Historia de una disidencia. Foto: Òscar Giralt.
Historia de una disidencia. Foto: Òscar Giralt.

Entrevista

Pepe Ribas: “Cuando te tomas en serio la cultura, te cambia, te transforma”

El que fuera editor de la mítica revista ‘Ajoblanco’ nos desvela muchos detalles complementarios a su ensayo “Ángeles bailando en la cabeza de un alfiler. La explosión libertaria de 1976-1977”, que editó el otoño pasado Libros del K.O. Por estas páginas discurren muchas claves para entender la transición española y esa transformación social que vivió España. Pura historia contada de primera mano por uno de sus protagonistas y activistas.

En España existieron algunas revistas culturales en la época de la transición que fueron un pulmón, puro oxígeno para la libertad, para el descubrimiento cultural de otros enfoques, disciplinas, materias y formas de vida que cuestionaban una dictadura que estaba en su recta final. Pepe Ribas (Barcelona, 1951), licenciado en Derecho, fue el director de una de esas publicaciones, ‘Ajoblanco’, que nació en 1974 en una explosión libertaria que se expandió con identidad y convicción. La editorial Libros del K.O. publicó el otoño pasado “Ángeles bailando en la cabeza de un alfiler. La explosión libertaria de 1976-1977”, en la que Ribas cuenta aquellos tiempos convulsos y excitantes.

“Aprendí a hacer revistas, y a hacer de todo, sin tener ni idea”, comenta Ribas en una librería del centro de Madrid. Había algo revelador, por querer crear algo nuevo y abrir camino. Desde niño, Ribas tenía esa curiosidad cultural, ese impulso artístico. Montó obras de teatro con 10 años, empezó a escribir sus diarios con 11 o formó un grupo de rock con 15 años. También fue delegado en la facultad de Derecho, mostrando una facilidad para dialogar, para trabajar en equipo y tomar decisiones. “Llegó un momento que en Derecho ya no pude más porque era una mentira. Me di cuenta de que los que iban de comunistas lo único que ambicionaban era tomar el poder, gente tipo Solé Tura, Molas, Saja... Ahora soy más claro porque digo nombres. Creo que la generación que tiene diez años más que yo es responsable de lo que está pasando ahora”, subraya Ribas.

Eliges algo más allá del testimonio, del diario, porque hay una historia en esos dos años que acotas.

Lo he acotado porque he pensado en la gente joven de ahora. Creo que es un libro para ellos. No es nostálgico, sino que hay claves. He hecho este libro específicamente para reclamar espacios de libertad, espacios de diálogo, espacios de encuentro para gente joven. Y que se den cuenta que incluso con Franco vivo fuimos capaces de hacer esto. Y que, cuidado, porque todas estas libertades –ellos han nacido con ellas– son muy frágiles, se pueden perder en cualquier momento y tendremos que volver a luchar otra vez. Es bueno que lo sepan.

Has querido contar tu historia inscrita en un momento clave de la historia de España.

Es un momento clave, como dices. Creo que los historiadores y la gente más joven que ha hablado sobre esta época… Algunos lo han negado, como si no existiera, porque, claro, es muy peligroso. Y otros lo han manipulado y lo han juntado con otras cosas que tienen que ver, pero no tal como lo cuentan. Los que nacimos entre 1948 y 1954 nos encontramos en un momento único gracias a que no creíamos en ningún tipo de autoritarismo, cosechamos por nosotros mismos la libertad y los espacios de libertad. Y los creamos porque no había otra solución, porque teníamos a los franquistas o teníamos a la extrema izquierda o a los comunistas. De alguna forma, ni unos ni otros nos convencían, porque no nos dejaban ese espacio de libertad para poder experimentar y crecer.

“‘Ajoblanco’ era una revista social, era una revista total, porque era un movimiento. Todo lo que hacía no lo hacía por mí. Yo trabajo en grupo. A mí el narcisismo, el egotrip y todo esto me pone muy nervioso. El poder importante no es el poder que impone, sino el poder que convence”

¿Qué supuso la contracultura?

