Las cosas simples de la vida (o no).
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Entrevista

Quimi Portet y la lógica de la ilógica

Quimi Portet ha decidido darse el gustazo de recopilar las 130 letras de sus canciones escritas en solitario a lo largo de once discos editados entre 1987 y 2020 en un volumen titulado “Cançons en bell llemosí”. Conversamos con él a propósito de este libro.

La publicación de “Cançons en bell llemosí” (La Segona Perifèria, 2025) es un capricho que muy pocos se pueden permitir y que cabe saludar con regocijo y admiración, ya que sus versos, en conjunto, reflejan la evolución de un estado de ánimo musicalmente rockero y que literariamente se mueve por terrenos decididamente surrealistas, cargados de ironía, pero no exentos de una cierta melancolía, y muy arraigados a su tierra y sus costumbres.

Quimi Portet (Vic, 1957), que fue guitarrista y colíder junto a Manolo García de El Último de la Fila entre 1985 y 1998, nos recibe en la terraza de un bar situado en una acogedora y tranquila plaza del casco histórico de su ciudad natal, donde hace años que ha vuelto a vivir, en un descanso entre bolo y bolo de este interminable a la vez que sosegado world tour que le toca protagonizar desde hace un montón de años como autoproclamado astro intercomarcal catalán que dice ser.

Como es obligado, la entrevista versará sobre este reciente libro de Quimi, pero hacia el final de la conversación no podremos evitar las referencias a la música que acompaña estos textos, ni a la experiencia de El Último de la Fila y su anunciado retorno, previsto para el año que viene.

Quimi, en su mundo.
Quimi, en su mundo.

Esta no es tu primera experiencia literaria. ¿Qué opinas de tu anterior libro, “Diari d’un astre intercomarcal”, publicado por Comanegra en 2007?

De hecho, no era exactamente un libro. Se trataba de la iniciativa de un editor. Por aquel entonces yo tenía un blog humorístico, digamos que bastante perturbado, en el que invitaba a la gente a que escribiera. A este editor le hizo gracia la idea y publicó una recopilación de aquel material. Pero yo no intervine directamente en el proceso de edición. Y el título también era una broma. En realidad, era una cosa inconexa con escritos surrealistas sobre mis discos y mucha creación de vía estrecha, de subgénero, sin una auténtica voluntad literaria. Todo estaba pensado para aparecer en internet, y aquel hombre, con muy buena fe, lo imprimió. Pero ya te digo que era un material de usar y tirar. Era literatura de hoja caduca.

Y ahora has publicado todas tus letras en un volumen muy bien encuadernado, por cierto. Hay muy pocos músicos que se decidan a hacer una cosa así. ¿Quiere esto decir que estás satisfecho de tu calidad como literato?

No puedo negar que hay un cierto punto de vanidad en esta operación. Pero la cuestión es que un día imprimí todas mis letras y me di cuenta de que ya tenía un montón, concretamente 130. Digamos que mi experiencia en solitario es como mi segunda o tercera carrera pública, después de haber trabajado en grupos que fracasaron estrepitosamente, como The Kilimanjaro’s, The Dumpers y Kul de Mandril, y haber iniciado la colaboración con Manolo García en Los Rápidos, Los Burros y El Último de la Fila. Entonces vi que todas aquellas letras juntas producían gozo. Me sentí motivado. Hablé con otro editor y me dijo que sería divertido publicarlas, adjuntando una serie de escritos introductorios que fueran como breves reflexiones actuales sobre cada uno de mis discos. Esta idea todavía me motivó más, porque le daba sentido a la recopilación, ya que hoy en día si quieres buscar las letras las encuentras en internet. Por eso pensé que publicarlas en papel con una mínima explicación que las contextualizara tenía un sentido y, humildemente, porque no quiero hacerme el chulo, estoy contento de cómo ha quedado el libro.

¿Así pues, crees que hay una lógica, o un discurso, en esta colección de letras de tus canciones?

Sí. Pero esta lógica es la ilógica total.

La cuestión es que no solo has perdido la vergüenza de subir a un escenario –eso está claro desde hace muchos años–, sino también a la hora de presentarte como escritor.

En el prefacio del libro ya pido disculpas al lector porque yo no me considero un escritor. Yo me dedico a un género menor que es la música popular contemporánea. Por eso, de entrada, tiene que haber esa muestra de humildad, porque es una música que está pensada deliberadamente para que la gente esté contenta, corteje, baile… No es una música culta o de conservatorio. Y digo con orgullo que es un género menor. Por eso, “Cançons en bell llemosí” no tiene una pretensión obsesiva. Yo me limito a hablar de cómo veo mi oficio, de cómo he llegado a la escritura a través de la música. Ya lo explico desde el principio, cuando digo que alguien debe escribir las letras de las canciones. Este alguien fui yo y enseguida le encontré la gracia a este mecanismo.

