En la sección Fan Art de Rockdelux, dibujantes eligen uno de sus discos favoritos para reinterpretar su portada. En esta ocasión, el historietista Santiago Valenzuela ha rendido su homenaje personal a “Más números, otras letras”, de Nacha Pop. Entrevistamos al creador del Capitán Torrezno al respecto, y hablamos sobre otras cuestiones en torno a su ya larga carrera.
Santiago Valenzuela (San Sebastián, 1971) es dueño de unas de las trayectorias más atípicas del cómic español reciente. Dibujante minucioso y muy personal, bebe de los clásicos y se abona al género, pero lo hace desde parámetros claramente autorales y fuera de un contexto industrial como el francobelga, donde la realización de un álbum tras otro protagonizado por el mismo personaje tiene un claro sentido crematístico.
Sin embargo, a pesar de puntuales publicaciones independientes como “Sociedad limitadísima” (Ariadna, 2005) o “El gabinete del doctor Salgari” (Astiberri, 2007), o de libros ilustrados como “El golem” (Astiberri, 2010) –el clásico de Gustav Meyrink– y “De este y otros mundos” (Ediciones de la Torre, 2021) –con textos de su padre, José Eduardo Valenzuela Ulloa–, el grueso de su producción forma parte de una serie que tiene por título “Las aventuras del Capitán Torrezno”. De ella se han publicado once libros desde 2002, primero en De Ponent, después en Panini Cómics y actualmente en Astiberri, editorial que no solo publicará las nuevas entregas, sino que está reeditando toda la saga en volúmenes dobles: se han publicado cuatro, que reúnen el material publicado originalmente hasta 2006 y que son la ocasión perfecta para que nuevos lectores puedan darle una oportunidad.
El personaje del Capitán Torrezno ya aparecía en el fanzine colectivo “Jarabe” (1993) como un tipo corriente, un parroquiano de bar castizo que, junto al resto de la cuadrilla, vivía situaciones humorísticas construidas como historietas cortas. Ese mismo personaje sería el escogido por Valenzuela para protagonizar su incursión en la historia larga: “Horizontes lejanos” (De Ponent, 2002), primera entrega de la saga en la que Torrezno era misteriosamente transportado a un mundo en miniatura, creado por José Hilario, un solitario funcionario del Ministerio de Obras Públicas que, en sus ratos libres, jugaba a emular a Dios creando una maqueta que acabó cobrando vida. Abandonado a su suerte, este nuevo mundo evoluciona como una especie de visión deformada de la historia de la civilización, guiada por el peculiar sentido del humor de Valenzuela y por el sincretismo de una disparatada mezcolanza de culturas, filosofías y religiones. Y en medio de todo, Torrezno, intentando sobrevivir, convertido en testigo y parte de una interminable guerra trufada de intrigas políticas.
El primer arco de la serie se extendió a seis cómics, todos publicados por De Ponent. El primer libro del segundo arco, “Plaza elíptica” (De Ponent, 2010), le valió a Santiago Valenzuela el Premio Nacional de Cómic de 2011. A partir del siguiente, “La estrella de la mañana” (2012), la serie pasaría a ser publicada por Panini Cómics, hasta 2023. Los dos últimos volúmenes publicados, “La última curda” (Panini Cómics, 2018) y “Anamnesis” (Astiberri, 2023), enfatizan lo metarreferencial de la serie con extensos epílogos llenos de retranca, y pisan el acelerador revelando muchas de las incógnitas que acompañan a los lectores desde el comienzo. Quedan por delante aún varios volúmenes de esta serie única, que ofrece tanto como exige a quien tenga la feliz idea de sumergirse en sus páginas.
La propuesta escogida por Santiago Valenzuela para la sección Fan Art es “Más números, otras letras” (DRO, 1983), tercer LP de la banda Nacha Pop, una de las formaciones clave de la movida madrileña. Dominada por el carisma de su guitarrista, cantante y letrista, el malogrado Antonio Vega (Madrid, 1957-2009), contó también en su formación clásica (1978-1988) con su primo Nacho García Vega (guitarra y voz), Carlos Brooking (bajo) y Antonio Martín “Ñete” (batería; hasta 1985), los cuatro componentes que aparecen fotografiados por Sandra Bensadón en la portada del disco.
¿Por qué Nacha Pop?
Yo llegué tarde a la movida, pero sí pillé los últimos discos, y Nacha Pop era el grupo que más me gustaba. Fue un descubrimiento en la entrada de mi adolescencia y me seducía el carisma de Antonio Vega, las letras… Para mí, es el espíritu de aquella época. No era un chaval muy musiquero, pero aquello me gustaba.