A través de ‘Ajoblanco’ lo que hicimos fue crear los referentes colectivos, los movimientos sociales, que siguen siendo los mismos. Y eso fue a través de llamadas de los lectores. Venían estudiantes de psicología y montaban el movimiento antipsiquiatría o el movimiento de sexualidad libre. Luego, una feminista, Karmele Marchante, que había estudiado con Fernando Mir (formaba parte del núcleo duro de ‘Ajoblanco’ con el propio Ribas y con Toni Puig) creó un grupo de mujeres, LAMAR (Liga Antiautoritaria de Mujeres Antipatriarcales Revolucionarias), unas radicales. Fuimos creando los comuneros, las comunas, para ayudar a los jóvenes que venían de casas con padres muy represivos. Montamos la ODAF, la Organización de Ayuda al Freak. Organizamos viajes donde a veces se apuntaban estudiantes no progres que, al encontrarse, volvían todos revolucionados y montaban comunas. Hubo una transformación. Y yo creo que esta transformación queda porque es mental y civilizatoria. Ya somos un país laico, un país con matrimonio gay… Y todo esto viene de ahí, empezó entonces.

¿Cómo ves hoy en día el movimiento libertario y el movimiento anarquista?

Yo lo veo muy mal. Está amputado, porque todos luchan nada más que por la herencia. Y es una herencia que no existe sin estar organizada. Pero sí que existe como una especie de halo, y en cualquier momento se encenderá.

¿‘Ajoblanco’ era algo más que una revista cultural?

Sí, era una revista social, era una revista total, porque era un movimiento. Porque cuando la cultura te la tomas en serio, te cambia, te transforma. Y te transforma pensar en lo común. Todo lo que hacía no lo hacía por mí. Hay que dar lo que tienes, lo que acumulas, lo que sueñas, lo que piensas. Porque has sintetizado todo lo que te ha llegado y toda la vida has estado trabajando en grupo. Yo trabajo en grupo. A mí el narcisismo, el egotrip y todo esto me pone muy nervioso. El poder importante no es el poder que impone, sino el poder que convence.

’Ajoblanco’, una historia diferente Foto: Òscar Giralt.
’Ajoblanco’, una historia diferente Foto: Òscar Giralt.

¿Crees que en los setenta la prensa era importante?

No. En los setenta apenas leíamos periódicos, leíamos la información. Vivíamos los hechos y luego reflexionábamos sobre lo vivido. Si no activas tu pensamiento y tus acciones, no hay de qué hablar porque solamente hablas de ideas o de ideologías. Entonces, claro, la libertad adquiere experiencias. Y de las experiencias, extraes. Por eso la educación activa, esa educación que se basa en la experiencia. ¿Qué quiere decir educación basada en la experiencia? Que leer un libro se convierta en una experiencia, que aprender una lección se convierta en la experiencia por sí sola. Porque entonces eso te queda, eso te penetra. Eso es lo que se llama la educación activa, que es lo que se intentó en la educación libertaria anarquista de los setenta, siguiendo el modelo de Ferrer i Guardia y siguiendo el de la Libre Enseñanza y siguiendo toda la revolución que hubo en la educación en los setenta. Al final lo que han conseguido los diferentes gobiernos es convertir al maestro, al profesor, en un funcionario. Entonces todo esto se está viniendo abajo porque no hay ninguna pasión, ninguna ilusión y no transmite más que ganas de huir.

¿Qué enseñanzas puedes transmitir de aquella época?

Que las ideologías son horribles, porque las ideologías te hacen súbdito de una idea. Por encima de las ideologías está la creatividad, que es lo que te crea experiencia y sobre lo que puedes reflexionar. Cuanto mayor es un grupo, cuanto mayor es la diversidad y el debate, más ricas son las consecuencias. Lo que no puedes hacer es cerrarte, como están haciendo ahora, y empezar una pelea de boxeo. A mí no me va el boxeo, me va el intercambio. No estaba de acuerdo con lo que publicaba en ‘Ajoblanco’ muchísima gente, pero tenían cabida porque la gente tiene derecho a pensar distinto. Mucha gente lo quiere todo controlado, y no, la vida es descontrol, la vida es también sufrimiento y también disgusto. Tenemos muchas influencias y hay que aceptarlas porque estamos vivos. Pero sobre todo me han enseñado que, por encima de todo, están los grupos sociales y los movimientos sociales. Esto es por lo que hay que apostar y desde donde hay que sacar la sal de la vida.

