Cómic

Richard Stark / Doug Headline / Kieran

Parker. La presaAstiberri, 2025

El personaje de Parker, ese ladrón profesional sin atributos morales creado por el neoyorquino Donald E. Westlake (1933-2008) bajo el seudónimo de Richard Stark, lleva décadas ejerciendo una fascinación magnética sobre lectores y cineastas. Desde su debut literario en 1962 con “El cazador” hasta su consagración cinematográfica en clásicos como “A quemarropa” (John Boorman, 1967) con Lee Marvin, “Payback” (Brian Helgeland, 1999) con Mel Gibson o la reciente “Juego sucio” (Shane Black, 2025) con Mark Wahlberg, el antihéroe de Stark se ha convertido en arquetipo del noir más descarnado: un hombre reducido a pura función, despojado de sentimentalismos, que opera con la precisión mecánica de un reloj suizo. Que un personaje así haya sobrevivido intacto a múltiples adaptaciones –también Robert Duvall y Jason Statham lo han encarnado– habla de la solidez de su diseño narrativo. La penúltima iteración llega ahora en forma de cómic de la mano de dos franceses, Doug Headline (París, 1962) y Kieran (Nimes, 1982), tras los magistrales tomos integrales del “Parker” que el dibujante canadiense Darwyn Cooke (1962-2016) realizó antes de su prematura muerte, dos volúmenes editados aquí por Astiberri en 2021 y 2022.

Headline, veterano guionista francés y heredero directo de la tradición del polar –no en vano lleva años adaptando a su padre Jean-Patrick Manchette, otro titán del género–, asume aquí el testigo dejado por Cooke con plena consciencia del desafío. “Parker. La presa” narra una persecución implacable: tras un golpe exitoso, uno de los cómplices de Parker decide traicionar al equipo y largarse con el botín. Lo que sigue es puro thriller mecánico, una cacería a lo largo de la costa este estadounidense donde Parker demuestra que, en su universo moral simplificado, la traición se paga siempre. El guion de Headline respeta escrupulosamente el minimalismo de Stark, ese estilo telegráfico y brutal que convirtió las novelas de Parker en piezas de orfebrería narrativa. No hay aquí concesiones al psicologismo ni subtextos innecesarios: solo acción, consecuencia, violencia eficiente.

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La verdadera revelación de este volumen es, sin embargo, el trabajo de Kieran. El dibujante francés demuestra una comprensión instintiva de la sintaxis visual del noir. Su Parker es una silueta amenazante recortada contra fondos urbanos desolados, un diseño de personaje que bebe del expresionismo y del cine de gánsteres setentero. El uso del negro y el azul acero no es meramente decorativo: construye una atmósfera de claustrofobia moral donde cada sombra parece albergar una traición potencial. Kieran sabe cuándo acelerar el ritmo con secuencias de acción dinámicas –esas persecuciones a toda velocidad están dibujadas con una energía casi cinética– y cuándo ralentizar para que la tensión se vuelva insoportable.

Lo notable de “Parker. La presa” es cómo consigue mantener la vigencia de un personaje que, en teoría, pertenece a otra época. En un momento donde el antihéroe ha sido domesticado y psicologizado hasta la náusea –incluso los villanos de Marvel tienen ahora traumas infantiles que explican su maldad–, Parker sigue siendo una anomalía refrescante: un protagonista que no pide comprensión ni ofrece justificaciones. Es un profesional del crimen, punto. Headline y Kieran entienden que intentar “humanizarlo” sería traicionar la esencia del personaje, y en su lugar optan por la estrategia contraria: acentuar su cualidad de fuerza natural, casi elemental. El resultado es un thriller perfectamente engrasado que funciona como los mejores ejemplos del género: sin aspavientos, sin piruetas narrativas, con la eficacia letal de una navaja bien afilada.

Con “Parker. La presa”, la serie Parker demuestra que puede sobrevivir en las viñetas a la pérdida de Darwyn Cooke sin perder un ápice de su filo. Headline y Kieran no intentan reinventar la rueda, sino perfeccionar su funcionamiento. En una época saturada de propuestas que confunden complejidad con profundidad, este cómic es un recordatorio bienvenido de que a veces la simplicidad ejecutada con maestría vale más que mil vueltas de tuerca. Parker sigue disparando en línea recta. Y sigue dando en el blanco. ∎

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