La carrera del dibujante y escritor
Marcello Quintanilha (Niterói, Río de Janeiro, 1971) es sólida como el acero. Tras varios libros publicados en su Brasil natal y debutar con éxito en el mercado francés, se presentó en España como un solvente dibujante de género negro con
“Tungsteno” (2014; La Cúpula, 2014). “Tungsteno” arrancaba con una escena en la que unos marineros pescan con dinamita, algo más habitual de lo deseable en las playas brasileñas. Y de la misma manera, con explosiones y pescado volando por los aires, comienza este
“Luces de Niterói” (2018; ECC, 2024), solo que la acción se sitúa en la década de los cincuenta y esta vez no se trata exactamente de un
noir, aunque lo parezca.
Quintanilha parte de la memoria sentimental familiar (los recuerdos de su propio padre como materia mítica, como el mismo autor aclara en el epílogo de la obra) para construir una ficción de naturaleza legendaria. En su juventud, el padre de Quintanilha fue un prometedor futbolista que, el día antes de un partido clave, se vio atrapado en una barquita junto a un amigo durante una tormenta de proporciones bíblicas mientras intentaban vender pescado arramblado a un furtivo.