“Las ideologías son horribles, porque las ideologías te hacen súbdito de una idea. Por encima de las ideologías está la creatividad, que es lo que te crea experiencia y sobre lo que puedes reflexionar. Cuanto mayor es un grupo, cuanto mayor es la diversidad y el debate, más ricas son las consecuencias”

¿En ‘Ajoblanco’ todos hacían de todo?

De una manera muy espontánea, sí. La primera época de ‘Ajoblanco’ (de 1974 a 1980) fue así. La segunda (de 1987 a 1999) fue distinta, porque ya éramos profesionales, nos habíamos hecho escritores, periodistas... El ajoblanco tiene un nombre fantástico porque el ajo pica y repite. Yo lo he repetido cuatro veces (nuevos intentos en 2004 y en 2017). El espíritu inicial siguió en la segunda época. Hicimos cosas importantísimas, como el informe Petras, o lo que hicimos con Eugenio Trías y Argullol de decir que Hitler había ganado unas elecciones. Esto dejó estupefacto a todo el mundo, porque nadie lo pensaba. Luego con José Luis Aranguren, José Luis Sampedro y Julio Anguita creamos un número de por qué España no era una democracia. También hicimos muchos especiales de literatura, muchas historias de la pintura moderna de los ochenta y de los setenta. Era una revista que trataba de cultivar y era muy plural, incluía mucha Sudamérica y mucho África y lo que estaba pasando en la Unión Soviética. Y la ecología y la ciencia ficción.

¿Hay alguna revista que te guste actualmente?

No. Pero ahora me está pasando una cosa que no sé lo que va a generar, o a degenerar, y es que estoy encontrando gente muy joven –de 24, 25, 26 años– que no encontramos cuando hicimos la última época de ‘Ajoblanco’ de 2017-2018. Ahora este relevo existe. Y lo estoy encontrando en música, en teatro, en periodismo, en literatura, en poesía… Esto es una alarma y estoy en alarma. Fernando Mir y Toni Puig son más mayores que yo, pero también están en alarma. Y estamos en contacto. No sé lo que va a pasar, pero si yo encuentro un joven con energía, lo volvemos a intentar. ∎

Libertarios

“Ángeles bailando en la cabeza de un alfiler. La explosión libertaria de 1976-1977”
(Libros del K.O., 2024)

Pepe Ribas forjó su narrativa desde adolescente escribiendo sus diarios. Aquí va más allá del testimonio o de la enumeración de eventos o de sucesos. Ribas acumula y atesora un montón de anécdotas y hechos que son historia viva de España. La España actual no se entiende sin esa época que propulsó el futuro, dejando atrás un pasado encorsetado, gris y aislado. Fue testigo directo, y también partícipe, de la transformación de un país en 1976 y 1977.

Todo ello se recoge en las páginas de “Ángeles bailando en la cabeza de un alfiler. La explosión libertaria de 1976-1977”, ensayo cuyo título se debe a una frase de Tomás de Aquino que también utilizó Walt Whitman. Narra su historia como editor, pero también la historia de una Barcelona efervescente, de un Madrid con ganas de cambios y mucho movimiento contracultural pero más violento por la presencia de los Guerrilleros de Cristo Rey. Ribas menciona a muchos de aquellos que se encontró por el camino, que lo marcaron y que transformaron la época: sus socios, todos los artistas con los que se cruzó, la importancia de las compañías de teatro de aquella época, Carlos Semprún o Agustín García Calvo, sus padres, jóvenes a los que ayudó, hasta el dueño de la imprenta.

En sus páginas se sucede el día a día y la manera en que se fraguaba la revista, los viajes a Madrid, Sevilla o Valencia para dar ‘Ajoblanco’ a conocer, las escapadas a París, Lisboa o a otros sitios. Es un torbellino de historias, de espacios de transformación, de creación y de libertad. Porque, sí, en estas páginas aprendes el verdadero sentido de la libertad. ∎

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