Afincado en España desde 2003, Martín López Lam (Lima, 1981) es uno de los más sólidos referentes del cómic experimental. Dueño de una carrera inquieta pero notablemente uniforme, ha cincelado un estilo propio. Este, como todo estilo personal, permea un abanico de referencias –desde el cómic clásico de estilo expresionista hasta autores de vanguardia plástica– a través de obras para editores varios (que siempre son signo de criterio y rigor selectivo, desde Fulgencio Pimentel hasta Edicions de Ponent) o en su propio proyecto Ediciones Valientes, coeditor en este caso con Aristas Martínez de “Bruma”, y por otro lado cuna de muchos títulos y autores representantes del cómic de vanguardia reciente. Actividades a las que sumar la implicación de López Lam con eventos dedicados a la autoedición, como el festival Tenderete, en Valencia.
“Bruma” renueva la confianza. Reincide en un estilo propio capaz de encontrar intersecciones entre una obra de narrativa casi clásica; sus mimbres son un relato posapocalíptico con ecos posibles de Cormac McCarthy y Stephen King. Pero ese sentido de lo clásico se ve perturbado por el hermetismo como firma de estilo y por una abstracción invasiva, capaz de combinar recursos plásticos y acabados infográficos con un espíritu de collage psicodélico. No es la primera vez que López Lam explora el cómic abstracto, pero en su nuevo trabajo usa ese bagaje para crear una representación de estados de ánimo alterados y sociedades (una colonia humana en Marte) en descomposición.
Mientras, o antes, el relato se ancla en una narración que dispersa información en medio de cambios bruscos, huecos argumentales que debemos rellenar los lectores y escenas enigmáticas. El grueso de “Bruma”, en opresivo blanco y negro, sigue los avatares de tres infantes en un mundo en ruinas donde los adultos son ausencias o amenazas, el dibujo en un cuadernillo un refugio mental, el miedo un motor de búsqueda y los perros vigilan entre indescifrables susurros. ¿O son otros los que murmuran palabras ininteligibles?
Las incógnitas se agolpan a lo largo de la lectura. Felizmente, porque López Lam no parece querer explicarnos las cosas, orbita alrededor de un whodunit en un mundo devastado hasta llevarnos de la mano a una resolución de los misterios de la trama. Pretende y logra impregnarnos de la desazón preadolescente de sus actores a través de un acabado asfixiante y unas páginas mutantes (difícil encontrar dos diseños iguales). Sensaciones ubicadas en un universo de sombras espectrales en el planeta Tierra replicado por un epílogo marciano delirante y chillón (¿una marcianada? Nunca mejor dicho para una coda final sobre una sociedad que se descompone en un Marte terraformado, con tintes de literatura de ciencia ficción consagrada: Ray Bradbury, Philip K. Dick).
“Bruma”, con su voluntad por ser exigente con los lectores, es definitivamente un laberinto necesario. ∎