“Después de haber trabajado en grupos que fracasaron estrepitosamente, como The Kilimanjaro’s, The Dumpers y Kul de Mandril, y haber iniciado la colaboración con Manolo García en Los Rápidos, Los Burros y El Último de la Fila, entonces vi que todas aquellas letras juntas producían gozo”

Lo que ayuda mucho a la comprensión de tus letras son estos pequeños textos introductorios que has escrito para cada disco. Además, la filosofía de esta prosa liga perfectamente con el contenido de los versos.

Me lo he pasado muy bien escribiendo estas introducciones. Al fin y al cabo, como que este no es mi oficio, esta actividad ha representado un paréntesis. Porque mi oficio es hacer canciones, hacer conciertos. Además me ha permitido revisitar momentos muy divertidos de mi vida, como son las grabaciones de los discos. Cuando tienes una edad un poco provecta, la memoria juega un papel muy estimulante y el hecho de recordar es positivo.

¿Crees que, en conjunto, podríamos definir tu estilo literario como un surrealismo costumbrista?

Podría ser. Me gusta mucho hacer parodia de nosotros mismos, incluyéndome a mí. Me da la impresión de que hacemos reír, de que nuestra civilización hace reír. Cuando la contemplas desde una cierta distancia es hilarante. También tiene una parte trágica: la violencia, las guerras… Pero la especie humana es muy graciosa, con su obsesión por crear una civilización que es un semifracaso, porque hay cosas agradables, pero los daños colaterales son muy grandes. El capitalismo es brutal. Las desigualdades… Y el humor nos salva en muchas ocasiones. A mí me ha salvado: mis amistades se basan en el humor, mis enamoramientos se han basado en el humor, mis grupos se han basado en el humor. A todo esto se le puede denominar surrealismo, porque subvierte las normas habituales y les da significados diferentes. Yo lo he utilizado como sistema para escribir y a veces para vivir, para relacionarme socialmente, emocionalmente, y es normal que a estas alturas ya se me vea el plumero.

Tocando en el Cruïlla 2025. Foto: Santi Puig
Tocando en el Cruïlla 2025. Foto: Santi Puig

En los Países Catalanes hace años que hay una tendencia musical a trabajar desde este punto de vista surrealista. Me refiero a la escuela galáctica creada por Sisa y seguida por Albert Pla, Adrià Puntí, Joan Miquel Oliver, Pascal Comelade o tú mismo.

Una pandilla de flipados. Yo me siento orgulloso de que me incluyan en este grupo. Es positivo que me junten con gente que admiro. Sobre este tema tengo una teoría: es una obviedad manifiesta que somos un país con una historia muy triste, y para sobrevivir hemos tenido que hacer grandes esfuerzos. En este sentido, emocionalmente el humor ha sido básico. Somos un pueblo que ha sobrevivido gracias al humor. Hay muchos pueblos que han sufrido la misma presión que nosotros y han desaparecido. Pero nosotros no, ni como cultura, ni como lengua, ni como colectivo humano más o menos cohesionado. Es en lo único en lo que nos podemos hacer los chulos. El humor ha sido importantísimo para la supervivencia de la cultura catalana.

A este surrealismo tuyo cabría añadirle una ironía fina, sana, más bien inofensiva.

Yo no me dedico a la sátira. Me dedico a la ironía, que es una tradición muy clásica en nuestra cultura, pero que nunca llega a convertirse en un discurso agresivo.

Y por otra parte añadiría que hay un poco de melancolía en tus letras.

Antes he dicho que tenemos una historia triste. Yo soy un producto de este país y lo noto, como lo veo también en otros músicos: Sisa, Joan Miquel Oliver o Roger Mas, Y este fracaso de la civilización que te comentaba lo llevamos por dentro como un estigma. Nosotros nacimos en una época superoptimista. Fuimos jóvenes en un momento en que parecía que el mundo iba hacia delante. Y ahora nuestros hijos y nietos están viviendo en un momento en que todo va hacia abajo, y lo saben. Cuando éramos pequeños el hombre viajaba a la luna y ahora no va a ningún sitio.

“Mis amistades se basan en el humor, mis enamoramientos se han basado en el humor, mis grupos se han basado en el humor. A todo esto se le puede denominar surrealismo, porque subvierte las normas habituales y les da significados diferentes”

¿Por qué has titulado el libro “Cançons en bell llemosí”?