¿Qué es lo que no te convencía de la portada de este álbum en concreto?
La portada de ese disco tiene fama de ser muy fea… En general, los discos de Nacha Pop solían tener portadas bastante feas. Este disco en concreto tuvo varias, pero ninguna era muy buena. La anterior, la de “Buena disposición” (EMI-Hispavox, 1982), con el edificio de la Gran Vía, sí está bien.
¿Te sientes identificado con su propuesta artística?
No creo que tenga mucho que ver con lo que hago yo. Me siento identificado como oyente, pero no como dibujante: no veo por qué tendría que ser así. Sin embargo, sí hay varios cómics de Torrezno donde hay referencias a canciones de Nacha Pop; de hecho, uno de los libros de la serie lleva el título de una canción de la banda: “Escala real” (De Ponent, 2003). Cuando hay secuencias oníricas, es fácil que meta algún verso de Nacha Pop por ahí. No es que Antonio Vega me pareciera un letrista con una gran calidad literaria, pero creo que tenía una especie de magia extraña que está más allá de escribir bien o mal. Otros grupos buscaban una mayor calidad literaria en sus letras y quizá hoy parezcan más ridículos.
¿Eres dado a escuchar música mientras trabajas?
Sí, soy una persona que escucha mucha música, sobre todo dibujando. En tiempos trabajaba siempre con música, pero últimamente he dejado de hacerlo en la fase de guion.
¿Crees que existe alguna relación entre la saga del Capitán Torrezno y la música? ¿Te imaginas algún tipo de banda sonora?
No, porque no es como una película de Martin Scorsese que te imagines con temas de las Ronettes sonando, o con música ambiental de la época. La música de Torrezno sería más bien el sonido ambiente de los bares, de las máquinas tragaperras, de las conversaciones, el tráfico de la ciudad. En “Capital de provincias del dolor” (De Ponent, 2005), los capítulos están organizados por días de la semana, y casi todos llevan por título una canción relacionada con ese día. Por ejemplo el viernes suena “Friday I’m In Love”, de The Cure. Cada una suena en algún momento del capítulo. O sea que sí suelo meter extractos de letras de canciones en mis libros. En “Babel” (Panini Cómics, 2015), todo el clímax de la acción final está contrapunteado con un extracto de una canción de Leonard Cohen, “Famous Blue Raincoat”. Ahora bien, no sé si este recurso sirve de mucho, si es un procedimiento artístico muy defendible o es un poco ingenuo. Porque, cuando lo haces, piensas que estás metiendo una canción que suena de fondo; pero no es así. Son solo unas palabras en una esquina en una viñeta. Puedes pensar que estás haciendo una conexión con el lector, que va a identificar eso y tener una vivencia más plena de la lectura, pero no tengo claro que esto suceda así. Quizá es un atajo para buscar esa especie de intensidad emocional.
¿Cómo está funcionando la reedición de la saga completa? ¿Crees que está volviendo a poner en valor la obra?
Aún es pronto para valorarlo. En 2023 publicaron “Anamnesis”, que es la novedad, y el primer recopilatorio, que es el que supongo que van a comprar más los nuevos lectores, de manera que las cifras del año pasado sí fueron buenas, se vendió más que cuando la serie la publicaba Panini. He hecho una especie de minigira por librerías, he ido a la Feria del Libro de Madrid a firmar… Lo bueno es que se ha hecho todo lo que se puede hacer, y esperemos que eso se traduzca en ventas. Sobre todo espero que los lectores nuevos continúen comprando toda la serie.
¿Cómo podríamos definir el concepto del personaje de Torrezno? No es un héroe, pero tampoco diría que es un antihéroe… Es bastante único en el panorama actual.
Es un poco híbrido, como la propia historia, que es un costumbrismo perpetrado por alguien que en realidad no tiene gran interés en el costumbrismo. Es un híbrido de esto con el género de aventuras, que es lo que realmente me gusta, aunque no tenga la seguridad o la ingenuidad de hacer eso en serio. Como no era capaz, tuve que hacer algo más intelectual o artístico. Así, tenemos el típico recurso de llevar a un personaje de la realidad a un mundo improbable donde vivirá aventuras, pero yo lo llevo a un sótano, a un Micromundo que crea por casualidad un viejo funcionario en el Madrid de finales de los setenta. Todos los elementos fantásticos van a venir de cosas cotidianas o van a ser repeticiones, un eterno retorno de la historia del ser humano. El personaje queda así en un sitio un poco extraño, y quizá eso le ha dado cierta gracia. Si sigue ahí después de tantas páginas creo que se debe a que es un personaje muy neutro, no es vital para la serie, no importa qué piense o qué planes tenga el Capitán Torrezno. Me permite hacer lo que sea a través de él, que está ahí en representación nuestra, para que podamos identificarnos y entrar en la historia, como si fuera nuestro cicerone, aunque no se entere de nada. En el fondo, lo que he hecho ha sido utilizar el costumbrismo como trampa para llevarme la cosa a lo que a mí me interesa, a la fantasía y al género, a los tebeos que leía de pequeño.
