en los actores que interpretan tanto al personaje de Stanton como al asesino Booth (Anthony Boyle), finalmente un actor en busca de reconocimiento, alguien que ha inventado una ficción para sí mismo y es capaz de matar por ello. Ambos sostienen la serie con su presencia. En cierto modo, su interpretación y su fuerza remiten al cine clásico norteamericano, a aquellos actores de las películas de John Ford o de Anthony Mann que lograron hacer que sus papeles no solo fueran únicos, sino que transmitieran una cierta verdad. ∎