Si hubiera puesto “Cançons en català” parecería un libro de texto. Y “bell llemosí” es muy bonito. Te remite a los grandes autores de la Renaixença. Al catalán, con una voluntad cultista, lo denominamos “llemosí”, para reforzar su parentesco con la lengua occitana y la poesía medieval trovadoresca.

Habrá mucha gente que no entenderá esta palabra.

La mayoría. Yo la puse para los que la entienden. Es como el jazz, que es para minorías.

Has dividido el libro en diversos capítulos, pero yo creo que en realidad habría que hablar de dos partes: una sería la correspondiente a tu primer disco en solitario, “Persones estranyes”, de 1987, editado cuando estabas con El Último de la FIla, y luego todo lo que viene después, a partir de “Hoquei sobre pedres”, de 1997, donde se ve claramente tu evolución como letrista.

Es una opinión correctísima. Durante muchos años escribí letras en castellano para que las cantara Manolo García; lo hacía pensando en él. Y en el momento que empiezo a cantar yo mismo lo primero que hago es aprender a escribir en catalán, porque no lo había hecho nunca, y relativamente es más fácil, emocionalmente es más fácil.

Hablemos de música. A partir de la disolución de El Último de la Fila, tú, además de proclamarte como “el guapo de El Último de la Fila”…

... que conste que le pedí permiso a Manolo…

En primer plano, “el guapo de El Último de la Fila”.
En primer plano, “el guapo de El Último de la Fila”.

… te presentas como “astro intercomarcal” y defines tu música como “moderadamente moderna y pasablemente popular”. Es decir, que creas todo un personaje, ¿no?

Me gusta hacer reír a la gente. Me lo paso muy bien haciendo esto. Además, viniendo de una época como la de El Último de la Fila hay una presión que se aligera y que me permite hacer cosas más divertidas. Profesional y económicamente estás bien situado, lo cual te deja funcionar de una manera muy libre y disfrutar de cosas que a veces son muy difíciles para un músico, como decidir qué haces o qué dejas de hacer. Hay muchos trabajos que no te permiten ser libre. En mi caso he sido muy afortunado y he utilizado esta libertad para pasármelo bien y para que se lo pase bien el máximo número de personas de mi entorno.

¿Quieres decir que cuando se disolvió El Último de la Fila te sentiste libre?

Es diferente. Aquella experiencia fue algo genial. Estoy orgulloso y siempre me lo pasé muy bien. No obstante, tengo la teoría de que los miembros de los grupos, cuando llegan a los 40 años, quieren explorar otros caminos. Nosotros éramos un dúo y Manolo quería hacer algo distinto a lo que quería hacer yo. Pero no reniego de aquello; al contrario, lo que hice entonces me ha permitido hacer lo que hago ahora.

¿Con el tiempo has dejado ir tu vertiente más vinculada a la escuela rockera anglosajona?

Sí, sí. Yo vengo de aquí. Mi madre era una fan de la música americana e inglesa. Gracias a ella lo aprendí todo.

“Para nosotros será una sublimación profesional, pero de la profesión que ya tenemos en nuestro día a día. Yo lo acepto así. No somos unos tipos que después de disolver El Último de la Fila se dedicaron a vender seguros y ahora quieren remontar el grupo. Hemos seguido tocando”

También has podido compatibilizar el trabajo de compositor e intérprete con el de productor.

Eso me ha gustado mucho porque he producido discos de personas a las que admiraba. Con Adrià Puntí fue espectacular. Hice tres discos con él y lo pasé tan bien que hasta me daba vergüenza. También he hecho discos con Albert Pla, que es un placer total, porque somos supercómplices y reímos mucho. Y con Gerard Quintana, Sanjosex, Paul Fuster… Estaba especializado en personajes complejos.

Desde 1999 estás realizando un world tour que no se acaba nunca. Como Bob Dylan, pero prácticamente sin salir de Cataluña.

Sí, el concepto es el mismo. Yo creo que se acabará cuando algún médico o un psiquiatra o un familiar avise de que ya es suficiente. En cuanto a los límites geográficos, lo que pasa es que canto en catalán. No hay mucha gente que salga de Cataluña cantando en catalán. Lo mejor es aceptarlo y ya está. Con la intercomarcalidad tengo más que de sobras. Cuando vas a tocar fuera es un placer, pero no dejas de ser como un producto antropológico. Además, a partir de una cierta edad te da pereza. Una gira como la que hacemos nosotros te permite volver a casa cada día excepto un par de noches al año. Para alguien que ha estado tocando por todas partes, poder ir a dormir a casa después de un bolo es muy importante.

