Cómic

Marcello Quintanilha

Luces de NiteróiECC, 2024
La carrera del dibujante y escritor Marcello Quintanilha (Niterói, Río de Janeiro, 1971) es sólida como el acero. Tras varios libros publicados en su Brasil natal y debutar con éxito en el mercado francés, se presentó en España como un solvente dibujante de género negro con “Tungsteno” (2014; La Cúpula, 2014). “Tungsteno” arrancaba con una escena en la que unos marineros pescan con dinamita, algo más habitual de lo deseable en las playas brasileñas. Y de la misma manera, con explosiones y pescado volando por los aires, comienza este “Luces de Niterói” (2018; ECC, 2024), solo que la acción se sitúa en la década de los cincuenta y esta vez no se trata exactamente de un noir, aunque lo parezca.

Quintanilha parte de la memoria sentimental familiar (los recuerdos de su propio padre como materia mítica, como el mismo autor aclara en el epílogo de la obra) para construir una ficción de naturaleza legendaria. En su juventud, el padre de Quintanilha fue un prometedor futbolista que, el día antes de un partido clave, se vio atrapado en una barquita junto a un amigo durante una tormenta de proporciones bíblicas mientras intentaban vender pescado arramblado a un furtivo.

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La desasosegante secuencia completa de la aventura de los dos jóvenes, de ciento y pico páginas, es un arrebatador tour de force que le sirve al de Río para tocar todo tipo de palos, desde la amistad entre hombres al maltrato psicológico, pasando por la masculinidad tóxica, la pobreza del Brasil de la época o la fuerza de los movimientos sociales. Y lo hace a través del diálogo fresco, directo y muy sonoro (aunque se apoye en un momento determinado en la voz de un narrador omnisciente y, sin embargo, poco fiable), y con la fuerza de un dibujo muy expresivo, lleno de movimiento, luz y color (no podía ser de otra manera en Brasil), con un dominio absoluto de la anatomía humana y con una ambientación documentadísima.

El ritmo implacable de la travesía de los dos amigos, en un permanente crescendo lleno de incertidumbre, deja al lector sin aliento hasta llegar extenuado al tramo final, donde Quintanilha vuelve a pisar otra vez el acelerador para narrar un emocionante partido de fútbol que se ve (en la cancha) y se escucha (por la radio, como dios manda), solventando con nota la siempre difícil tarea de dibujar este deporte, un ballet mucho más complejo de lo que pueda parecer y que es, por supuesto, el escenario perfecto para hacer tangibles las pasiones más bajas y las aspiraciones más altas. ∎

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