Martin Panchaud (Ginebra, 1982) llega a España editorialmente hablando con “El color de las cosas” (2022; Reservoir Books, 2024). Se trata de un libro, el primero en sentido estricto del autor, que le ha dado muchas alegrías en forma de premios, más notablemente el de mejor álbum en la edición 2023 del Festival de Angulema, evento referente del cómic a nivel global.
La sinopsis de “El color de las cosas”, protagonizada por un chaval británico de clase humilde que se ve envuelto en toda una serie de peripecias, no hace intuir grandes innovaciones, como tampoco lo hace el desarrollo del mismo. Y así es: Panchaud enhebra con tino una historia ligera para todos los públicos con ecos del Ken Loach más amable y la voluntad de agradar a través de la cercanía cómplice de fenómenos editoriales como “El curioso incidente del perro a medianoche” (2003), de Mark Haddon. Es en el apartado gráfico donde espera la sorpresa, ya que el suizo desarrolla las páginas de “El color de las cosas” mediante una sucesión de vistas aéreas bidimensionales con los personajes reducidos a puntos de colores. El autor ya había experimentado con este formato –que él mismo describe como infografías narrativas– adaptando en su totalidad “Star Wars. Episodio IV - Una nueva esperanza” (George Lucas, 1977) en la web SWANH y alternando colaboraciones breves en diversas publicaciones con objetos expositivos de gran tamaño. Es con “El color de las cosas” donde ha dado el salto a una utilización más extensa y ambiciosa que, visto su palmarés, ha conseguido conectar con la crítica de cómic de más allá de los Pirineos.
A estas alturas, debatir si lo que hace Martin Panchaud es cómic o, sencillamente, “infografía con cosas” es discutir sobre el sexo de los ángeles. Sí es evidente que hay un interés en ver/vender en su obra el carácter experimental y formalmente llamativo de obras como “Aquí” (2014), de Richard McGuire, o “Fabricar historias” (2012), de Chris Ware. Y es ahí, precisamente, donde florecen las objeciones. Porque resulta tan innegable el acierto de Panchaud a la hora de ensamblar un artefacto entretenido, atractivo y emocionalmente asequible para públicos de todo tipo como que este dista de ser el ejercicio de vanguardia que se le atribuye. Sin desmerecer el trabajo del autor suizo, lo cierto es que su mayor mérito reside en un uso extensivo y volcado en la ficción narrativa de una serie de mecanismos y convenciones gráficas perfectamente establecidos en el área del diseño de infografías. Y, pese a que el cruce de disciplinas resulta ser un efectivo gimmick, este dista mucho de hollar el terreno de la innovación artística. No hay, desde luego, un interés de partir de un conocimiento profundo del canon para poder llevarlo a nuevos territorios sino, más bien, una conformidad con hacer algo que se lea como un cómic o evoque a él mientras se aparenta “experimentación radical”.
Sería difícil defender que alguien con asomo alguno de seriedad describiese la antes citada SWANH como “una forma completamente nueva” de contar una película. Ocurre lo mismo con la incursión del suizo en el cómic. Se trata, sin duda, de una obra entrañable con unas enormes posibilidades de convertirse en uno de los éxitos editoriales de la temporada. Para entronizar a Martin Panchaud como gran renovador de la historieta, por el momento, habrá que esperar. ∎