El Último de la Fila ha anunciado su retorno para el año que viene. Habéis agotado las entradas de todos los conciertos. Sin duda se tratará de una gran operación nostálgica, pero ¿se trata de la nostalgia de vuestro público o de vuestra propia nostalgia?

En mi caso, la dosis de diversión lo supera todo en esta operación. Volver a reunir el grupo de siempre, poder ensayar durante un par de meses, tocar en buenas condiciones, darlo todo profesionalmente… Es un buen motivo para ser felices. Obviamente, también hay un parte de nostalgia por el hecho de rencontrarse las mismas personas y tocar las mismas canciones, pero más por el lado del público que por el nuestro, porque Manolo y yo hemos continuado como músicos durante todos estos años y tenemos dos carreras perfectamente confortables. Para nosotros será una sublimación profesional, pero de la profesión que ya tenemos en nuestro día a día. Yo lo acepto así. No somos unos tipos que después de disolver El Último de la Fila se dedicaron a vender seguros y ahora quieren remontar el grupo. Hemos seguido tocando, y este es un matiz importante que hay que tener muy en cuenta. ∎

Apoteosis del surrealismo de comarcas

“Cançons en bell llemosí 1987-2020”
(La Segona Perifèria, 2025)

Como primera muestra del carácter absolutamente surrealista de “Cançons en bell llemosí 1987-2020” hay que comenzar a desgranarlo con una lección de filología románica: la palabra “llemosí” viene de la ciudad de LIemotges –Limoges, en francés– y hace referencia al idioma que en la época de los trovadores se hablaba en Occitania, que por extensión se aplicó a toda la lengua de oc y de paso a lo que en un principio se consideró que era un dialecto suyo, el catalán, hasta el extremo de que en algunos momentos de la historia –como al principio del movimiento romántico-nacionalista de la Renaixença, en el siglo XIX, que buscaba unas hipotéticas raíces más místicas que históricas– se intentó sustituir el calificativo de lengua catalana por el de lengua lemosina.

Toda esta larga introducción viene a cuento porque Quimi Portet ha querido demostrarnos que posee una gran cultura que, entre otras cosas, le sirve para tomarnos el pelo con un preciso sentido del humor “intercomarcal” a la hora de titular su recopilación de textos. “Cançons en bell llemosí” es, pues, un libro que uno no sabe cómo tomárselo, porque no deja de ser una broma bien pensada y encuadernada, pero al mismo tiempo es una coherente colección de letras de canciones que, a priori, se diría que no tienen mucho sentido si no van acompañadas de sus respectivas músicas, que acostumbran a ser descaradamente rockeras, pero que en conjunto, una vez reunidas –y tal vez si exceptuamos las correspondientes al primer disco en solitario de Portet, “Persones estranyes” (GASA, 1987), que tienen un carácter más superficial– constituyen toda una lección de sabia filosofía ilógica, en la que se mezclan las ideas galácticas de Jaume Sisa y sus seguidores –que a la vez son compinches de Quimi: Albert Pla, Joan Miquel Oliver, Adrià Puntí– con un surrealismo irónico pero exento de sátira. Todo mezclado con un innegable dominio del lenguaje, que pasa de la rima fácil a la escritura automática y de la reproducción de los titulares de la prensa a las evocaciones más telúricas y a las declaraciones de amor más inverosímiles.

Aquí no se trata de hablar de la evolución musical de Portet, que en cierto modo nos es explicada a través de los textos que encabezan los capítulos dedicados a cada uno de sus once discos en solitario, pero es evidente que su progresión creativa literaria ha ido pareja a su trabajo como compositor, sobre todo a partir de su segundo ábum, “Hoquei sobre pedres” (Chrysalis, 1997), editado un año antes de la disolución de El Último de la FIla, ya que se diría que con el tiempo ha cogido confianza y desenvoltura como escritor, perdiendo el miedo a decir las auténticas (e inofensivas) barbaridades que ilustran negro sobre blanco lo que él mismo, cargado de esa fina ironía, denomina “música moderadamente moderna y pasablemente popular”.

El volumen cuenta con una apertura y una conclusión firmadas por dos autores de prestigio: un “magno estudio introductorio” del laureado escritor Quim Monzó y un “colosal epílogo” del excompañero de fatigas Manolo García. La verdad es que ninguno de los dos textos aporta gran cosa a los iluminados, alucinados y a menudo carentes de sentido –es decir, ilógicos– versos de Quimi Portet. ∎

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