Es un personaje que también resulta misterioso para el lector.
Claro, hasta hace muy poco ni siquiera nos habíamos enterado de cómo llegó al Micromundo. Esa especie de ignorancia me permite meter de vez en cuando algún narrador muy literario, que explica mucho las cosas y resulta redundante. O que se dirige al propio Torrezno. Son formas distintas de contar las cosas, con las que me alejo de la narración clásica, que siempre tiende a lo solemne, e introduzco cierto humor. Que alguien resulte muy pedante pero en realidad esté contando una gilipollez. En el próximo tomo, que es el último que tendrá lugar en el Sótano, hay que contar muchas cosas. Y estoy introduciendo de vez en cuando varios narradores, atravieso todo el libro con ello.
¿Cómo ves la evolución de la serie en todos estos años? Parece que coexiste una gran coherencia narrativa con una progresión de tu estilo. ¿Ha sido consciente este proceso?
No, no lo ha sido, pero sí está ahí. Esa evolución nunca es consciente; la historia se va haciendo a sí misma. Lo extraño es que esta historia estaba muy hecha desde el principio, aunque luego haya ido añadiendo miles de cosas. Hay un esqueleto bastante grande donde estaban todas las grandes líneas maestras que sigo hoy. Para mí es un poco pesado, porque tengo la sensación de que no salgo de un esquema fijo, pero lo positivo es que hay mucha coherencia. Con respecto al dibujo, la evolución se debe al simple aprendizaje. Y el guion también: ha pasado tanto tiempo que se me han ocurrido muchas ideas. Y eso puede llegar a ser un problema, porque supone que para casi todas las escenas tengo muchas alternativas y tienen que pasar varias cosas a la vez, influyendo unas en otras. Eso enriquece la historia, pero vuelve muy complejo hacer el guion final, hay que tomar muchas decisiones. Por último, la propia historia ha producido una evolución en el personaje de Torrezno, que ha pasado de ser un recién llegado que no se entera de mucho y que estaba fuera de lugar a convertirse en un actor más de la historia del Micromundo.
Has hecho algunos trabajos puntuales al margen de Torrezno, pero no sé si te ha sucedido que alguna vez hayas tenido una idea para una obra que no tenga nada que ver con él y te haya pesado no poder hacerla o, por el contrario, las ideas que se te ocurren están en el contexto de Torrezno.
Más bien esto último. No ha habido nunca una idea para una novela gráfica, más allá de la ocurrencia momentánea. Sí se me ocurren muchas situaciones, pero todas las puedo usar en Torrezno, ahora o en el futuro de la serie. Para mí se ha convertido en una especie de cajón donde meter cosas futuras. A veces hay gente que me pregunta si no quiero acabar ya la historia… pero yo no entiendo al lector que quiere que las cosas que le gustan se acaben; a mí me pasa todo lo contrario. Supongo que piensan que si hiciera una novela gráfica cerrada, quizá con un tema más para todos los públicos, incluso más internacional, sería más interesante a nivel de ventas. Pero me parece poco realista. Y nunca he tenido esa necesidad. Lo único que está ahí es otro tipo de proyecto que me viene rondando, que es posible que acabe mezclado con el Torrezno: una obra metaliteraria, “El Orla”, una historia sin guion que se va haciendo a sí misma. Tengo muchas páginas, pero no es una narración como tal. Es una mezcla de un juego continuo y una especie de guía del cómic, de todo lo que se puede hacer con un cómic, todas las majaderías que se te puedan ocurrir con su lenguaje. Pero no tengo ninguna prisa por hacerlo, es un proyecto a largo plazo.
Para terminar, ¿puedes decirme tres obras maestras del cómic y de la música que creas que pueden perdurar en el tiempo, según tu criterio?
En cómics, me parecen obras maestras “Philemon” (1965-2013) de Fred, “El garaje hermético” (1976-1979) de Moebius y “Nausicaä del valle del viento” (1982-1994) de Hayao Miyazaki. En música, “Astral Weeks” (1968) de Van Morrison, “Oceans Apart” (2005) de The Go-Betweens y “Strangeways, Here We Come” (1987) de The Smiths. ∎