A este último (veremos) filme le cuesta demasiado arrancar y después, durante su generoso metraje de 169 minutos, está organizado en función de dos apabullantes set pieces: el clímax en el interior de un submarino –nadando entre torpedos– y una secuencia aérea en las que la fisicidad de las cabriolas de Ethan Hunt llega a su momento más álgido. Ese componente físico que proporciona Cruise protagonizando todas las escenas de acción sin doble, capaz de saltar en moto por un precipicio en la película anterior –¡y repetirlo en 16 tomas!– o de agarrarse a la ala de un avión biplaza en pleno vuelo, otorgan un plus definitivo. Posiblemente haya un componente suicida en el actor y productor. Analizar la personalidad del protagonista de “Top Gun (Ídolos del aire)” (Tony Scott, 1986) en el Hollywood contemporáneo desborda este espacio, pero a pesar de sus delirios –o gracias a ellos–, Cruise es una de las figuras más dignas de estudio del cine estadounidense, con blockbuster o sin él.
Se han caído personajes determinantes a lo largo de las diversas entregas. El más notorio de ellos, la agente doble que interpretó Rebecca Ferguson. Su ausencia no ha sido suplida en esta última entrega con la fuerza necesaria. También le falta misterio, resonancia trágica, dudas. En el fondo, “Misión: imposible. Sentencia final” es, de los ocho filmes, aquel en el que Hunt/Cruise tiende a ser lo único importante. El buenazo de Benji y la ágil ladrona Grace (Simon Pegg y Hayley Atwell), más la recuperada asesina francesa de nombre, ay, Paris (Plom Klementieff), nunca podrán hacerle sombra. Precisamente la primera frase que escuchamos en la película es “vivimos y morimos en la sombra”, elegía nihilista de la vida de estos personajes. Pero aunque Hunt y compañía lo tengan asumido, están igualmente convencidos de que pueden ahuyentar esa sombra, al menos mientras vivan, pese a su carácter de héroes anónimos para el resto del mundo.
Hay menos tensión dramática que en otras entregas. Menos decisiones drásticas, aunque algunos deban perecer durante el recorrido. Demasiada información al principio difícil de procesar en torno a la Entidad, ese enemigo abstracto al que se enfrenta Hunt (y el planeta entero), sobre el ciberespacio infectado y varias nociones de geopolítica nuclear. Christopher McQuarrie, el escudero fiel de Cruise, dirige tan bien como siempre los momentos de acción y a través del montaje fluido cuenta en paralelo, en un mismo espacio fílmico, dos o tres situaciones de acción física o dramática. Pero no todo es severo. Una de las peleas de Hunt contra los sicarios de rigor está mostrada fuera de campo: solo escuchamos golpes y gritos mientras la cámara contempla a Grace, que pone cara –divertida– de no creerse la violencia que está viendo. Una nota distendida en una película sobre el héroe elegíaco del moderno cine de acción y de gran aparato hollywoodense. ∎